Espacios Naturales Protegidos

Como consecuencia de la degradación de ecosistemas y el consiguiente agotamiento de recursos, vistos en el tema anterior, la humanidad comenzó a preocuparse en los años 70 por conservar el medio ambiente y de ahí la Conferencia de Estocolmo, el Informe Brundtland, la Cumbre de Rio, etc.

Pero la protección de espacios tiene un origen muy anterior, el primer espacio protegido, desde un punto de vista gubernamental, es el Parque Nacional de Yellowstone en EEUU, creado en 1872. Los estadounidenses, con escasa historia patrimonial si se comparan con el continente europeo, deciden proteger los símbolos de su joven nación: los espacios naturales, y comienzan por uno de los más llamativos, en este parque se encuentran dos tercios de todos los géiseres del planeta, y alberga numerosas especies de grandes mamíferos (grizzlys, wapitis, lobos, bisontes, alces…).

En este primer Parque Nacional el proteccionismo se hace patente muy rápido, en 1886 se confía su protección al ejército y acto seguido se crea un cuerpo especial los Rangers. Es la visión idílica de “el paraíso” bajo la concepción cristiana del mundo la que lleva al hombre a pensar que un espacio no puede ser natural si hay pobladores que lo explotan. Esto hace que inicialmente en el resto del mundo, triunfen las llamadas políticas conservacionistas, en todos los espacios protegidos se excluye al hombre, independientemente de si se trataba de lugares vírgenes o no.

Ya en los 90 se vio que esta política no era válida para todos los lugares y se concibió un nuevo concepto de espacio natural protegido que abarca aquellas zonas del territorio en las que es conveniente establecer una regulación especial de actividades y usos para conservar el valor ecológico alcanzado por las mismas, ya sea con altos niveles de protección en el caso de espacios de espacios poco antropizados o favoreciendo el mantenimiento de las actividades tradicionales de las que subsiste la población local frente al desarrollismo agrario, industrial o urbano.

Se trata de mantener el ecosistema preservando las condiciones que lo han hecho así, y si el hombre ha intervenido en ese proceso de manera armoniosa no debe ser retirado de ese lugar porque entonces aparecen problemas como la desaparición de especies, el deterioro de los paisajes, la destrucción de procesos ecológicos y en definitiva la extinción de las culturas que sostenían la estructura ecosistémica de ese territorio.

Pero como ya se ha apuntado, los espacios naturales protegidos atienden a fines muy valiosos para la conservación del medio ambiente y el desarrollo sostenibles. Así, contribuyen a la contención urbanística y equilibrio territorial, al ser utilizados como instrumentos preventivos en ordenación del territorio, fundamentalmente para impedir la diseminación de núcleos urbanos. Se impide así tener que crear nuevas vías de comunicación (como autopistas, canales, líneas férreas, etc.) que constituyen barreras a los flujos natrales de materia y energía y que deterioran el entorno desde su construcción hasta su uso habitual. También son el paradigma del desarrollo económico sostenible, ya que en muchos de ellos se favorecen las actividades beneficiosas para el territorio, no solo manteniendo las actividades tradicionales, sino también ofreciendo servicios recreativos y turísticos que gestionan las propias poblaciones locales.

En definitiva, lo largo de estos años ha cambiado la forma de percibir el medio ambiente como algo meramente decorativo, y se está comenzando a ver como una estructura funcional en la que estamos insertos y de la que dependemos, y no al contrario. Los nuevos espacios naturales protegidos son territorios donde el hombre realiza actividades sostenibles con su entorno y respetuosas con su capacidad de carga y sus reservas ecológicas, que además sirven de ejemplo a sus visitantes que disfrutan de su bienestar y confort.

Estos nuevos espacios fueron incorporados, junto con el resto de figuras tradicionales (entre las que se incluye la de Parque Nacional), a la lista de La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), para su aplicación en todo el mundo. En el año 1994, la Asamblea General de la UICN estableció las siguientes categorías, en función del principal objetivo de manejo:

Categoría I.- Reserva Natural Estricta/Área Natural Silvestre: área protegida gestionada principalmente con fines científicos o con fines de protección de la naturaleza.

Categoría Ia. Reserva Natural Estricta: área protegida manejada principalmente con fines científicos.

Categoría Ib. Área Natural Silvestre: área protegida gestionada principalmente con fines de protección de la naturaleza.

Categoría II.- Parque Nacional: espacio protegido gestionado principalmente para la conservación de ecosistemas y el recreo.

Categoría III.- Monumento Natural: espacio protegido gestionado principalmente para la conservación de características naturales específicas.

Categoría IV.- Área de gestión de hábitat/especies: espacio protegido principalmente para la conservación y con intervención a nivel de gestión.

Categoría V.- Paisaje protegido terrestre/marino: espacio protegido gestionado principalmente para la conservación y protección de paisajes terrestres y marinos y el recreo.

Categoría VI.- Área protegida con recursos gestionados: espacio protegido gestionado principalmente para la utilización sostenible de los recursos naturales”.

Por otra parte existen en el mundo numerosos organismos, convenios y tratados internacionales que han desarrollado sus propias figuras de protección. Por ejemplo la UNESCO, que otorga el título de Reserva de la Biosfera a aquellos espacios que cumplen con los requisitos establecidos en el Programa Man and Biosfhere de 1971, y que actualmente cuenta ya con más de 500 Reservas en más de100 países incluyendo espacios intercontinentales; o el Convenio Ramsar, que protege los humedales y promulga la figura de Zona Húmeda de Importancia Internacional, o la Directiva Aves de la Unión Europea, que crea las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA).

A estas figuras internacionales se suman las propias de cada país, recogidas en su legislación y normativa a nivel estatal, regional, provincial y municipal. Así, el órgano gubernamental o internacional que fije la norma señalará aquellos espacios que merecen una especial protección, pero posteriormente se necesitan herramientas para gestionar el territorio de manera adecuada. Normalmente mediante un plan o un programa, se fijan aquellas líneas de actuación que la dirección del espacio protegido considera prioritarias, incluyendo desde proyectos a ejecutar hasta actividades cotidianas de mantenimiento.

Cuando se trata de espacios en los que vive el hombre, es muy conveniente que se establezcan mesas de diálogo para la participación de las poblaciones locales en los asuntos que concierne a la gestión del territorio en el que habitan, para que se sientan parte del proyecto. Incluso en algunos países, los órganos de dirección están formados por autoridades municipales, regionales y estatales, pero también por representantes de asociaciones culturales, organizaciones agrarias, asociaciones de caza, movimientos ecologistas, alpinistas, empresas, instituciones de investigación y otras que puedan realizar alguna aportación o representen algún interés en la mejora del espacio protegido.

Hay que tener en cuenta que cuando se protege por ley un espacio, se suelen limitar las actividades a realizar dentro de él y el destino y cantidad de recursos explotables en el mismo. Así, determinadas actividades pueden ser limitadas debido al impacto ambiental que generan, frente a que otras que van a ser favorecidas por lo contrario.

Si se hace bien, las poblaciones locales pueden llegar a sentirse fuertemente implicadas en este proceso. Tal es el caso de los parques naturales/regionales franceses, donde existe una gran demanda por parte de las poblaciones locales para ser incluidos en los de nueva creación.

Otro factor muy importante es la cualificación profesional de los trabajadores que se encargan de la gestión diaria del espacio protegido. A la dirección la respalda en sus decisiones un equipo técnico formado por investigadores, ingenieros y técnicos, juristas, etc. El resto de personal del espacio se dedica fundamentalmente a las siguientes tareas:

1. Vigilancia y control: la lleva a cabo la guardería del espacio protegido, dependiendo del país y de la figura de protección, estos trabajadores pertenecerán al ejército, a un cuerpo específico de policía, a cuerpos específicos de la administración pública o incluso a empresas privadas.

2. Educación ambiental y divulgación: Estas personas reciben a los visitantes realizando con ellos rutas por el interior del parque en las que les informan sobre la historia del espacio natural, las especies emblemáticas que alberga, los hitos geológicos más importantes, etc.

3. Mantenimiento: Estos profesionales realizan tareas para evitar el deterioro del medio, fundamentalmente de limpieza, reparación, gestión del combustible, etc.

4. Administración: En algunos casos existen oficinas donde se gestionan las reservas para las visitas, se tramitan permisos para estudiantes, se realizan contratos con proveedores… y en definitiva se coordinan el resto de servicios prestados en el espacio natural protegido.

Existe un último tipo de persona que forma parte de la vida diaria de estos espacios pero que no encaja en ninguno de los perfiles anteriormente descrito, el voluntario. El voluntariado es quizá la actividad más noble, porque estas personas realizan aquellas actividades que, siendo necesarias, no pueden ser cubiertas por los trabajadores del lugar, y de manera totalmente altruista sólo por el hecho de poder seguir disfrutando de un espacio privilegiado.

Por último, hay que tener en cuenta que el ser humano no es capaz de apreciar como se merecen aquellas cosas a las que no tiene acceso, por lo que es necesario que los espacios naturales protegidos puedan ser visitados (al menos en algunas zonas de los mismos). Pero esto hace imprescindible que se aplique un exhaustivo control sobre la actitud del visitante, que abarca desde las medidas preventivas (como la fijación de carteles de prohibición) hasta las correctoras (como la imposición de multas o sanciones).

Para conocer mejor la capacidad de acogida de turistas de un espacio, se utilizan indicadores como el Límite del Cambio Aceptable (LCA) que no es más que el cálculo del umbral por encima del cual la presión de visitantes deteriora los recursos del espacio natural protegido.

Otra medida que está proliferando en muchos países es la previsión normativa de figuras de protección de espacios de escaso valor ecológico, donde se permiten actividades lúdicas y deportivas, y que quitan la presión de público sobre aquellos espacios de mayor calidad. 

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