El estrés en la Convivencia Urbana

Algo similar sucede, también, en el ámbito de la creciente complejidad de la vida urbana, propia de las sociedades modernas. Una complejidad que puede abrumar y convertirse en una potencial fuente de estrés de carácter multidireccional.

Ejemplos:

  • Salvo excepciones, habitualmente las personas deben ausentarse por algunas horas de sus hogares varios días a la semana, para acudir a algún lugar: al trabajo, al mercado, al banco, al domicilio de un familiar, al médico, al colegio, a una repartición pública, a la farmacia, a la iglesia, o a cualquier otra parte que requiera de su presencia física.

Estos desplazamientos implican, de ordinario, algún medio de traslado. Sea el vehículo propio, un micro, un tren o un taxi. En las urbes medias y grandes pocas cosas quedan lo suficientemente cerca del domicilio como para evitar un medio de transporte.

Ahora bien, el simple hecho de tener que salir de casa a menudo con cierta formalidad y adecuada vestimenta, ya implica un mayor consumo de tiempo para la preparación previa, un mínimo de organización familiar (a veces un tanto obligada) y -naturalmente- momentos de tensión más o menos importantes.

Si a esto se le sumara cualquier contratiempo, los niveles de malestar y ansiedad aumentarán rápidamente.

Un neumático desinflado, una visita inoportuna justo antes de salir, una lluvia torrencial, la suspensión parcial o total del servicio público de transporte de pasajeros, una manifestación popular que obstruye la circulación, semáforos no sincronizados que lentifican el tráfico, percatarse (estando en tránsito) del olvido de una documentación importante y necesaria, llegar al lugar de destino y encontrarse con que el personal está de paro; o con un grupo importante de personas que serán atendidas primero, con la consecuencia de una larga espera no prevista, un altercado casual, un exceso de ruidos a causa de un tráfico inusual, etc.20

 

  • Sea por el crecimiento de la población local o sea por el flujo migratorio de familias que dejan sus pueblos o zonas rurales y se radican en la ciudad, son muchas las personas que en la actualidad viven en unidades habitacionales de propiedad horizontal, como pueden ser un edificio de departamentos o un mismo terreno segregado en varios inmuebles individuales.

Por sus características, estas constituyen un potencial y frecuente caldo de cultivo prolongado en el tiempo para el fomento el estrés, a pesar de los reglamentos que pudieran regir al consorcio de propietarios (o inquilinos) en lo concerniente a la convivencia serena y pacífica.21

En estos ámbitos, son tres las principales fuentes de tensión que estresan a los individuos: el ruido, el mal funcionamiento de servicios, sistemas o artefactos, y los hábitos de vida de algunos de los habitantes.

En cuanto al ruido, debe entenderse que todo ruido es molesto y comporta una forma importante de interferencia al equilibrio psicoafectivo y físico (hipertensión, accidentes cardiovasculares, alteraciones hormonales y digestivas e, incluso, alteraciones de la voz, anormalidades en el crecimiento en los niños o dificultades auditivas), más allá de cualquier clasificación que de los mismos se pueda hacer.22 Desde un golpe estruendoso producido en una propiedad lejana a la propia pero que -sin embargo- llega con claridad y fuerza debido a la naturaleza de las estructuras sólidas (vigas, columnas, pisos o paredes) como las ambientales (pasillos o espacios verdes internos) del edificio; hasta la música alta, el ruido de artefactos del hogar, los portazos o gritos de un departamento cercano, por citar.

En relación al mal funcionamiento de servicios, sistemas o artefactos comunes, se pueden enumerar varios. El elevador que no funciona y trastorna –especialmente- a las personas con deficiencias motrices, la falta de iluminación adecuada, desperfectos intercalados en los servicios de energía eléctrica, gas o agua; ausencia temporal del portero sin reemplazo alguno, fallas en los sistemas de seguridad de las puertas de acceso principales, personas extrañas que deambulan por el interior como si fueran operarios pero sin ninguna forma de notificación a los propietarios, etc.

Algo parecido podría decirse también respecto de los hábitos (reiterativos, por su propia naturaleza) de algunos habitantes, como los que realizan reuniones sociales periódicas y sistemáticas en cualquier día de la semana, los que hacen reparaciones ruidosas siempre en el momento del descanso, el denunciador crónico de toda cosa que le molesta, aunque se trate de algo menor, o la actitud enigmática y misteriosa de un vecino que se desenvuelve de un modo tan extraño que sólo genera temor en los demás, etc.

 

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(20) Los residentes de las grandes urbes son propensos a sufrir el Síndrome del Estrés Urbano (SEU), que implica y combina una serie de trastornos físicos, psíquicos, biológicos, y psico-sociales, entre otros.

 

(21) Normalmente los Consorcios de Propietarios cuentan con un Reglamento de Copropiedad en el que, entre otras cosas, se tipifican derechos, obligaciones y limitaciones de todas las partes para asegurar una convivencia pacífica.

 

(22) Los ruidos suelen ser clasificados según que sean propios del medio ambiente (el de las fábricas, de los automotores, los ruidos visuales, los comunitarios); o los que se produzcan en la comunicación (mensajes confusos que no pueden ser comprendidos ni identificados), etc.

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WALTER EDGARDO ECKART

Estudios de Teología y Filosofía. Escritor. Facilitador para el Control del Estrés

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