El premio imposible

Aunque el premio sea el método preferido por su carácter positivo, hay que utilizarlo con sentido común y observación para que resulten eficaces. Desde las teorías de aprendizaje, los premios sirven para aumentar una conducta deseada, que los niños ya saben hacer pero que raramente o de forma poco frecuente la llevan a cabo. Es muy importante que el refuerzo se dé inmediatamente después de que se haya dado la conducta deseada; como bien sabemos, el refuerzo se puede dar para aumentar una conducta o también para eliminar un hecho o estimulo aversivo nada más producirse. Todo lo anterior es muy básico y también eficaz, aunque hay padres que piensan que ya lo han probado y no han obtenido buena respuesta, es muy probable que ocurra por la forma incorrecta de llevarlo a cabo, convirtiendo un sistema muy útil y agradable, en un juego imposible.

 

No podemos prometer desde el principio premios muy lejanos o irrealizables, además de condiciones muy ambiguas, pues se pueden tornar imposibles para el niño. Por ejemplo, prometerles un premio a cambio de portarse bien, con esta premisa el niño no sabe qué debe hacer exactamente, deberíamos definir bien qué conductas son las que definen portarse bien, que el niño las pueda entender para ponerlas en práctica con éxito.

Cuando se establece una condición genérica como “portarse bien” para recibir algo a cambio, el tiempo va pasando, y al no poder cumplir las condiciones para conseguirlo (que cada vez son más duras) el niño tira la toalla y cesa en sus esfuerzos. Los padres según pase el tiempo, cambien las circunstancias e intereses, pueden definir otras formas de portarse mal y bien, y por tanto alejar de nuevo al niño de la meta y así de su premio. Como resultado, el comportamiento del niño empeora. Y finalmente algún día por remordimientos o porque los padres tienen un buen día terminan dando al niño el premio de forma inmerecida, incluso a regañadientes. Esta forma de proceder genera sensación de fracaso en los padres, y en los niños desconcierto e injusticia, interiorizando el mensaje: “no vale la pena esforzarse”.

Por ello debemos de jugar limpio, acotar bien y explicarle de forma sencilla los comportamientos que debe aumentar el niño para conseguir su premio. No cambiar a mitad de partido las reglas y hacerlo alcanzable al niño, para así aumentar su motivación.

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