Residuos especiales
Son residuos que requieren la adopción de medidas de prevención especiales durante la recogida, el almacenamiento, el transporte, el tratamiento y la deposición del rechazo, tanto dentro como fuera del centro generador, ya que (sin llegar a ser considerados como residuos peligrosos) pueden presentar un riesgo para la salud laboral y pública.
1. Residuos de construcción y demolición (RCD): hay que diferenciarlos de los residuos urbanos procedentes de obras menores de construcción y reparación pues aunque tienen la misma naturaleza, la diferencia de escala hace que merezcan un tratamiento a parte. Esta clase de residuos se caracterizan porque tienen la ventaja de que son inertes, por lo que no producen lixiviados, pero una mala gestión de los mismos produciría problemas como:
a. Alta ocupación: son residuos muy voluminosos y de mucho peso.
b. Degradación paisajística: producen un importante impacto visual.
c. Degradación de suelos: eliminan la cubierta vegetal y la materia orgánica disponible para las plantas.
d. Degradación de cauces.
e. Impacto sobre la hidrología.
f. Rechazo social y disminución de la calidad de vida del entorno.
g. Consumo en exceso de recursos naturales.
h. Efectos relacionados con el tráfico pesado: ruido, vibraciones, contaminación del aire.
Como se mencionó anteriormente, la mayoría son inertes, pero cabe resaltar que hay una pequeña fracción de ellos que son peligrosos, como el amianto, las fibras minerales, las pinturas y disolventes…
Una gran parte de los RCD es reciclable y aprovechable, lo que los hace un poco menos perjudiciales pera el medio.
Se generan principalmente en las ciudades, especialmente en aquellas que están experimentado un elevado crecimiento demográfico, lo cual frecuentemente lleva aparejado su correspondiente proceso urbanizador (ciudades emergentes, ciudades dormitorio, ciudades turísticas o de vacaciones, etc.).
2. Residuos clínicos o sanitarios: son aquellos desechos generados en un centro sanitario (instalación donde se desarrollan actividades de atención a la salud), se presentan en cualquier estado y con variada composición, por lo que plantean una especial dificultad para el diseño de un modelo eficiente de gestión. Además, dentro de la regulación comunitaria europea se trata de un sector huérfano, del cual no existe una normativa específica. Se pueden clasificar en las siguientes categorías:
a. Cadáveres y restos humanos.
b. Residuos químicos.
c. Residuos citotóxicos.
d. Residuos radiactivos.
3. Vehículos y neumáticos fuera de uso: la eliminación de la contaminación derivada del uso del automóvil es una tarea difícil y costosa. Para hacernos una idea de la magnitud de esta cuestión, se presentan los datos siguientes:
a) En el ámbito mundial existe un parque aproximado de 600 millones de vehículos y anualmente entran en servicio unos 50 millones nuevos anualmente, retirándose de la circulación 40 millones de vehículos al año.
b) En la UE circulan más de 150 millones de vehículos, aproximadamente, 600 vehículos por cada 1.000 habitantes.
Surge así la Directiva 2000/53 relativa a vehículos al final de su vida útil, con el objeto de minimizar la generación de residuos y fomentar la reutilización y reciclado.
En cuanto a los neumáticos fuera de uso (NFU), cabe decir que el aumento del transporte rodado por carretera en todo el mudo, ha llevado aparejado un incremento en la demanda de neumáticos de todos los calibres. Como consecuencia del desgaste por rozamiento que sufren los materiales que los componen, los neumáticos son residuos importantes (en cuanto a volumen) especialmente en los países desarrollados donde, hasta hace poco terminaban frecuentemente en vertederos, muchas veces incontrolados.
Hoy en día la legislación de muchos Estados obliga a gestionarlos de manera separada y se han creado plantas de reciclaje específicas para ellos, donde se aprovecha el caucho para mezclas bituminosas que luego se van a emplear en asfaltos de carreteras, pistas de deporte, céspedes artificiales, suelas de goma…
4. Lodos de depuradoras: son la materia sólida contenida en las aguas residuales, que se separa de la fracción líquida en los sistemas de depuración, y que debe gestionarse de manera independiente.
La materia orgánica es la mayor fracción de las que componen los fangos provenientes de las aguas residuales urbanas, esto hace posible que los lodos puedan ser utilizados en numerosos procesos de compostaje para la obtención de abonos (que podrán usarse para aquellos fines permitidos por la ley) o en sistemas de valorización energética (por gasificación, biometanización, incineración…), pero que también deban ser estabilizados y tratados antes de su eliminación definitiva (por medio de sistemas de secado solar, secado térmico, deshidratación mecánica, incineración…).
5. Residuos agrarios: son aquellos desechos resultantes de la actividad agrícola y ganadera, una fracción muy importante de los cuales está caracterizada por poseer grandes concentraciones de materia orgánica. Son los residuos abundantes, dispersos y difíciles de controlar, constituyendo uno de los principales focos de contaminación de las aguas superficiales, los acuíferos y los suelos. Al aumentar la concentración de explotaciones agrícolas y ganaderas intensivas en un determinado lugar, también se agranda el riesgo de contaminación y, por tanto, se hacen necesario sistemas de gestión de residuos adecuados a esas circunstancias.
Mención especial merecen los residuos plásticos agrícolas, procedentes de los materiales que componen las cubiertas de los cultivos bajo invernadero y otros revestimientos. Estos generan a la postre un residuo difícil de gestionar, especialmente por los lugares donde se producen (alejados de núcleos de población importantes y entre ellos). En muchas zonas los agricultores se suelen deshacer de ellos mediante el vertido o la quema incontrolada. Esta última resulta especialmente peligrosa ya que se lanzan a la atmósfera elevadas cantidades de CO y compuestos tóxicos procedentes de los aditivos que se emplean en su fabricación.
6. Residuos forestales: son los procedentes de las siguientes actividades:
a. Limpieza de zonas verdes y actividades de jardinería.
b. Muebles usados y otros enseres de madera generados en los hogares.
c. Actividades silvícolas (clareos, podas, limpieza de matorrales…)
d. Fabricación de productos de madera….
Secularmente el hombre, en muchas zonas forestales del planeta, ha llevado a cabo la explotación equilibrada de los recursos madereros de los bosques, esto permitía a las poblaciones locales vivir del mismo sin perjudicarlo. Pero es que incluso estas actividades de aprovechamiento beneficiaban la perpetuación de la masa forestal en ese lugar, por ejemplo, la retirada por el hombre de árboles caídos evitaba que esa madera pudiera secarse allí produciendo un incendio en épocas estivales.
Actualmente esta tarea la realizan los gestores de ciertos espacios naturales protegidos, con el fin último de evitar incendios, y se denomina “gestión del combustible”. Esta tarea es, al fin y al cabo, la de gestión de un tipo de residuo, los forestales.
Cabe decir que muchos de estos residuos son reciclables y también se aprovechan para la obtención de energía a partir de la biomasa, pues según la Directiva Europea de Energías Renovables 2001/77/CE se deben promover nuevas fuentes energéticas ecológicas, que no generen residuos.
7. Residuos mineros: para obtener minerales valiosos es comúnmente necesario extraer una gran cantidad de materiales de poco valor económico a los que se encuentran unidos. Tras la separación oportuna, estos rechazos se acumulan en las explotaciones mineras a la espera de que se les de una ubicación definitiva. Además, para alcanzar la pureza o concentración requeridas por el mercado, es preciso someter al mineral a una serie de procesos de tratamiento durante los que también se generan residuos como escorias, cenizas, lodos, etc.
8. Otros residuos industriales no peligrosos: A menudo, en las fabricas se producen residuos que, sin ser peligrosos, requieren ser tratados de una manera especial por no poder ser tampoco asimilables a los residuos urbanos. Puede tratarse de residuos de equipos eléctricos y electrónicos (y sus componentes), de material contaminado (envases, absorbentes, tejidos…), de fungibles que se han consumido (cartuchos, lámparas, cuchillas…), etc.
Para este caso las cantidades generadas o la naturaleza de los residuos, no permiten que sean gestionados como si fueran de origen domiciliario, y exigen de un acuerdo con la administración competente para el tratamiento de estos residuos o, incluso, del establecimiento de un sistema de gestión propio cuya implantación y mantenimiento asume la propia organización.