Formas de considerar al tiempo (I)

Al hacer referencia al “tiempo”, podemos darnos cuenta que es un concepto muy voluble, en ocasiones rígido, en ocasiones elástico, y así deambula por la vida. Para muestra un botón, veamos las frases que a diario utilizamos para referirnos al tiempo: el tiempo vuela, el tiempo  no se detiene, el tiempo pasa, entre otras.

En el Modern Business Reports (MBR) se presentan las siguientes formas de considerar el tiempo:

1.      El tiempo como amo.

2.      El tiempo como enemigo.

3.      El tiempo como misterio

4.      El tiempo como esclavo.

5.      El tiempo como árbitro.

6.      El tiempo como fuerza neutral.

 

Analicemos brevemente cada una de estas formas de considerar el tiempo:

 

1.      El tiempo como amo.

Ocurre cuando una persona le confiere fuerza externa, y por ejemplo, decimos “los dictados del tiempo”, la cual no es una mera frase sino una declaración o credo en el poder que el tiempo tiene sobre nosotros. Si consideramos al tiempo de esta forma, le otorgamos pleno poder para convertirlo en el piloto y nosotros nos convertimos en simples pasajeros. Otras frases que reflejan este tipo de actitud son: “es sólo cuestión de tiempo”, “sólo el tiempo lo dirá”, “el tiempo no espera a nadie”.

Según el MBR, existen algunos comportamientos específicos típicos de la gente que se considera a sí misma esclava del tiempo. Entre estos detalla los siguientes:

·        Abandonar la idea de hacer algo porque es “muy tarde” o “muy temprano” para ello, aunque uno realmente quisiera hacerlo. Por ejemplo, privarse de ir a una fiesta o a un juego de naipes, porque eso lo tendría a uno levantado más allá de la hora acostumbrada; o rehusar la invitación a un partido de fútbol vespertino que contribuiría a relajar las tensiones del día, porque eso requeriría dejar la oficina antes del horario habitual de salida.

·        Formarse hábitos personales muy rígidos fijados al reloj, sin tener en cuenta otras ventajas. Por ejemplo, algunas personas se levantan exactamente a la misma hora cada día, independientemente de lo que tengan que hacer o aunque determinado día prefieran mucho más quedarse en la cama. Otros toman su almuerzo habitualmente a las doce en punto aunque no tengan hambre.

·        Atarse a un horario predeterminado, aún cuando un pequeño incumplimiento del mismo para hacer algo que nos da placer no acarreará una consecuencia adversa. Un ejecutivo que asiste a una convención, por ejemplo, abandonó una sesión en la cual estaba profundamente interesado debido a que se extendió más allá del tiempo destinado para la misma,

aunque la sesión siguiente a la cual tenía programado asistir era de mucho menos importancia para él. Otro ejecutivo se empeña en tomar el tren de las 5:45 a.m. todos los días aunque para ello tenga que sofocarse, en vez de tomar con más calma y descansadamente el tren de las 5:55 a.m. o el de las 6:05 a.m.

·        Confiar en el reloj más que en otros indicios para determinar qué es lo más apropiado para hacer. Algunos ejecutivos creen que un periodo de una hora es el lapso adecuado para una reunión de negocios, no importa cuál sea el tema que deba tratarse o el grado de importancia de la discusión. Otros se sienten incómodos cuando las llamadas telefónicas de larga distancia pasan de, digamos, 10 minutos, aunque la llamada ahorre días de viaje o una reunión.

 

Este tipo de comportamiento puede redundar en llevar una vida más fácil, debido a que se tienen menos decisiones que tomar. O la persona se libera de responsabilidades simplemente diciendo “no depende de mí, lo dice el reloj”.

Pero el MBR establece que hay muchos inconvenientes en esta actitud con respecto al tiempo. Al abdicar la responsabilidad de las decisiones que se presentan minuto a minuto, el individuo erige rígidas barreras a su alrededor que sirven como una protección contra posibles confusiones, inseguridades, incertidumbres y riesgos; pero que también pueden coartar las oportunidades en el trato espontáneo entre personas, en el desenvolvimiento personal y aún obstaculizar el desarrollo de descubrimientos mayores en la profesión de cada uno. Cuando el tiempo es el amo, los otros valores y objetivos toman un segundo lugar.

 

2.      El tiempo como enemigo.

El MBR establece que cuando se ve el tiempo como a un enemigo, significa que debemos prepararnos para una batalla. Expresamos con determinación en “ganarle al reloj”, como si pudiéramos acumular como capital los pocos minutos u horas que se ganan. Sin embargo, el tiempo continua su marcha.

El MBR establece los siguientes comportamientos típicos de las personas que tratan de “ganarle” al tiempo.

·        Cuando existe una carrera por vencer horarios y plazos, sin importar lo que la actividad requiera. Por ejemplo, un ejecutivo que guía su coche todas las mañanas al trabajo, se divierte tratando de encontrar caminos más cortos para “establecer un récord”. O un gerente que se esfuerza enormemente para cumplir con un plazo extremadamente corto que él mismo se impuso para una asignación de tareas, aunque a nadie le importe que ese trabajo se cumpla con tal brevedad.

·        Sentirse triunfante por llegar temprano o vencido por llegar tarde. En este caso la gratificación o mortificación se relacionan solamente con el propósito para el cual el tiempo está destinado. Por ejemplo, algunos ejecutivos tienen el hábito de presentarse temprano a las reuniones, aunque luego deban esperar hasta que los demás lleguen. Otros se sienten mortificados cuando llegan aunque sea unos pocos minutos tarde a una cita, no por el inconveniente que causen a otra persona, sino porque lo consideran una batalla perdida frente al tiempo”.

·        Juzgar a otras personas por la eficiencia en el empleo del tiempo más que por la eficacia en la realización del trabajo. Esto es algo que ocurre a menudo en nuestra vida cotidiana con más frecuencia de la que imaginamos. El MBR expresa que cuando la lucha contra el tiempo adquiere un valor supremo, un jefe tiende, por ejemplo, a valorar más a un subordinado que obtiene rápidos resultados que a otro que analiza más profundamente hasta encontrar la solución más correcta. El mismo jefe prefiere a un colega que dirige las reuniones en el tiempo preciso, más que a otro cuyas reuniones son más flexibles, independientemente de los resultados de unas y de otras.

Tomar al tiempo como a un enemigo tiene sus pro y sus contra según el MBR. Una ventaja de considerar al tiempo como a un enemigo es que se acicatea el espíritu de competencia, que muchos piensan que es la llave del éxito. Otro atractivo es el impulso de vencer a las fuerzas naturales, primarias, de las cuales el tiempo es nuestro contacto inmediato.

El mayor inconveniente en luchar contra el tiempo es, por supuesto, lo inevitable del fracaso eventual. Pero hay también consecuencias negativas inmediatas. Cuando la mente está casi constantemente en estado de guerra, pocas experiencias, pocas relaciones, y hasta pocos logros y momentos felices pueden apreciarse en su totalidad. Se torna difícil vivir en el presente cuando nuestra mente está constantemente en estado de alerta preparándose para la próxima batalla. Las satisfacciones son pasajeras y la vida pierde atractivo.

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