Formación y Sensibilización Ambiental
Como ya se ha dicho, la divulgación y la información son
conceptos diferentes pese a estar íntimamente conectados. El
divulgador debe saber transmitir los conocimientos que posee, adaptándose
en cada momento al alumno u oyente que recibe la información
(no será lo mismo dirigirse a un grupo de escolares que a uno
de universitarios, a un auditorio repleto de promotores inmobiliarios
que al pleno del Parlamento).
Es por esto conveniente saber que formación y sensibilización
son en sí conceptos dispares, el primero de ellos hace referencia
a la transmisión de conocimientos o experiencias mediante ejercicios
teóricos y prácticos con el objeto de que el receptor
quede capacitado para desempeñar adecuadamente un determinado
tipo de trabajo. En el segundo caso, la sensibilización es la
capacidad para “despertar sentimientos morales, estéticos,
etc.” (RAE, 2011) en las personas que reciben la información
y está íntimamente relacionada con el concepto de educación,
que tiene como objetivo capacitar al individuo para asimilar y desarrollar
valores, aptitudes y conocimientos.
Por este motivo se dice que la sensibilización ambiental sirve
de instrumento a las personas que la reciben, para conocer el alcance
de sus acciones y su repercusión sobre el medio ambiente, y a
partir de ahí cambiar aquellos hábitos que no sean saludables
y reforzar aquellos otros que contribuyan a proteger el medio. En el
otro lado quedaría la formación ambiental, que estaría
dirigida a aquellas personas que desean hacer del medio ambiente su
profesión o que de alguna manera desarrollan actividades con
repercusión directa sobre la gestión del medio ambiente
y requieren la adquisición de conocimientos avanzados sobre temas
específicos dentro del abanico de materias que engloba este sector,
para poder adquirir de este modo una visión global de problemas
que afectan a numerosas disciplinas y que requieren de soluciones de
conjunto.
Se trata pues de capacitación para el desempeño de tareas
(formación) y de motivación para la reflexión crítica
(sensibilización), y ambas disciplinas se complementan.
Centrando ahora el objetivo en la sensibilización ambiental,
si realmente se quiere llegar a la conciencia social, esta debe perseguir
las siguientes metas:
1. Estructurar el contenido de manera coherente.
2. Contar con los mejores medios materiales y humanos disponibles.
3. Implicar a todo el grupo y promover la participación.
4. Capacitar al grupo para que adopte un enfoque abierto y amplio.
5. Incentivar las actitudes críticas para fomentar el cambio.
La sensibilización ambiental es el nivel más básico
de transmisión de conocimientos sobre esta materia, y debe llegar
a todas las escalas sociales, desde los más pobres hasta los
más ricos, desde las personas sin formación hasta los
titulados superiores, todos forman parte del cambio y a todos hay que
llegar si se quiere proteger el medio ambiente.
Sensibilizar ambientalmente hablando es necesario ahora más que
nunca, especialmente porque se están promoviendo políticas
por entes internacionales que se traducen en la aprobación de
normas por los entes supranacionales, nacionales y subterritoriales,
que conducen a la creación de deberes y obligaciones con las
que las personas de a pie tienen que cumplir, y que en repetidas ocasiones
no llegan a comprender, al no contar con la información necesaria
o con los medios para asimilarla.
Estos medios o instrumentos a los que nos referimos, son básicamente:
1. Comunicación: Transmitir de
manera adecuada la información científica es una tarea
compleja y requiere interactuar con el oyente de tal manera que pueda
expresar también sus opiniones al respecto, para conocer cuales
son las dudas que le plantea la materia e intentar resolverlas de
forma que le quede lo más claro posible.
2. Participación: Es un paso más
en el proceso, a través de ella el oyente pasa a ser partícipe
de las soluciones, es una manera de motivar a las personas a emprender
el cambio en su filosofía de vida para un objetivo común
que es salvar el planeta como lo conocemos. Se trata de cambiar de
actitud, desde la pasividad a la proactividad, para que cada uno se
haga responsable de la parcela que le corresponde y actúe en
consecuencia.
3. Evaluación: En esta fase el
participante, ayudado por el educador, pasa a evaluar su entorno inmediato,
desde los comportamientos que observa hasta las políticas que
se están llevando a efecto en su localidad. El cambio de mentalidad
provoca la asimilación de los pasos que se están dando
y de los que deben darse, y eso lo capacita para hacer partícipe
a su entorno social y “contagiarlo” con su actitud.
Pero como ya se apuntaba antes, es fundamental que los educadores ambientales,
posean sus propios espacios y medios para transmitir esos conocimientos
al público en general. Medios que muchas veces aparecen en forma
de infraestructura, y así se han creado aulas de la naturaleza,
centros de interpretación, granjas – escuela, museos de
historia natural, etc.
Pero también pueden aprovecharse las ya existentes para introducir
en el día a día de los ciudadanos esa nota de sensibilización
ambiental que les invite a reflexionar sobre estos temas, como pueden
ser programas de radio y televisión, columnas en los periódicos,
jornadas divulgativas en asociaciones profesionales y centros de trabajo,
talleres de trabajo en las escuelas, etc.
A partir de la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro de 1992, son muchas
las iniciativas que, como hemos visto, se ponen en marcha para hacer
frente al agotamiento y deterioro de los recursos naturales. Entre ellas,
destaca la Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente y Sociedad:
Educación y Sensibilización en Materia de Sostenibilidad,
celebrada en 1997 en la ciudad de Tesalónica. A partir de este
evento surgieron numerosas iniciativas, como la de declarar el periodo
2005 – 2014 Década de la Educación para el Desarrollo
Sostenible.
De todo lo anterior se puede sacar una conclusión, la educación
y sensibilización en materia ambiental constituyen los cimientos
sobre los que se debe construir el edificio del compromiso social enfocado
al cambio de modelo de desarrollo, creíble, eficaz y verdaderamente
sostenible.
La formación supone ya la implicación directa del profesional
en la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales que
genera la actividad humana, ya sea desde su parcela laboral (por ejemplo
en el caso de los trabajadores del sector industrial) o como gestor
multidisciplinar de un sector económico concreto (como son los
consultores y técnicos ambientales del sector servicios) o de
la economía en general (como sería el caso de los responsables
de los ministerios de medio ambiente de los diferentes países).
Para eso existe una amplia oferta formativa que abarca desde la formación
no reglada, que generalmente se focaliza en una temática concreta
y con un contenido no demasiado abundante (normas de calidad ambiental,
técnicas de ordenación del territorio y urbanismo, gestión
de residuos, emisiones y vertidos, etc.), hasta la formación
reglada, que incluye cursos de especialista, postgrados y masters que
normalmente complementan la formación de ciertos titulados cuyas
especialidades guardan relación con el medio ambiente (ingenieros,
arquitectos y otros), hasta llegar a las carreras superiores que se
dedican expresamente a tratar estos temas y que suponen el más
alto nivel de conocimiento del medio y de los temas que le afectan (licenciaturas
y grados en biología, ciencias ambientales, gestión del
patrimonio natural, etc.).
Es tarea importante de estos profesionales, no sólo la toma de
decisiones adecuadas en sus puestos de trabajo, sino también
la divulgación de sus conocimientos del modo en que ha sido expuesto
anteriormente.