¿Llegó el momento de la renta variable?

La renta fija ha dejado de ser rentable debido a los bajos tipos de interés que están llevando a cabo las políticas de estímulo de crecimiento y liquidez de los Bancos Centrales. Ante esta situación atípica, por decir algo, el inversor doméstico se encuentra con que no es capaz de encontrar nada en los Mercados Financieros que le dé un rendimiento superior al 1% sin asumir riesgo. En peor situación se encuentra el que, llegado el vencimiento de su depósito, se lo renuevan tácitamente a un interés inferior al 1%. Todos ellos afortunados porque, hasta hace muy poco, la inflación ha estado de su parte a modo de deflación y no les ha mermado las ganancias. Ante este desolador escenario la renta variable les abre sus puertas con el consabido riesgo que ella trae consigo.

El ahorrador no las tiene todas consigo recordando el panorama que ha vivido estos años atrás. Muchos inversores han visto como han tenido que morder el polvo de la imprudencia de la especulación. Seguro que siguen pensando que esto puede ir a peor y no están dispuestos a pasar por el mismo calvario. Cada uno que opine lo que quiera, está en su derecho, faltaría más, pero creo que el pequeño inversor no debe dejarse llevar por las falsas impresiones y comentarios: debe de guiarse por sus objetivos personales y cuidar su cartera como si de un tesoro se tratase, teniendo muy claro que la búsqueda de rentabilidades lleva aparejado un aumento considerable en el nivel de riesgo, teniendo claro que cada inversor tiene el suyo propio. Por todo ello, una adecuada selección de valores, asociada a una gestión exhaustiva del riesgo implícito, debería de generar una rentabilidad razonable a las carteras sin necesidad de ser grandes gurús en finanzas.

Los expertos llevan tiempo pronunciándose, debido a las subidas que están experimentando los índices mundiales, sobre la incorporación de la renta variable en las carteras de los ahorradores. Ante la pérdida de rentabilidad y posibles ratios negativos para la renta fija, no hay otra opción que incorporar títulos que tengan un poco más de riesgo. Ante esta “dramática” situación, la Encuesta de Sentimiento de Mercados les da la razón, lo que lleva a los analistas a que estén poniendo en el punto de mira la renta variable europea y, más concretamente, la nacional.

La concesión de créditos está comenzando a cuajar lo que nos lleva a una incipiente aceleración del crecimiento. Las políticas económicas deberían guiarnos por el camino de la recolección para incentivar la inversión de las empresas para así éstas generar valor al accionista. De esta forma, la inversión en renta variable minimizaría en algo el riesgo y ayudaría al inversor doméstico a incentivar su visión más rentable sobre la renta variable. Pero la evolución de la economía europea no está en simbiosis con los deseos de crecimiento económico como bien lo expresan Draghi, de Guindos y el mismísimo Banco de España por el lastre de la todavía falta de crédito y el elevado desempleo. Ninguno duda del crecimiento, pero no a la velocidad deseada. La Bolsa no es inmune a esta situación y es capaz de digerir todas las noticias que lleguen y lo estamos viendo.

No nos olvidemos que la gran protagonista de los Mercados Financieros es la Bolsa. Y la Bolsa es renta variable. Y es variable  porque se desconoce su evolución. Y ahí es donde está el quid de la cuestión. En la renta fija sabemos de antemano cuál será la rentabilidad que se obtiene al final del plazo pactado con el emisor; en las acciones, por el contrario, se desconoce el beneficio a obtener en el momento de la adquisición y el control deberá ser total para no incurrir en pérdidas insoportables.

Las ganancias en la renta variable vienen de la mano de las acciones de las empresas cotizadas. Si la empresa cotizada obtiene beneficios podrá repartir dividendos entre los accionistas. Si la empresa tiene éxito, el accionista comprará más acciones haciendo subir el precio de las mismas y así, podrá obtener rentabilidad al venderlas a otro comprador que esté dispuesto a comprarlas a ese precio. Y este es el mundo de la Bolsa.

La Bolsa, es triste decirlo, no se creó para el inversor doméstico pero los grandes se dieron cuenta de que éramos necesarios y nos dejaron entrar en su mundo. Entonces, ya que estamos dentro, aprovechémonos de la situación sin que se aprovechen de nosotros. Ya sé que es difícil pero no imposible.

Para demostrar lo anterior veamos cómo la evolución de los Mercados Financieros discurre por varias fases. A saber. Partiendo, por ejemplo, de una fase bajista, el pequeño inversor vende sus títulos a la desesperada a otros inversores que lo que hacen es acumular acciones a un “módico” precio. Cuando el periodo de ventas cesa, el precio se mantiene en ese suelo por un tiempo indeterminado que dependerá, en gran medida, por los fundamentales de la compañía cotizada. Durante este periodo, los grandes inversores son los que, como si de un coleccionista se tratase, adquieren títulos formando así la fase de acumulación.

Seguidamente nos encontramos con la fase alcista. Los poderosos van soltando papel sutilmente para no perturbar la subida y el resto lo venderán cuando la cotización esté en el techo.

Cuando se llega al techo, las manos fuertes sueltan todo el papel. Las noticias acompañan y los novatos adquieren todas las acciones que existan en el mercado. Estamos ante la fase de distribución hasta que ya nadie compra y comienza la siguiente fase que será bajista. Vuelta a empezar otra vez el ciclo. En este caso, el minorista se queda pillado viendo caer el Mercado días tras día convirtiéndose en un convidado de piedra y esperando a que suba de nuevo la cotización pero al no hacerlo, vende, como siempre, en el peor momento.

La pregunta que surge no se hace esperar ¿en qué fase se encuentran ahora los Mercados Financieros: distribución o acumulación? Solo el paso del tiempo nos sacará de dudas.

Las acciones, los fondos, los depósitos, cualquier producto financiero es igual para todos, tanto para el minorista como para el mayorista y esa es la magia de los productos financieros. Entonces, si el producto es igual para todos por qué no es igual la gestión. Pues esa diferencia es primordial y la responsable de las desventuras o del éxito del ahorrador.

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