Homenaje

 

Homenaje

Estoy trabajando actualmente con personas de la Tercera Edad. Cuando comparto con ellos ya sea una charla, ya sea juegos, ya sea ejercicios de memoria, ya sea risas... un gran sentimiento de respeto me invade. Ahí va mi homenaje. 

El primer motivo de dicho homenaje es que son maestros de despedidas.

Ni el mejor libro de psicología o de autoayuda nos puede enseñar a afrontar el paso del tiempo como ellos: varones que en su juventud se han sentido los reyes de la fuerza, "héroes de damas", y que han tenido que aprender a vivir desprovistos de su fortaleza; mujeres que se han mimetizado con sus hijos, protegiendo a todas horas la debilidad de sus cachorros,  que tienen que retomar sus días conscientes de que ya no son necesarias; personas que han tenido que ir dando la bienvenida a la vejez,  a base de pérdidas paulatinas de juventud y acumulando recuerdos sin darse cuenta. 

En definitiva, debemos aprender de ellos cómo ir cerrando el ciclo de la vida porque los ancianos tienen, eso sí, el privilegio de poder acabar una historia, "cerrar su círculo". 

El segundo motivo para el homenaje es que poseen la facilidad para combinar unos  planteamientos morales y éticos, incrustados de forma recia, con la flexibilidad que dan los años y que les permite, por derecho, relativizar los argumentos y los análisis.

Son unos auténticos maestros en esto. Son capaces de afirmar "hay que educar con mano dura" y, a la vez, poder decir "déjale al chiquillo que disfrute..." a pesar de que el motivo de dicho disfrute suponga una desobediencia flagrante de una norma.

Y más, en muchos casos, son capaces de arriesgarse a cuestionarse dichos principios, de arriesgarse a aprender, arriesgarse a buscar...

El tercer motivo es porque admiro a aquellos ancianos que reconocen que lo son, con esa dignidad que sólo ellos tienen. 

En un época en la que se habla de acabar con la vieja política y de crear una nueva, quiero incidir no en el término "política" sino en los términos "viejo" y "nuevo". Sólo una sociedad que mira con admiración a sus mayores es una sociedad rica. Porque en lo viejo tenemos nuestras raíces. Es necesario avanzar pero sin olvidar lo que se ha sido. 

Cicerón hablaba así del respeto que le guardaban en su casa al anciano Apio:

"Apio, aunque era ciego y anciano, tenía el control sobre cuatro hijos robustos, cinco hijas, una casa grande y muchos dependientes; pues tenía su mente tensa como si fuera un arco y no sucumbía languideciente a la vejez.

No sólo mantenía la autoridad, sino también el absoluto dominio sobre los suyos; los esclavos le temían, sus hijos le reverenciaban y todos le tenían como a un ser querido; la costumbre paterna y la disciplina regían en aquella casa".

(Extraído de un fragmento de Cicerón, de "De Senectute" (XI,37) en el libro de texto de Latín de 1º de Bach, Ed. SM.)

Son necesarios e imprescindibles; los pilares en los que se construye esta sociedad hecha de novedades inmediatas y rápidas; los que nos recuerdan que siempre tendremos el refugio y el calor que no nos puede dar la tecnología sino la humanidad más encarnada.  

Marta Tamayo Loyo

Licenciada en Filosofía y Letras con C.A.P. y Habilitada en Educación Social por el CEESCYL

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