El personalismo cristiano

Se entiende por personalismo toda doctrina que sostiene el valor superior de la persona frente al individuo, a la cosa, a lo impersonal. De acuerdo con esta definición, R.C. Knudson ve las siguientes variedades de ‘personalismo’:

  • PERSONALISMO PANTEISTA (W. Stern): Teología universal
  • PERSONALISMO PLURALISTA o FINITISTA:
    • PERSONALISMO ATEO (McTaggart)
    • PERSONALISMO RELATIVISTA (Renouvier)
    • PERSONALISMO FINALISTA (Howison)
  • PERSONALISMO ABSOLUTISTA (Royce)

 

Pero el Personalismo realmente típico está más allá, o más acá, de las divisiones citadas.

Para Knudson es “esa forma de idealismo que reconoce por igual los aspectos pluralista y monista de la experiencia y que considera la unidad consciente, la identidad y la libre actividad de la personalidad como la clave para la naturaleza de la realidad y para la solución de los problemas de la filosofía“.

 

EMMANUEL MOUNIER (1905-1950)

Este autor considera las siguientes ‘estructuras del universo personal’:

filosofia

  • Existencia incorpórea (La persona, sumergida en la Naturaleza, la trasciende, ascendiendo al personalizarse y descendiendo al despersonalizarse)
  • Comunicación (Se supera todo individualismo atomista)
  • Conversión íntima (Doble movimiento de recogimiento y de exteriorizarse)  
  • Enfrentamiento o exposición (La persona puede protestar, elegir y conseguir la libertad)
  • Libertad condicionada 
  • Dignidad
  • Compromiso.

 

Caracteres comunes a todos los personalismos:

  • Seria preocupación por el problema de Dios en relación con el problema del hombre
  • Defensa del valor de la persona humana individual y colectivamente
  • Interés por las relaciones comunitarias e interpersonales desde una praxis (casi) siempre socialista
  • Intento de reflexión teórica sobre todos los aspectos.

 

Por tanto, para Mounier el personalismo no es ni doctrina ni pura actitud. Es una estructura abierta: definición de la persona en el núcleo de la existencia como ‘principio de imprevisibilidad’.

Según él, el cuerpo, en consecuencia, no es más que el mediador omnipresente de la vida del espíritu.

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