El Estado y el poder
El Estado es, lisa y llanamente, coerción. Se impone y ejerce su autoridad sobre otros; y fue la política la que le brindó el sustento teórico – práctico para ejercer el poder y la dominación de manera amplia.
Sin que aún existiera como una burocracia formal como se conoce actualmente, los remedos de Estado ejercían el poder en las pululantes ciudades orientales y romanas, con formas de gobierno provocativas.
La máxima autoridad que detenta el Estado, tiene distintos orígenes: San Agustín indicó que Dios había creado un poder temporal para manejar los asuntos públicos; los contractualistas lo ubican en un “pacto” imaginario pero fundante para darle autoridad y legitimidad.
El economista Mancur Olson dice que, antiguamente, existían bandas de ladrones errantes que fueron tentados por los pobladores para que les “robaran” durante todo el año (y no irregularmente) a cambio de protección contra otras bandas. Es decir, un origen mafioso.
Los Estados a lo largo de la historia tuvieron distintas formas de gobierno: Imperios, Monarquías absolutas, parlamentarias, Repúblicas “familiares” (como en la Italia de Maquiavelo), Democracias restringidas y ampliadas, pero fue Max Weber, en el siglo XX, quién más amplia y específicamente definió al Estado como:
“… una asociación de tipo institucional, que en el interior de un territorio ha tratado con éxito de monopolizar la coacción física legítima como instrumento de dominio, y reúne a dicho objeto los medios materiales de explotación en manos de sus directores pero habiendo expropiado para ello a todos los funcionarios de clase autónomos, que anteriormente dependían de aquellos por derecho propio, y colocándose a sí mismos, en el lugar de ellos, en la cima suprema”. (Weber Max, Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica, pags. 1043 – 1076).
Weber también describió cómo el ejercicio del poder se relacionó con ciertas características de dominación histórico – sociales: dominación tradicional, basada en la costumbre así como por pautas de convivencia muy elementales y cuasi irracionales; dominación carismática, basada en la personalidad del líder (de carácter muy inestable); y por último, la dominación racional – legal, última esta, basada en principios legales y técnicos.
Éste último tipo de dominación es la que le da estabilidad al Estado moderno y a la burocracia, su razón de ser.
Sin embargo, el Estado y el ejercicio omnímodo del poder, despertó desde temprano serios recelos entre los pensadores más modernos.
Recuérdese que en la primera lección se indicó que la política como ciencia es preventiva (no predictiva) y varios reconocidos autores decidieron que era su obligación reflexionar (y hacer reflexionar) sobre el poder del Estado.
Particularmente Montesquieu (y en menor medida Locke) planteó la necesidad de “dividir” el poder del Estado en tres esferas para fomentar una política de frenos y contrapesos.
Estos poderes son: el ejecutivo, legislativo y el judicial. La división de poderes se implementó tras la independencia de las colonias americanas de la corona británica con algún éxito.
La adopción de los frenos y contrapesos tiene por finalidad acotar el poder del Estado ya que, como dijo James Madison en El Federalista "… ¿qué es el gobierno sino la mayor de las reflexiones sobre la naturaleza humana? Si los hombres fueran ángeles no sería necesario ningún gobierno. Si los ángeles fueran a gobernar a los hombres, no se necesitarían controles internos y externos al gobierno". (El Federalista, ediciones varias).
Desde la perspectiva de la economía, el poder del Estado también se ha inmiscuido e influido decisivamente en la vida de los seres humanos, como queda en evidencia cuando se hace referencia a los “precios políticos”, es decir precios que han sido distorsionados por la autoridad para favorecer algún sector de la población.
Y, como bien dice un adagio de la economía: “se puede hacer de todo, menos evitar las consecuencias”, queriendo decir, sugerentemente, que los efectos de tales medidas son impredecibles.
Hay autores que, a fuerza de interpretaciones históricas, han encontrado diferentes tipos de Estado: 1°) el Estado absolutista (siglos XVI y XVII); 2°) el Estado Liberal (s. XVIII y XIX); 3°) el Estado Intervencionista (a partir de 1930); 4°) el Estado de Bienestar (a partir de la II Guerra Mundial; y el 5°) Estado Neoliberal (a partir de los ‘90s, hoy supuestamente en crisis).
La enumeración precedente es un tanto caprichosa, sesgada, generalista e intencionada.
Si alguna vez existieron cada uno de ellos, seguramente, lo hicieron de manera simultánea y difícilmente sea posible identificarlos más allá de algún representante fehaciente.
Es más enriquecedor estudiar y analizar tales perspectivas históricas desde los acontecimientos históricos puntuales, así como de los instigadores materiales e intelectuales que hicieron de ese Estado un actor fundamental, con determinada identidad histórica.
Ahora bien, pese a que es difícil que actualmente se discuta la mera existencia del Estado, lo que está en juego hoy es el problema de la relación autoridad – libertad, así como evitar que la autoridad se convierta en opresión.
Como corolario, cabe citar al escritor F. Holderlin, cuando dice:
"Lo que ha hecho al Estado un infierno en la tierra ha sido, precisamente, el hombre tratando de hacerlo un cielo".