El Origen de la Ética como disciplina filosófica

EN LA ÉPOCA HOMÉRICA.

La Ética nació como disciplina filosófica con la reflexión de los sofistas en los siglos V y VI A.C., en Grecia. Pero para comprender las condiciones de su surgimiento, debemos remontarnos al estudio de los juicios de su valor de tiempos anteriores.

En Hornero, para el caso, el principal juicio de valor consistía en calificar de agathós a los hombres que reunían los requisitos de habilidad, valentía, astucia, etc.

El agathós era el hombre homérico, sin dar mayor importancia a lo que hoy entendemos por moralidad.Con el tiempo, el término "agathós" fue perdiendo su significado original.

Se transfirió el contenido original de la palabra a la estirpe de aquel a quien se calificaba antes como agathós: por eso, ahora, se daba ese epíteto a quien tenía sangre de noble.

En ese sentido, agathós se oponía a kakós, que podría traducirse como el equivalente de plebeyo.

EN LA ÉPOCA CLÁSICA.

A pesar de todo lo anterior, y-como alguno de los herederos de los primitivos agathós no reunían las cualidades de sus antepa­sados, se hizo necesario, cultura I mente, revisar los calificativos, empezando a popu­larizarse el uso de la palabra arete, que quiere decir virtud, para referirse a las cuali­dades que debía tener un buen agathós, pero que muchas veces no tenía.

En la prác­tica, la virtud, la arete ser resumía en la dikaiosyne, que es la cualidad de la justicia.

Todo se trata, pues, ahora, de determinar en qué consiste tal justicia; pero este es un problema serio, pues en los distintos estados griegos se veían justicias dis­tintas.

La pregunta por la justicia se.convierte en la pregunta por la posibilidad de que exista una justicia universal e incambiable, que sea fundamento de la virtud.

Alrededor de estas preguntas por la justicia, la virtud y la bondad, se estructura la Ética, que a partir de un estudio etimológico, puede definirse como "ciencia de la recta configuración del carácter del hombre" o como "ciencia de las costumbres", según la interpretación que se haga de los originales griegos.

EL JUICIO ÉTICO.

La Ética, o mejor, la moral, a nivel de experiencia, consisten en saber emitir juicios acerca de la bondad o maldad de los demás, de sus actos o del mismo sujeto que juzga.

Nuestra pregunta será por el criterio que nos permitirá hacer esos juicios.Metodológicamente dividiremos nuestras consideraciones en tres apartados: el juicio sobre las acciones, sobre las personas y sobre la vida entera.

EL JUICIO SOBRE LAS ACCIONES.

A nivel de acciones, se ha planteado una seria discusión sobre el derecho que los hombres tienen de juzgar las acciones de los demás.

Los que se oponen a este derecho, argumentan con el principio que sostiene que cada hombre que juzga es el primero en caer en la falta que condena.

Si se siguiera tal principio, caeríamos en una postura ética que permitiría al individuo realizar todo cuanto su conciencia tolere.

Creemos que toda acción debe tener un sustrato objetivo que permita el juicio sobre la misma y sobre el hombre que la ejecuta.Para buscar ese criterio objetivo analizaremos los elementos que hallamos en toda acción: una persona que la ejecuta, la circunstancia en que se ejecuta, el fin perseguido, la intención de perseguir el fin y el efecto producido.

Toda acción es ejecutada por una persona humana.

Esta tiene una disposición biológica heredada y otra cultural adquirida para actuar de un modo determinado. A la disposición biológica se conoce con el nombre de temperamento, y a la cultural, personal, con el nombre de carácter.

Debemos reconocer que en todas las acciones hay esa predisposición, pero las personas, por su libertad, pueden elegir cada uno de sus actos.  Y el hombre debe responsabilizarse de los actos que elija.

EL ANIMAL Y LA JUSTEZA.

Zubiri presenta al hombre en cuanto moral a partir de la confrontación entre el comportamiento animal y el comportamiento humano.  Seguiremos la exposición de Aranguren.

En el animal, la situación (estructural) estimulante, de un lado, y sus propias capacidades biológicas, por otro, determinan unívocamente una respuesta o una serie de respuestas que establecen y restablecen un equilibrio dinámico.

Los estímu­los suscitan respuestas, en principio perfectamente adecuadas a ellos. Hay así un ajustamiento perfecto, una determinación unitaria entre el animal y su medio.

El carácter formal de este ajustamiento lo llama Zubiri justeza.  

EL HOMBRE Y SU LIBERTAD.

El hombre, por su complicación y formalización, no puede dar una respuesta adecuada a los estímulos y queda así LIBRE DE ellos.

Por eso es que las estructuras somáticas del hombre exigen la inteligencia, en cuanto un hacerse cargo de las situaciones y habérselas con las cosas como reali­dad y no solamente como estímulos.

El medio animal, pues, por la inteligencia, cobra el carácter de mundo, de realidad.El hombre tiene que considerar la realidad antes de ejecutar un acto, pero esto significa moverse en la irrealidad.

En el animal, el ajustamiento se produce de reali­dad a realidad, directamente; en el hombre, indirectamente, a través de la POSIBI­LIDAD y de la LIBERTAD, la cual reposa en las estructuras inconclusas de las ten­dencias o referencias, que abren así, el camino al ámbito de las preferencias.

Aquí está la segunda dimensión de esta situación de libertad: libertad no sólo de tener que responder unívocamente a los estímulos, sino también libertad PARA preferir en vista de algo, convirtiendo, así, los estímulos en instancias y recursos, es decir, en posibilidades.

En síntesis, si al animal le está dado el ajustamiento, el hombre tiene que hacer ese ajustamiento, tiene que justificar (iustum faceré: hacer justo) sus actos.

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