La voz. El ritmo

El contenido de los diálogos tiene que llegar al público con toda claridad. De ahí la importancia de una dicción clara y una voz lo suficiente llena para que llegue al último de la fila.

Me remito a los ejercicios para la voz de nuestro curso “Taller de Teatro”. Recordemos que la voz se puede situar en tres resonadores corporales, como son la cabeza, el pecho y el abdomen, y que puede ser brillante, mate o aguda.

Lo mismo que un deportista tiene que hacer ejercicios de mantenimiento y preparación, el actor, antes de empezar sus ensayos, también debe de hacer sus ejercicios.

Se recomienda no hablar atropelladamente, pronunciando bien cada palabra, preocuparse mucho de la pronunciación de las líquidas (l y r), que son las que más dificultad entrañan y no pisar el parlamento del compañero, espere que acabe antes de intervenir.

La acción teatral, lo mismo que la música tiene su ritmo, con momentos que se destacan más que otros, con sus comas y sus silencios. El silencio es tan bello como el sonido.

Hay una tendencia entre los amateurs de cubrir todo silencio con música, como se haría en el cine. Es un error. No hay que abusar de la música en la puesta en escena; solo debe incorporarse cuando es estrictamente necesaria, En mi caso, sólo la utilicé tres veces a lo largo de toda la obra: la Marcha Triunfal de Aida, en la entrada de Agamenón y Casandra; el dúo de las flores de Lackmé (Delibes). cuando entran las furias acosando a Orestes. y al final Mable Halls, cantado por Enya

Otro consejo, no abuses de los monólogos.

Erasmo Juan Delgado Domínguez

Licenciado en CCPP y Sociología (Antropología Social)

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