Economía feminista

La economía feminista es una disciplina que incorpora la perspectiva de género y un enfoque feminista en sus análisis. En esta disciplina encontramos diferentes corrientes. Lo que la caracteriza es un cambio de enfoque.

La luz del foco se mueve más allá de lo que hasta el momento ha trabajado la economía neoclásica. Se construyen otras perspectivas de análisis y se toma en cuenta las experiencias de las mujeres para crear nuevos conceptos y categorías.

Como señala Cristina Carrasco en su artículo La economía feminista: una apuesta por otra economía (2006), hay varias cuestiones tratadas por la economía feminista, entre las cuales destacan:

[…] la crítica al pensamiento económico clásico por no considerar en sus estudios el trabajo de las mujeres, la discusión sobre el concepto de trabajo, las características y funciones del trabajo doméstico, distintos aspectos de la participación y discriminación laboral de las mujeres, las políticas económicas y sus efectos diferenciados por sexo, los problemas de género y desarrollo y, más recientemente, los efectos de la liberalización comercial y los flujos monetarios sobre el trabajo y condiciones de vida de las mujeres, la invisibilidad de las mujeres en los modelos macroeconómicos, el sesgo masculino presente en los ingresos y gastos de los presupuestos públicos, la crítica y nuevas propuestas a las estadísticas y contabilidad nacional por no incluir los trabajos no remunerados, los estudios sobre usos del tiempo que permiten constatar las diferencias de dedicación a los distintos trabajos entre mujeres y hombres y el mayor tiempo total del trabajo realizado por las mujeres y el desarrollo de nuevos enfoques que permitan el análisis global de la sociedad manteniendo como objeto central la sostenibilidad de la vida humana, el bienestar y la calidad de vida de las personas. (Carrasco 2006, 3)

 

Hemos querido citar de forma literal esta enumeración porque nos parece especialmente relevante ofrecer una breve idea de lo que ha supuesto la economía feminista para las mujeres. Ya que, como también describe esta autora, la economía es uno de los espacios todavía el sesgo androcéntrico es muy evidente, centrándose solo en el mercado y omitiendo toda actividad no remunerada que se oriente al cuidado de la vida humana (actividades mayormente realizadas por mujeres) (Carrasco 2006,2).

 

Los estudios feministas y desde la perspectiva de género arrojan luz a los malestares de las mujeres, a la feminización de la pobreza, a sus bajos salarios, a las dobles jornadas de trabajo, entre otras cosas.

El mirar la cotidianidad de las mujeres y observar sus necesidades, los roles desempeñados y los estereotipos que sobre ellas recaen es fundamental. Así como también los es mirar a los hombres y la interrelación entre ambos. Al mismo tiempo que, al mirar, vemos que las personas son más allá de las categorías mujer y hombre.

Aquí ponemos un ejemplo de lo que vemos si miramos en uso que hacen del tiempo mujeres y hombres en su día a día, ¿qué ocurre? ¿qué se ve? 

La encuesta de los usos del tiempo permite saber los tiempos que se usan para el cuidado, la limpieza, etc., es decir, trabajos que no están remunerados y que realizan en su mayoría las mujeres.

Aquí podemos ver la presentación de la encuesta del uso del tiempo en Chile, aunque encontramos estos datos en otros países y a nivel internacional.

Sobre encuestas de uso del tiempo en Chile y Colombia.

 

Se comienza a proponer nuevos enfoques que hacen un llamamiento a poner la vida en el centro, como señala la Amaia Pérez Orozco en su libro “Sostenibilidad de la vida”, donde propone una mirada feminista de la economía.

De ahí que la autora, en la entrevista que abajo os proporcionamos,  proponga que hay que plantearse:

(...)qué entendemos por vida que merece ser la pena vivida, para qué queremos vivir, cuestionar a disposición de qué y de quién pones tu tiempo, tu energía, tu cabeza, tu cuerpo. ¿A disposición de un empleo cuyos resultados me son ajenos, expropiados, que no tiene un significado en términos de bienestar o de utilidad social? Entonces, el objetivo ya no es el empleo entendido como un trabajo alienado, que haces porque te pagan, no porque tenga un sentido. La pregunta es cómo reformular la organización del trabajo de forma que el trabajo responda a las necesidades de la vida y no a las necesidades del proceso de acumulación. (Pérez 2014)

Según esta autora, podríamos hablar de tres elementos definitorios de la economía feminista:

1) Desplazar a los mercados como eje analítico y de intervención política, es decir, que el dentro de atención dejen de ser los flujos monetarios y la creación de valor de cambio y pasen a ser los procesos  de sostenibilidad de la vida. Eso implica sacar a la luz todos los trabajos normalmente invisibilizados que están sosteniendo la vida y que en el sistema capitalista heteropatriarcal permanecen ocultos y están históricamente asociados a las mujeres y la feminidad.

2) Situar al género como una variable clave que atraviesa el sistema socioeconómico, es decir, no es un elemento adicional, sino que las relaciones de género y la desigualdad son un eje estructural de sistema, el capitalismo es un capitalismo heteropatriarcal.

3) No creer en la objetividad como neutralidad valorativa: creer que todo conocimiento del mundo está relacionado con una determinada posición política, explicitar tu posicionamiento y crear conocimiento con una clara vocación de trasformar el sistema.

Fuente: entrevista Amaia Pérez Orozco (2014)

Reivindicar una revisión de los paradigmas tradicionales de la economía, la historia, la política o la sociología no es una cuestión de ideología feminista o de mayor o menos sentido de justicia ante la invisibilidad del trabajo de las mujeres, es una cuestión de rigor científico y de responsabilidad intelectual de los investigadores sociales (Perez-Fuentes 2000, 191)

Ana Valero Rey

Consultora y formadora en temáticas de género e igualdad

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