Conclusión

El objetivo último de este trabajo es reivindicar la naturaleza optimista del hombre, que no es más que su capacidad de supervivencia. Una supervivencia que llevamos marcada en los genes y que ponemos a prueba cada vez que la vida “nos estalla en la cara” y nos impone la necesidad de salir adelante ante las dificultades. Por eso todas las personas compartimos –en comunión con las demás- la llamada a ser optimistas como especie.

Cuando la vida nos da parte de su regalo en el sufrir o en las situaciones de frustración o dolor, el Optimismo hace que despertemos y nos volvamos a “poner las pilas”, sea cual sea el resultado de nuestro esfuerzo.

El Optimismo también hace que todos aquellos que disfrutan de otra parte del regalo de la vida -la felicidad, la estabilidad, la serenidad...- puedan escuchar la llamada del dolor de los demás, que es la suya propia, y pasar a “padecer con...” (en vez de com-padecer, que es otra cosa). El optimismo nos sitúa en clave de solidaridad y de acompañamiento porque entendemos desde nuestra experiencia lo que los otros pueden llegar a sentir y sabemos que la búsqueda de la felicidad es posible.

optimismo esperanza

 

Al comienzo expresé la idea de que hay tantas concepciones del Optimismo como personas. Pues bien, mi concepto de optimismo es el siguiente: optimismo es supervivencia con dignidad; una dignidad basada en el respeto a uno mismo y a los demás y basada también en una forma de aceptar la vida afrontándola desde dentro con sus luces y sombras.

Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino”. (Referencia de un fragmento de “El hombre en busca de sentido” de V. Frankl) (19)

No hay ninguna situación en la vida que realmente carezca de sentido. Esto significa que los aspectos aparentemente negativos de la existencia humana, y en especial esa tríada trágica en la que se incluyen dolor, culpa y muerte, pueden también llegar a transformarse en algo positivo cuando se afrontan con la postura y actitud correctas” (Referencia de un fragmento de “La presencia ignorada de Dios” de V. Frankl) (20).

Marta Tamayo Loyo

Licenciada en Filosofía y Letras con C.A.P. y Habilitada en Educación Social por el CEESCYL

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