Adecuaciones al Plan Terapéutico Inicial
No todas las personas reaccionan de igual modo al momento de hacer un proceso para el Control del Estrés. Es una obviedad, por supuesto. Sin embargo conviene recordarlo.
El Facilitador podrá esmerarse sobremanera para ayudar a alguien. Sin embargo, a medida que transcurran los diferentes encuentros pueden aparecer varias sorpresas.
Por ejemplo:
- Después de dos o tres sesiones, la persona desistió de seguir concurriendo a las sesiones pero, al cabo de un tiempo más o menos prolongado, solicita un nuevo turno para continuar.
- Uno o varios miembros del grupo familiar del afectado hacen las veces de ‘importantes disparadores de estrés en el ámbito doméstico’, obstaculizando (e incluso impidiendo) el proceso terapéutico de la persona.
- El paciente decide interrumpir los encuentros por factores económicos o funcionales (no cuenta con dinero o no logra hacerse de un tiempo para concurrir a una sesión).
¿Qué hacer?
El criterio final lo tendrá siempre el Facilitador. Sin embargo, sólo a modo de ejemplos, conviene ofrecer algunas sugerencias.
- Si alguien decide retomar los encuentros después de un tiempo prolongado, se puede planear una sesión especial, orientada a dialogar, ver y evaluar las vivencias de la persona durante el tiempo transcurrido, ofrecer la escucha (en el tercer sillón) de algún material conveniente para la ocasión, aunque ya haya sido utilizado anteriormente, y definir un nuevo turno para abordar un tema específico.
- Si el grupo familiar se ha convertido en un ámbito hostil y estresante para el paciente, tal vez convenga ‘hacerle ver a la persona que es ella misma la que debe plantear en su familia la necesidad de ser ayudada’ por su propio entorno y por alguien más; y que –en tal sentido- debe tener la posibilidad de continuar con el proceso que ella considere adecuado. En ocasiones, el paciente suele proponerle al Facilitador que hable con su familia. En la práctica (y salvo excepciones) esto no es viable ni efectivo.
- Si el problema para que alguien continúe con la serie de sesiones previstas es lo económico o los tiempos, quedará a criterio del Facilitador tanto el hecho de ayudar a la persona sin costo alguno (o dándole la posibilidad de que lo retribuya después), como de acordar ‘horarios especiales’, compatibles con los horarios y tiempos de la persona.
Por último y más allá de las posibles sorpresas, es necesario que el Facilitador, monitorée siempre la evolución terapéutica del paciente, toda vez que (si después de varias sesiones no observa progreso alguno en la persona) éticamente se vería obligado a confesarle a la persona ‘que ya no la puede ayudar’, sin perjuicio -por ejemplo- de que le aconseje algún profesional a quién recurrir.