Tercera Fase
En esta fase, viene, un poco más fuerte y disciplinado, el uso de una metodología que apunte al logro de proyectos y dentro de ellos objetivos de corto y mediano plazo.
Un chico que conocí a través de sus libros y me impresionó mucho, cuando llegó a sus 16 años, empezó la búsqueda consciente de qué iba a ser, y, en consecuencia, hacer.
Él, al influjo y ejemplo de su papá, había estudiado la primaria y la escuela vocacional y al tiempo había probado y practicado una gran variedad de deportes, para los que su buen físico, le brindaba oportunidades, y le permitía, mediante un entrenamiento metódico, continuado e inteligente, tener un desempeño sobresaliente, y poder aspirar a desarrollar una actividad profesional que le permitiese ganarse la vida, de manera interesante y gratificante. Esto realmente, fue dejando de tener peso específico, dadas sus condiciones físicas excepcionales y el buen agrado que sentía por varias de las actividades en que era sobresaliente. Ahora bien, descubrió que en ninguna de ellas iba a ganarse la vida, sino que deseaba ser un profesional, en alguna de las ramas de la ciencia y no sabía en cual o en qué sus habilidades de conocimiento, querencias y gustos le brindarían más y mejores posibilidades.
En este camino, y durante dos años, hasta los 18 años, aplicado a la búsqueda de opciones, sentía otro llamado potente, en su interior, que le hacía pensar en Dios y buscarlo con ansias. Pudo, después de un tiempo, conciliar sus opciones con este fuerte llamado y descubrió que estaba destinado a, siendo profesional, ocupar un importante y amplio espacio de su vida, en la actividad espiritual, que incrementase, clarificase y potenciase su relación con Dios. Decidió que cualquier actividad y profesión que emprendiese, sería siempre sujeta a los postulados de la cordialidad, la bondad, la caridad, la oración y la ayuda a otros, para ser con esos otros, parte del pueblo de Dios.
De aquí en adelante, su camino se aclaró, y dejó de tener tantas ansias, confusiones y dudas, pues estaba en posesión de lo más vital e importante: su relación con Dios era lo primordial y todo lo que pensara, dijera e hiciera, sería para acercarlo a Él. Por tanto nunca se permitiría hacer daño a alguien, incluidos los animales y el medio ambiente. Todas sus acciones estarían enmarcadas en un código de bien y buen hacer y enfocado en el bienestar y ayuda a los demás. Tampoco era demasiado importante la religión a la cual pertenecer, pero decidió continuar en la de sus padres, a la luz del precioso ejemplo que había recibido de ellos.
A esto llamo yo: tener una claridad meridiana de nuestro propósito en la vida. Sin importar lo que hagas, siempre harás el bien... este es el camino de la felicidad... vas bien y no tendrás pierde..."tendrás larga vida te irá bien", gozarás de los frutos de tu trabajo, del amor y compañía de los tuyos y tus vecinos; las aguas caudalosas no te alcanzarán.
A estas alturas, ¿tienes una claridad aceptable?
¿Sabes lo que debes hacer?, ¿cuándo hacerlo?, ¿con qué intensidad?
¿Tienes un buen equipo a tu lado?, ¿es confiable?, ¿tienes contratados los recursos necesarios?
Si estas respuestas son positivas, vas por buen camino; confía en tus fuerzas y las de los coequiperos: adelante, ¡buen viento y buena mar! Animo, no desfallezcas; lucha con todas tus fuerzas; el éxito, no podrá esquivarte por mucho tiempo; las dificultades te harán crecer; saborea el camino y bendice los escollos; ellos harán que tu triunfo sea memororable; serás un ej para tus hijos y las generaciones que te sucederán.
¡Dios te bendiga!