La ansiedad sana

La OMS define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia.

En este curso, partimos de la idea de que las reacciones de ansiedad no están vinculadas a una patología y que son reacciones que habitualmente están dentro de la normalidad.

Es cierto que la ansiedad puede manifestar síntomas desagradables, como temor, preocupación, dificultad para decidir, intranquilidad, etc. Son reacciones adaptativas cuando se manifiesta ante una amenaza real y nos ayudan a enfrentarla.

Por ejemplo, en el examen para obtener el carnet de conducir, es lógico sentir síntomas ansiosos, ya que nuestras capacidades de conducción están siendo evaluadas para decidir si eres una persona apta o no apta. 

En este caso, la ansiedad actúa como una reacción sana y nos ayuda de forma eficiente a contrarrestar el desequilibrio de una amenaza donde o se pierde o se gana.

La ansiedad nos permite equilibrar las respuestas ante eventos difíciles

 

Un ápice de ansiedad mantiene a la persona con un componente apropiado de precaución y alerta en situaciones complicadas.

 

Pero existe una escalera en el grado de intensidad de las manifestaciones ansiosas.

La ansiedad moderada nos moviliza para permanecer concentrados y para hacer frente a los retos. En niveles normales es necesaria e imprescindible para responder de forma eficiente frente a un peligro.

Observamos múltiples situaciones en que las que la ansiedad aparece de forma normalizada, como en los preparativos de una boda, la preparación de un jugador ante la final de liga o en una primera entrevista de trabajo.

 

La ansiedad sana, mantiene a la persona atenta y preparada para los acontecimientos. Actúa como señal de alarma para que el sujeto desencadene reacciones y afronte el peligro.

Nos ayuda en el desarrollo correcto de nuestra personalidad desde la infancia y nos aporta un aprendizaje positivo para conseguir nuevos retos.

Si estas estrategias se realizan con éxito, la ansiedad desaparece.

 

Cuando se manifiesta en exceso y es perjudicial para nuestro bienestar, podríamos considerarla como nociva.

Roser González

Licenciada en Psicología. Terapeuta Clínica. Master en intervención social y comunitaria.

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