Consumo por sectores

El agua es un recurso natural básico, patrimonio común de todos los seres humanos. Es evidente que este recurso es totalmente imprescindible para el hombre, que está compuesto en un 70% por este compuesto y que además lo utiliza todos los días de su vida (para su ingesta, higiene personal, riego…). Esta necesidad de agua es extensible al resto de seres vivos, por lo que puede deducirse que sin agua no existiría vida en la Tierra, y particularmente ha permitido al hombre extenderse por amplios territorios, ya que la presencia de agua en la capa más superficial del planeta es bastante generalizada (con excepción de las zonas más secas o desérticas).

La relación del hombre con el medio hídrico, del que depende, ha presentado secularmente importantes dificultades debido fundamentalmente a la distribución irregular del recurso en la Tierra y a su variación volumétrica espacial (geográfica) y temporal (climatológica). Así, desde que el hombre se vuelve sedentario (durante el Neólitico, tras descubrir la agricultura en el 10.000 a. C.) ha desarrollado multitud de técnicas y tecnologías destinadas a un fin básico, controlar las corrientes de agua y adaptarlas a cubrir sus necesidades.

Asociados al hecho agrícola, los primeros asentamientos humanos se sitúan junto a las fuentes ya conocidas de agua dulce (ríos, lagos, acuíferos…) y por la historia sabemos que en estas poblaciones fueron muy prósperas económicamente (algunos ejemplos son el valle del Eúfrates y el del Tigris en Mesopotamia, o el del Nilo en Egipto). Con la aparición de los sistemas de regadío, la productividad de los terrenos crece de manera exponencial y, por ende, aumenta la disponibilidad de alimentos para los ciudadanos con lo que se favorece de manera crucial la aparición de las grandes civilizaciones.

Ya en el siglo XVIII con la aparición de la máquina de vapor (año 1764), comienza el cambio que desencadena en la Revolución Industrial y, con ella, la era del hombre como gran transformador de su entorno. Hasta la aparición de las grandes centrales térmicas que evaporan cantidades ingentes de agua para alimentar las turbinas que unidas al generador eléctrico, producen electricidad para abastecer las crecientes necesidades energéticas de la humanidad.

Aunque es posible vivir con unos 5 litros de agua al día (y así es en algunos países africanos), normalmente se requiere bastante más agua para alcanzar un nivel de calidad de vida aceptable. Son muchas las fuentes que coinciden en que con unos 50 litros por persona y día, se pueden cubrir todas las necesidades personales y del hogar de una forma digna. Sin embargo, en los países desarrollados se lleva a cabo un consumo de agua mucho más elevado. Ronda así la media los 250 litros por persona y día en Europa, y los 600 L/persona-día en el caso de los Estados Unidos de América (llegando a extremos de 1.000 L/persona-día, en la ciudad de Las Vegas), lo que sin duda es un despilfarro imperdonable sabiendo que el agua es un recurso escaso y valioso.

Como usos generales y esenciales del agua, se pueden citar tres: uso humano (doméstico y terciario), industrial y agrícola. Es posible añadir a esos tres otros usos como el de producción de energía.

La distribución del consumo del agua a nivel mundial puede ser observada en la siguiente ilustración.

 

L-4-1

 

Puede observarse, que el mayor consumo se produce en la actividad agrícola. El segundo mayor consumo se asocia a la actividad industrial, siendo el uso para consumo humano el que presenta una menor necesidad hídrica. Según las previsiones, se espera que para el año 2015 el uso industrial alcance el 34% del total, lo que provocará una reducción del agua destinada a la agricultura que se situará alrededor del 58% y una reducción del agua destinada a consumo humano que bajará hasta el 8%.

En los siguientes temas se van a tratar por separado cada una de las tres fracciones de demanda hídrica (agrícola, industrial y humana) a las que se ha hecho referencia anteriormente.

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