Perspectivas de Futuro

Todo lo visto con anterioridad apunta en una única dirección, la protección del medio ambiente debe ser prioritaria para la humanidad y se deben poner en marcha medidas urgentes para evitar el colapso a nivel mundial. Pero la realidad es que vivimos en un mundo con 6 continentes y más de 200 Estados soberanos que dictan sus propias normas y cuyos niveles de riqueza varían desde los Estados Unidos de América a Somalia.

Esto dificulta tremendamente la puesta en práctica de una acción coordinada a nivel mundial, más si se tiene en cuenta que los países emergentes no están por la labor de firmar ningún acuerdo que limiten sus expectativas de crecimiento, argumento frecuentemente reforzado por el ecoescepticismo del que adolecen ciertos países desarrollados (el último ejemplo se ha podido vivir en la COP17 de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Durban).

Por otro lado están las notables diferencias entre las medidas para la protección ambiental que actualmente se están implementando los países ricos y las que tenuemente aparecen en los países pobres. Mientras que en los primeros aparecen modernas plantas de tratamiento, equipadas con las últimas tecnologías para el reciclaje de todo tipo de materiales (desde aceites vegetales para cocinar hasta neumáticos usados), en los segundos la potabilización del agua sigue siendo un tema por resolver en muchas regiones y localidades.

Tanto es así, que entre las 8 categorías que recogen los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) contenidos den la Declaración del Milenio de Naciones Unidas (adoptada por los 189 miembros de la Asamblea General en el año 2000), 3 de ellas hacen referencia a la protección del medio ambiente con los siguientes fines:

1. Revertir la pérdida de los recursos naturales: para ello se detallan una serie de indicadores relativos a las emisiones de CO2, eficiencia energética, cobertura forestal y biodiversidad, que deben alcanzar unos valores adecuados a los objetivos de protección.

2. Mejorar el acceso a las fuentes de agua limpia y segura: Se marca para ello el objetivo de reducir al 50% el número de personas sin acceso al agua potable para el año 2015.

3. Mejorar las condiciones de vida de las poblaciones en áreas marginales: No solo en las zonas rurales sino también en las urbanas, priorizando la sanidad, la seguridad y el acceso a la propiedad.

En esta línea es bueno que en los países desarrollados se siga investigando para mejorar las condiciones ambientales en las que viven sus pobladores, puesto que estos avances son exportables al resto del mundo y redundan en beneficios para la humanidad. Pero es prioritario que en el segundo y tercer mundo se lleven a cabo actuaciones para evitar que los males que padecen, muchas veces debido al traslado de la producción desde occidente a estos lugares, se hagan crónicos.

Según una publicación reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, el origen de este problema es que la humanidad ha considerado que los recursos naturales son de libre acceso, sin asignarles un valor económico dependiente de su calidad y escasez. Es la paradoja del uso público, no es lo mismo decir por ejemplo, “el agua es de todos” que “el agua no es de nadie”, porque la primera expresión lleva implícito un respeto hacia el recurso que desemboca en una administración solidaria y contenida, sin embargo la segunda favorece el despilfarro y la irresponsabilidad en el uso.

Para hacer frente a esto se proponen las siguientes líneas estratégicas de actuación:

1. Fortalecimiento de las instituciones ambientales: Hasta hace bien poco en algunos países y todavía en muchos otros, la actividad económica ha estado guiada por la obtención de beneficios económicos a corto plazo y esto con el beneplácito de las administraciones públicas del lugar, guidas por consideraciones financieras que parecen más urgentes que solucionar el deterioro al que se someten los ecosistemas como consecuencia de ello.

La situación exige de estrategias eficaces, que se concreten con actuaciones públicas en las que se impliquen directamente los cargos políticos. Pero la baja capacidad de ciertos gobiernos para poner en marcha líneas efectivas de protección ambiental dificulta su implantación en ciertos lugares. Una de las posibles soluciones está en la cooperación internacional, existen muchos escenarios (la mayoría promovidos por Naciones Unidas) para que los países puedan obtener la ayuda que necesitan para desarrollar sus políticas ambientales. Sin embargo, la raíz del problema está en la corrupción en los cargos públicos, es necesario atajar este mal que aqueja a países de todo el mundo (desarrollados o no) pues de él cuelgan otros como la especulación, la usura y diversas prácticas delictivas que redundan en el aumento de la pobreza y el deterioro del medio natural.

Por este motivo, es necesario que la acción institucional se asiente sobre estas bases: el control de la calidad ambiental, la fiscalización de las actividades productivas y el cumplimiento de la legislación vigente. Para sobre ellas construir el modelo de cambio que necesitan acometer los diferentes países.

2. Desarrollo de programas de educación ambiental: Se entiende como un instrumento clave en la gestión ambiental, como ya ha sido suficientemente tratado en temas anteriores, sólo cabe decir aquí que los gobiernos deben priorizar que programas educativos son los más adecuados para sus diferentes poblaciones. Es necesario recordar que la formación debe estar focalizada hacia aquellos aspectos que afectan directamente a los habitantes de un determinado territorio, para ayudarles a ser más ecoeficientes en su actividad diaria, y deben evitarse programas educativos carentes de profundidad y concreción.

Porque si no, los resultados no serán los esperados y las medidas ineficaces son las que más daño hacen a las políticas ambientales.

3. Fomento de los procesos de participación social: Para alcanzar el éxito en la implementación de planes y programas medioambientales, es necesaria la participación de la sociedad civil desde su diseño. Todavía existen lugares donde las políticas ambientales vienen impuestas por los altos cargos públicos y no consiguen calar en una sociedad que, por otra parte, debe ser protagonista e impulsora en el cambio de modelo.

La experiencia ha demostrado que las políticas de conservación no son efectivas si no se vinculan al entorno cultural y humano, muchas veces excluyendo a la población indígena de determinados lugares que ya venían desarrollado desde hace siglos, una relación simbiótica con el medio.

4. Aplicación de instrumentos de gestión para alcanzar los objetivos ambientales perseguidos: El uso de instrumentos de gestión como tarifas, incentivos, impuestos, subvenciones… deben ser percibidos directamente por el contribuyente como necesarios para la salvaguarda del medio ambiente, por lo que se hace necesario indexar el ingreso al gasto ambiental.

Si esto se hace de este modo la experiencia muestra una gran acogida en las poblaciones donde se aplica. Por este motivo, los objetivos además deben ser medibles, cuantificables, para que tras la aplicación de una medida se pueda saber si se ha alcanzado el fin perseguido o no. Es por esto que son necesarios instrumentos basados en el análisis de indicadores sobre niveles de emisiones a la atmósfera (concentraciones de gases contaminantes), capacidad de carga (huella ecológica), contaminación acústica (medidores de ruido), etc.

5. Incentivar actividades económicas sostenibles: Lo fundamental es que el sector privado comience a internalizar los costes ambientales que conllevan el desarrollo de sus respectivas actividades, para que se favorezca realmente el desarrollo sostenible o sustentable. Así existen mercados para productos ecológicos, ecoturismo, investigación y desarrollo, etc. Una fórmula para incentivar estas actividades es la concesión de ciertas actividades de la administración a empresas privadas, para que sean estas las que las gestionen. Así por ejemplo se pueden contratar las labores de vigilancia de espacios protegidos, las tareas de descontaminación de suelos, la recogida selectiva de residuos, etc. Favoreciendo de este modo la llamada nueva economía verde.

En definitiva se trata de implantar en los países una serie de líneas de actuación coordinadas con las poblaciones de su entorno, de tal manera que se desarrollen sobre un escenario armónico y sostenible en el tiempo, respetuosos con la conservación del entorno y garantista de las condiciones de salubridad y bienestar que los pobladores de este planeta desean. El camino es difícil el reto es enorme, pero no hay otra senda más que la del equilibrio entre la actividad humana y el medio que le da soporte.

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