Un problema clásico: Materialismo y espiritualismo (I)

QUE ES EL HOMBRE.

El problema del hombre resume en sí todo el problema filosófico, en la medida que todas las formas de realidad se dan cita en cada ser humano.

En el hombre encontramos la materia inanimada, como la estructura que ha sido animada por la vida (en sus estratos vegetal y animal) dotándola de funciones vegetativas y de relación.

Dentro del mismo hombre, aparece también un conjunto de funciones psíquicas, como la memoria, la volición, la afectividad, la inteligencia, etc.; y, por fin, en el hombre mismo aparece la clara conciencia de diferir sustancialmente de todas las otras formas de realidad, de participar de lo trascendente , por lo que se llama Espíritu.

EL MATERIALISMO.

Respecto de la explicación de lo que el hombre es, la primera opción fue considerada como una cosa entre las otras cosas del mundo.

En un principio, el hombre no fue un problema para el hombre, pues simplemente no encontraba diferencias significativas entre el ser de las cosas y el ser del hombre.

Para comprender esta afirmación, debemos tener en cuenta que el hombre primitivo comprendía al mundo y sus fenómenos como algo dotado de vida propia, al igual que el hombre mismo.

Ese modo de entender la realidad dio origen a lo que podríamos llamar el materialismo ingenuo, que consideraba toda la realidad al mismo nivel, al nivel de cosa.

Posteriormente, ya en épocas de mayor florecimiento intelectual, han surgido otros materialismos, fundamentados en un conocimiento crítico de la realidad, que no siguen la misma dirección que aquel primer materialismo.

No se trata ya de identificar la realidad material con el hombre, sino del proceso contrario, identificar al hombre con la realidad material. Diferentes matices cabe hacer dentro de esta concepción, pues hay quienes han afirmado incluso, que el alma del hombre es algo material, como Demócrito; hasta quienes sostienen que la conciencia no es más que un producto de la materia en actividad, como el materialismo dialéctico.  

EL ESPIRITUALISMO.

El punto opuesto a la consideración materialista fue la espiritualista, que surgió precisamente como una respuesta al materialismo, de la clase que fuere.

Los espiritualistas sostienen que el hombre es primordial mente Espíritu, pues recalcan el hecho de la diferencia sustancial entre el hombre y el resto de los seres de la realidad.

Hacen recaer esa diferencia en el espíritu, el cual está constituido por una sustancia espiritual, la que constituye al hombre, independien­temente de las características materiales o biológicas del mismo.  

EL HOMBRE COMO ESTRUCTURA ESTRATIFICADA.

Mientras el hombre fue volviéndose más crítico, empezó a entenderse al hombre como un ser en el que se dan cita todos los estratos del ser, una especie de ser resumen, de cos­mos en miniatura, de microcosmos.

Aristóteles, aplicando su teoría de la materia y la forma (hylemorfismo), entendió primero al hombre como una estructura estra­tificada en la que, sobre la materia, se implantaba una forma que revestía un triple carácter: se trataba del alma, que en el caso del hombre era vegetativa, animal e intelectiva.

Posteriormente, la Escolástica retomó la estratificación aristotélica, cambiando simplemente la terminología (ánima vegetativa, sensitiva et intellectiva).

Recientemente, Max Scheler reconsideró el problema del hombre, empezando a ocuparse del mismo problema filosófico separado, fundando así la Antropología Filosófica, sobre la base de una consideración del hombre como ser estratificado, pero constituido dualistamente en base a dos principios: un principio psicofísico, que se articula sobre la materia y la vida; y uno espiritual, que es el que caracteriza al hombre como tal.

EL PROBLEMA.   

Las soluciones al problema de la unión del alma y el cuerpo han sido diversas en la historia de la filosofía.  

Hay quienes, como Platón, se pronuncian por un dualismo que postula que entre alma y cuerpo hay una dife­rencia esencial, es decir, que su reunión es algo que no atañe a la esencia de cada uno de ellos, pues al alma puede o no estar unida a un cuerpo, sin dejar de ser lo que es.

El otro extremo estaría determinado por los monismos, que revisten dos formas principales: el monismo materialista y el monismo espiritualista.

El primero asume que toda la realidad, incluso el hombre, está constituida por la materia sin que nada ajeno a ella influya en su desarrollo y constitución.

El segundo, en cambio, afirma que es el espíritu lo que constituye la realidad y el hombre, independientemente de la materia y, muchas veces, creando la misma materia.

Para resolver el problema, se han postulado muchas explicaciones que intentan salvaguardar la unidad del ser humano (para no caer en los monismos).

Hessen pro­pone tres soluciones: la del paralelismo psicofísico, la de la teoría de la acción recí­proca y la que él llama teoría de la totalidad.

EL PARALELISMO PSICOFÍSICO.

Esta solución propone que para extender la relación entre el cuerpo y el alma, debe aceptarse que existen dos formas de una misma realidad. De este modo, se garantiza que la realidad sea una sola pero a la vez se proclama la independencia entre las formas de realidad.

Desde ese punto de vista, los procesos físicos no influirán en los psíquicos y viceversa. Se trata de dos tipos de procesos paralelos, pues son equivalentes, pero independientes, nunca se tocan entre sí, como las líneas paralelas.

LA TEORÍA DE LA ACCIÓN RECÍPROCA.

En esta solución, se propone una acción entre lo físico y lo psíquico, de tal modo que puede darse el caso de que un proceso físico, como una estimulación sensorial, origine un proceso psíquico, como una percepción, o que un proceso psíquico, como una volición, origine un proceso físico, como una acción.

Esta teoría no pretende explicar cómo es que esos fenómenos son posibles, simplemente se limita a constatar la relación, como una explicación de la unión de lo psíquico y lo físico.

LA TEORÍA DE LA TOTALIDAD.

Hessen explica esta teoría, postulando que el alma viene a ser el principio de totalidad de la constitución del ser humano. Esto quiere decir que el hombre se construye como tal (si se quiere, se constituye como tal) sólo por la acción del alma.

Si esto es así, podemos afirmar que el cuerpo se funda en el alma, pudiendo influir sobre ésta, pero sólo como un elemento puede influir sobre su principio fundamental.

Hessen considera que es sobre esta teoría que se han de formular los posteriores intentos de las Antropologías filosóficas para explicar el problema del hombre.

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