Ejercicio físico

El ejercicio físico mejora la salud de cualquier persona pero, en el caso de los pacientes que sufren Alzheimer, además constituye una forma de estimular las capacidades físicas y cognitivas que se están deteriorando. La actividad física también va a contribuir a mantener las relaciones sociales y a mejorar el estado de ánimo del paciente.

 

La práctica de ejercicio ayudará al enfermo de distintas maneras. En primer lugar, detendrá la pérdida de masa ósea y muscular, así como la atrofia de los músculos que se deriva de la inmovilidad. En segundo lugar, mejorará la actividad cardiovascular y la capacidad pulmonar, lo que influirá en trastornos secundarios que el paciente pueda sufrir. Además, la práctica de ejercicio físico mejora la coordinación, la concepción del esquema corporal y la orientación temporal y espacial, aparte de favorecer el sueño y el descanso.

A pesar de que los primeros cambios que produce la enfermedad son de carácter neurológico y afectan directamente a las capacidades cognitivas, posteriormente también se verá perjudicada la movilidad. Por este motivo se debe recurrir a la estimulación física y la psicomotricidad para incentivar las capacidades motoras de la persona con Alzheimer.

A medida que avance la enfermedad será necesario adaptar las actividades que se realicen con el enfermo a sus habilidades actuales y a su capacidad de discernimiento. De cualquier forma, los ejercicios deben ser sencillos, lentos y su intensidad debe ser progresiva. Será mejor trabajar en grupo para favorecer la interacción social, y se pueden introducir elementos externos que ayudan a trabajar aspectos cognitivos, como pueden ser los aros, las cuerdas, las pelotas o las picas, por ejemplo.

Es importante que mantengamos el mayor tiempo posible la autonomía del paciente para moverse por sí mismo. Para ello, se pueden llevar a cabo multitud de ejercicios de movilidad activa. Para comenzar, las actividades pueden dividirse por áreas del cuerpo, trabajando por separado el cuello, el tronco, los brazos, las piernas o la cara. Usaremos ejercicios de rotación, flexión y extensión para estimular estas zonas.

A continuación pueden introducirse ejercicios algo más complejos, que simulen tareas de la vida cotidiana a través de la imitación y la repetición de gestos. Por ejemplo, se le puede pedir al paciente que simule los gestos necesarios para preparar la comida o de algún oficio, como el de policía.

Mientras sea posible, hay que procurar dar paseos regulares con la persona con demencia y evitar que lleve una vida sedentaria. Llegará un momento en que necesite apoyos externos para caminar, pero a través de la estimulación diaria los cuidadores deberán intentar retrasar ese momento el mayor tiempo posible.

Pasear estimula al paciende de EA de múltiples formas.

 

Cuando el enfermo sea menos autónomo y dependa más de sus cuidadores, estos pasarán a estimularlo a través de ejercicios de movilización pasiva. Durante este tipo de ejercicios, es importante trabajar cada articulación por separado, movilizándola de manera lenta y progresiva. No deben realizarse demasiadas repeticiones y es fundamental detenerse si la persona sufre dolor. Igualmente, puede añadirse a estas sesiones la realización de masajes, que favorecerán la circulación y combatirán la rigidez y la atrofia muscular. También mejorarán la relación entre el cuidador y el paciente y ayudarán a este último a relajarse. Estos masajes deben realizarse siempre de forma suave y repetitiva, sin ejercer demasiada presión.

un masaje puede mejorar la relación entre paciente y cuidador.

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