La noche de los cristales rotos
Se conoce como “Noche de los cristales rotos” al supuesto estallido imprevisto de violencia que se desató en la noche del 9 de noviembre de 1938 contra la población judía en Alemania.
No fue suficiente con la masiva deportación de judíos polacos hacia Polonia, que se tuvo que buscar una excusa para que la persecución y el hostigamiento hacia esta comunidad fuese algo “justificado”.
La justificación perfecta surgió en París tras el “asesinato” del diplomático nazi Von Rath a manos del adolescente judío Grynszpan, que le disparó varios tiros (el 7 de noviembre) como venganza por la deportación de sus padres a Polonia.
Grynszpan
Hitler se movió con agilidad ante este acontecimiento, y lo que en principio eran heridas que no causaban la muerte, acabarían siendo no solo mortales, sino que se convertirían en el pretexto perfecto para la ola de violencia que pretendía desatar contra la población judía.
No dudó un segundo en mandar a su médico personal para que tratase al herido, pero fue enviado con unas instrucciones precisas: “que no sobreviviese”, convirtiéndose por tanto en una especie de “mártir” por la causa alemana.
Efectivamente falleció, y la reacción no se hizo esperar; especialmente tras la arenga de Goebbels, pidiendo venganza.
Toda la maquinaria estaba perfectamente engrasada y en marcha, en cuestión de horas se quemaron y asaltaron sinagogas, cementerios, tiendas, casas, etc…, sin que la policía lo impidiese (formaba parte de los que causaban los destrozos).
Sinagoga afectada por los destrozos.
Fuente: Bundesarchiv
Casi un centenar de judíos murieron, miles fueron detenidos por el simple hecho de serlos; era la primera piedra de lo que luego sería el holocausto.
Además, fueron condenados a reparar todos los destrozos, se les impidió cobrar los seguros que debían recibir por los daños que les causaron y encima fueron multados con una cantidad desorbitada de dinero; como si fuesen ellos los causantes de tal despropósito.