Voltare 2

Para que subsistiera una sociedad hacían falta leyes, como hacían falta reglas para cada juego. La mayor parte de estas reglas parecen arbitrarias: dependen de los intereses, de las pasiones y de las opiniones de quienes las han inventado, y de la naturaleza del clima en donde los hombres se han reunido en sociedad.

Pero todos estos pueblos que se conducen tan diversamente se reúnen todos en un punto, que llaman ‘virtuoso’ a lo que está de acuerdo con las leyes que han establecido, y ‘criminal’ a lo que les es contrario.

Así, un hombre que en Holanda se opusiera al poder arbitrario, sería un hombre muy virtuoso ; y el que quisiera establecer en Francia un gobierno republicano se vería condenado a la última pena. El mismo que en Metz sería condenado a galeras si tuviera dos mujeres, tendrá cuatro en Constantinopla y será por ello más apreciado entre los musulmanes (…).

Lo que importa más es que estas leyes, una vez establecidas, se ejecuten. Así, no tiene importancia ninguna que haya estas o aquellas leyes en los juegos de dados o de cartas ; pero no se podrá jugar un solo momento si no se siguen rigurosamente estas leyes arbitrarias en que se haya convenido.

La virtud y el vicio, el bien y el mal moral, es, pues, en todo país lo que es útil o perjudicial a la sociedad ; y en todo lugar y en todo tiempo, al que más sacrifique al público es a quien se llamará el más virtuoso. Parece, por tanto, que las buenas acciones no son más que acciones de las que sacamos algún provecho, y los crímenes las acciones que nos son contrarias. La virtud es el hábito de hacer estas cosas que agradan a los hombres, y el vicio el hábito de hacer cosas que les disgustan.

Aún cuando lo que se llama en un clima virtud es lo que en otro se llama vicio, y la mayoría de las reglas del bien y del mal difieren como las lenguas y los vestidos, me parece, sin embargo, cierto que hay leyes naturales en las que los hombres no tienen más remedio que convenir por todo el universo. Dios no ha dicho, en verdad, a los hombres: he aquí las leyes que os doy por mi boca, por las que quiero que os gobernáis ; pero ha hecho en el hombre lo que ha hecho en otros muchos animales: ha dado a las abejas un instinto poderoso por el que trabajan y se alimentan juntas y ha dado al hombre ciertos sentimientos de los que jamás puede deshacerse y que son lazos eternos y los primeros de la sociedad en la que ha previsto que vivieran los hombres. Por ejemplo, la benevolencia hacia nuestra especie ha nacido con nosotros, y actúa siempre en nosotros a menos que sea combatida por el amor propio que siempre debe vencerla. Así, un hombre siempre está decidido a prestar asistencia a otro cuando no le cuesta nada.

Es tan verdad que el bien de la sociedad es la única medida del bien y del mal moral, que nos vemos forzados a cambiar, según las necesidades, todas las ideas que nos hemos forjado acerca de lo justo y lo injusto.

 

  • El hombre es un ser esencialmente sociable, y no podría serlo si no hubiera otros hombres.
  • La inmortalidad del alma es materia de fe (no demostrable).
  • El hombre es libre, pero dentro de límites muy estrictos.
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