La democracia (Continuación)

La democracia se transformó en lo que hoy conocemos a partir de tres caminos “idealmente” históricos que combinaron (en distintas medidas) “liberalización” y/o “participación”:

1. El primer camino seguido por los países anglosajones, que fueron de una suerte de autoritarismo a democracias restringidas para luego alcanzar la democracia moderna.

2. El segundo camino seguido por América Latina, y en menor medida, los países europeos latinos, que fue pasar a una suerte de populismo (de izquierda o derecha), y recién a una democracia.

3. Y por último, un paso directo por imposición externa (Alemania y Japón tras la II guerra mundial, ¿los países árabes hoy?).

 

Las “poliarquías”, es decir las democracias modernas en un sentido mucho más específico, se caracterizan por ciertas cualidades particulares, como ser:

a) Acuerdo básico para resolver pacíficamente los conflictos.

b) Pluralismo social, o bien gran diversidad de actores participando.

c) Libertades de toda índole: de participación, expresión, confesión, etc.

d) Sistemas competitivos de partidos.

e) Elecciones periódicas y posibilidad de alternancia en el poder.

f) Circulación o renovación de liderazgos.

g) Respeto irrestricto a los derechos y minorías.

h) Diseños institucionales acordes a las anteriores cualidades.

 

En mayor o menor medida, las democracias actuales para ser poliarquías deben respetar a rajatabla las cualidades precedentemente enunciadas.

 

Actualmente, la democracia goza de relativo prestigio a nivel mundial, claro está la democracia, según el politólogo Norberto Bobbio presenta fallas (“falsas promesas”), a saber: falta de centralidad del ciudadano, irrupción de grupos de interés (“lobbys”), falta de participación, asuntos ocultos del gobierno de turno y un sistema decisional arbitrario.

Esto ha sido posible por los siguientes obstáculos:

  • La tecnocracia: esto es la complejización de los asuntos de gobierno.
  • La burocratización: el crecimiento del Estado y sus canales de funcionamiento y resolución de conflictos.
  • Escaso rendimiento: la lentitud e incapacidad para responder a las crecientes demandas sociales.

 

Por otro lado, a partir del economista Josehp Schumpeter, seguido por otros analistas más, se abrió una vertiente de análisis “económico” de la democracia que compara la democracia con el mercado, a los votantes como compradores, y los políticos como vendedores.

 

Schumpeter, y demás continuadores de la corriente, niegan la existencia de un “bien común” y aluden que los votantes, “racionalmente”, optan de acuerdo a la información que disponen entre diversas alternativas como si fuera un mercado.

 

El mayor problema que enfrentan los votantes es: (1) la información asimétrica (no se sabe realmente cuál es el plan de gobierno, ni las intenciones del político); y (2) que una vez elegido el candidato, es necesario esperar un largo período de tiempo para elegir otro candidato.

 

¿Transiciones?

La democracia se fue consolidando en occidente a lo largo del siglo XX: a principios de este siglo en EE.UU y Europa del Norte; en la década del ’70 en la Europa mediterránea (España, Portugal y Turquía), América Latina entre los ‘80s y ‘90s, Europa del Este (ex bloque soviético) a partir de los ‘90s.

 

En la segunda década del siglo XXI asistimos a las revoluciones árabes (“la primavera árabe”) con un desenlace aún incierto pero con la esperanza de que llegue a buen puerto, por el bien de sus poblaciones, en particular las mujeres.

 

Hay abundante literatura politológica sobre la “Transición a la democracia”, esto es, el pasaje de gobiernos autoritarios (dictaduras) a democracias plenas o semiplenas.

 

El límite de la transición es confuso, sabemos que se inicia cuando se celebran las primeras elecciones “limpias” pero no sabemos cuándo culminan, es decir se fortalecen y son tomadas como un estilo de vida sin discusión.

 

Una última observación proviene del recientemente fallecido politólogo argentino, Guillermo O’Donnell, quién observó la “calidad” de las democracias de América Latina y denominó a aquellas con bajo nivel de institucionalidad (carencia de fuertes valores y normas) como Democracias Delegativas.

 

En estas no se observaban los rasgos predominantes de las poliarquías anteriormente mencionadas.

 

En el futuro, la democracia (o sus variantes) seguirán siendo un profuso campo de discusión gracias a la irrupción de las nuevas tecnologías de la comunicación y, lamentablemente, la creciente apatía por participar en lo más sublime que tiene la política: las elecciones periódicas.

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