Programación de los Turnos de Atención
Planificar los turnos de atención es una tarea muy sencilla. Sólo se trata de confeccionar una planilla o utilizar una agenda (de papel o digital), donde el Facilitador fije, según sus tareas, compromisos y planes a futuro, los días, horarios y duración de cada encuentro.
No es lo mismo un turno para alguien que viene por primera vez (donde la sesión puede durar hora y media o algo más), que para otra que concurre a un encuentro habitual (que dura alrededor de una hora).
Aún así, conviene tener en cuenta algunas situaciones.
- Cada encuentro para el control del estrés muchas veces implicará más tiempo que el previsto. A veces la persona viene de lejos y se retrasa; otras, se extiende demasiado en el momento del diálogo; en ocasiones, cambia el clima repentinamente y provoca demoras urbanas y personales, etc. Estas situaciones (como otras similares) se pueden subsanar en parte si el Facilitador, previamente, supo encontrar la respuesta anticipada a una pregunta tan sencilla como eficaz: ¿Qué hago si…? ¿Qué hago si llueve? ¿Qué hago si llega tarde? etc.
- En otro contexto, es frecuente que las personas ‘cancelen’ su turno sobre la hora, por el motivo que fuera. Incluso, a veces ocurre que ni siquiera avisan que no podrán concurrir a la cita prevista. Simplemente no vienen. Estos incidentes son muy difíciles de manejar. El facilitador podrá hacer toda la docencia que quiera (y está bien que la haga) sobre la importancia terapéutica y operativa de respetar y concurrir a cada encuentro pactado. Pero lo cierto es que, llegado el momento, simplemente deberá aceptar que una sesión prevista no se concrete, con o sin aviso.
Sobre esto, tres consideraciones:
a. Interpretar siempre el tiempo destinado al gabinete como un momento de trabajo ‘relacionado’ al mismo.
Es decir, no entender la inasistencia de una persona a un turno como un ‘tiempo libre’. Los encuentros previstos se podrán llevar a cabo o no. Sin embargo, cuando se produce la cancelación de un turno, siempre se podrá hacer otra cosa, como analizar una ficha, investigar alguna cuestión, avanzar en la producción de un material didáctico, etc.
b. Comunicarse con la persona, a fin de tomar conocimiento sobre los eventos que le impidieron concurrir; y -si fuera conveniente- acordar un nuevo turno.
c. Intentar descifrar los motivos reales por los que no concurrió. En la mayoría de los casos, un paciente no asiste a una sesión por motivos totalmente entendibles y justificables. Pero, a la par, algunos se escudan en presuntas complicaciones para disimular su intención de abandonar la totalidad de los encuentros previstos. Si a juicio del Facilitador una falta concreta correspondiera a esta última posibilidad, lo que menos conviene es intentar acordar un nuevo turno. Lo aconsejable sería dejar todo en manos de la persona. Para esto, normalmente basta una sola pregunta: ‘Le entiendo. ¿Qué le parece si, cuando lo crea oportuno, me llama y recién allí nos ponemos de acuerdo para su nuevo turno?’.