Importancia de esta ciencia
Las decisiones de asignación de usos al suelo pueden llegar a ser de cierta trascendencia y en ocasiones críticas, dando lugar a importantes beneficios o pérdidas según el uso a que se destine un determinado sector del territorio. Tales efectos pueden tener tanto incidencias económicas como medioambientales si son susceptibles de desencadenar procesos de degradación y contaminación.
Cuando un planificador debe tomar decisiones sobre la asignación de usos a un territorio parece evidente que debe ser necesario un conocimiento del mismo, dado que no todas las superficies son equivalentes y deben tener los mismos usos.
La sociedad industrial utiliza los suelos tanto para fines agrícolas como para fines industriales, ganaderos, forestales, urbanísticos, etc.
Toda política de ordenación del territorio debe ser concebida en función de las características de los suelos y de las necesidades de la sociedad.
El suelo puede destinarse a múltiples usos según las necesidades económicas y sociales, pero la elección debe tener en cuenta sus características, fertilidad y los servicios socio-económicos que puedan rendir a la sociedad actual y futura. Estas características determinarán si deben emplearse con diferentes fines: agrícolas, forestales u otros.
- Agricultura:
El hombre primitivo sólo utilizaba los recursos en cantidades tan pequeñas que los ecosistemas permanecían intactos. Con el comienzo de la agricultura, los sistemas de vida de plantas y animales fueron alterados. El primero de los recursos afectado por esta actividad fue el suelo. Sobre el suelo se desarrollan las actividades agrícolas suministradoras de las reservas alimentarias de la humanidad. Estas reservas dependen de la eficacia y racionalidad con que usemos los recursos disponibles para la agricultura.
Ganadería:
También la ganadería puede alterar el equilibrio entre la cobertura vegetal y los suelos que la soportan, especialmente cuando los pastizales son utilizados de manera prolongada. La sobreexplotación de las áreas ganaderas conlleva la degradación del suelo. Muchas regiones subdesérticas, como las situadas al sur del Sáhara, han ido convirtiendose en zonas totalmente desprovistas de vegetación, al sumar los efectos de sequías cada vez más acusadas, con los del pastoreo indiscriminado de sus escasos recursos vegetales.
Forestal.
En ciertas regiones la deforestación por talas o incendios provoca una rápida erosión del suelo por efecto de la escorrentía superficial, más acentuada en un régimen de precipitaciones torrenciales, como las que se producen en los países mediterráneos. Este es el caso de una gran parte de la Península Ibérica, en la que en los últimos siglos ha desaparecido la mayoría del bosque autóctono (encinares y robledales) en pro de tierras de cultivo.
Los pinos y eucaliptos con los que se han repoblado algunas áreas montañosas no crean el mismo soporte edáfico que las especies autóctonas. Los pinares constituyen, una etapa subóptima en un hábitat en cuyo clímax está constituido por el bosque de frondosas. Así mismo, la creación de masas monoespecíficas de coníferas favorece la propagación de incendios forestales, cada vez más numerosos. No obstante, están justificadas estas repoblaciones por la frugalidad de dichas especies por lo que son adecuadas para la calidad de los terrenos en que se plantan.
En el caso particular de los eucaliptos (es una especie introducida en la Península Ibérica) es considerada como una especie empobrecedora del suelo, ya que su rápido crecimiento exige la utilización de sustancias nutritivas en gran cantidad. En adición a esto, sus hojas no aportan materia orgánica, puesto que por ser ricas en eucaliptol (o cineol) destruyen las bacterias presentes en el suelo.
No obstante también hay que tener en cuenta los aspectos económicos, ya que la producción de madera, materia prima de al que España es deficitaria, es extraída en buena parte de pinos y eucaliptos.
Uso urbano:
Las ciudades ocupan y hacen estéril el suelo en que se levantan. Repercuten desfavorablemente sobre las zonas vecinas en razón de las infraestructuras necesarias al funcionamiento del espacio urbanizado (carreteras, conducción de agua, etc.) y de las cantidades de desechos a evacuar.
Operaciones tales como la construcción de presas, puentes, carreteras, ferrocarriles, canales, fábricas o edificios, ocupan con frecuencia los mejores suelos agrícolas de la zona, causando trastornos al desarrollo normal de la actividad agraria. Así, se producen parcelaciones, se establecen servidumbres de limitación de construcciones en una determinada franja de terreno y se crean expectativas de plusvalía del suelo, lo que repercute negativamente en la explotación agraria.
Las líneas eléctricas y telefónicas imponen también servidumbres a la explotación agrícola, ya que en la franja de terreno que ocupan existen limitaciones para establecer determinado tipo de plantaciones. Lo mismo ocurre con las instalaciones de oleoductos y gasoductos.
Por otra parte, la realización de las infraestructuras implica la extracción de áridos, lo que da lugar a la creación de grandes excavaciones, que son abandonadas al finalizar la obra, sin ninguna adaptación posterior, por lo que terminan convirtiendo los terrenos en charcas o basureros.
Es necesario, por tanto, prever su repercusión, adoptando medidas adecuadas que evitan los efectos nefastos que puedan ocasionar. Para ello es imprescindible el inventario de los recursos del suelo. Atendiendo a una ordenación racional del territorio y para permitir una auténtica política de conservación y mejora es imprescindible caracterizar los diferentes suelos, definir sus aptitudes y conocer su distribución espacial.