El problema del lenguaje en el conocimiento
¿Cuál es el papel del lenguaje en todo esto?
El lugar asignado al lenguaje en el marco de la epistemología es naturalmente algo complejo pero cuya resolución sucede por fuera de la disciplina misma. Durante siglos y hasta milenios se debatió la naturaleza del lenguaje y su posible relación con la realidad. Como es de esperar, se han desarrollado dos posturas generales en esta polémica cada uno con defensores y detractores.
Ante la posibilidad del lenguaje de describir la realidad, una postura sostiene que la realidad es perfectamente descripta por el lenguaje. La alta funcionalidad que ha tenido el lenguaje, la etimología, la posibilidad efectiva de comunicarnos y compartir lenguaje dentro de una comunidad (entre otros argumentos más complejos) parecen indicar que el lenguaje es un humilde reflejo de las cosas. Claro está, la forma en que nombramos las cosas da cierta forma a nuestra percepción de la realidad, pero lenguaje y realidad son equivalentes.
Del otro lado tenemos las teorías que, fundamentadas principalmente en la arbitrariedad, proponen una total disociación lenguaje-realidad. Detengamonos un momento, ¿no hay acaso muchísimos y diferentes idiomas?, ¿qué tiene, en español, la palabra mesa que de alguna forma describe la mesa? Al parecer nada, puesto que sino no se diría table en ingles, tabelle en aleman o maca en bulgaro. Si, indudablemente es cierto que de alguna manera suenan parecido o pueden rastrearse similitudes, pero eso es debido a que todas son lenguas romances. Al salir de este espectro e ir por ejemplo a lenguas tonales como las africanas queda sin sustento la sospecha. Esta postura plantea que no solo el lenguaje no tiene relación de equivalencia con la realidad sino que lo que hace es conformarla.
La relación lenguaje-pensamiento ha sido estudiada e incluso hoy día lo es, por el interés que suscita en distintas disciplinas así como por su transversalidad a la actividad humana. Las conclusiones más aceptadas proponen una relación indisociable, lo que quiere decir que no puede establecerse un primero o un segundo en esta díada: pensar y el soporte del mismo solo se separan por una división analítica o artificial, propia de la observación y reflexión.
En este debate es que entra el lenguaje en relación con la epistemología. ¿Qué sucede con el conocimiento si, por ejemplo, está condicionado por el lenguaje que lo describe? En ese caso nos encontraríamos ante un sesgo de observador, la supuesta realidad perdería su objetividad. Por otro lado una relación de equivalencia no se condice con los matices que adquieren las palabras en distintos idiomas, colocándonos necesariamente en una posición intermedia para no supeditar la validez de la epistemología a los caprichos de los estudiosos del lenguaje: es cierto que el lenguaje construye en alguna medida realidad, pero la realidad tiene un peso por si mismo que es ineluctible. Dicho de otra manera, antes de nombrarse las cosas existieron, y existirán incluso después de que nadie las nombre.