Feminidad, identidad y mujeres. Marcela Lagarde. (4 de 5)

Visto que, según las aportaciones expuestas hasta el momento, ciertas características biológicas apuntan a que somos mujeres desde los cuerpos, pero que sin el “pack femenino” no lo son, y con él caen en un malestar sin nombre. ¿Cómo se construye la identidad de las mujeres? ¿Qué hace sentirse mujeres y afirmar que lo son?

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Marcela Lagarde

Marcela Lagarde (1948) investiga desde su formación como antropóloga y feminista. En 1996 escribe un libro que tiene bastante repercusión y al que tituló: Género y Feminismo. Desarrollo Humano y Democracia. A través de sus reflexiones en el mismo vamos a seguir con la mirada que estamos haciendo a la construcción de las mujeres, las cuales comenzamos con el post: ¿Cómo se yo que soy una mujer? Esta pregunta surge en mi mente mujeril mientras paso el trapo por la tapa del retrete.

Construimos nuestra identidad afirmando nuestro yo y negando la igualdad, aceptando la diversidad al definir al otro como diferente.

Como vimos al inicio, la identidad de género de los sujetos se conforma a partir de una primera clasificación genérica (al nacer somos niñas o niños). Además de esta primera conformación, seguimos definiendo nuestra identidad por adscripción a grupos de diversa índole (que se definen por su actividad, pensamiento, lugar de origen, periodo de vida, etc.).

Como grupo, Marcela Lagarde habla de que “la identidad de las mujeres es el conjunto de características sociales, corporales y subjetivas que las caracterizan de manera real y simbólica de acuerdo con la vida vivida.” (Lagarde, 1996) y llega a definir una condición de mujer por características genéricas (de género) que teóricamente comparten todas las mujeres.

Por un lado, la identidad de las mujeres se define a través de características sociales, corporales y subjetivas, que la caracterizan de manera real o simbólica. Por otro lado, la experiencia particular de cada mujer viene determinada por las condiciones de vida. A través de estas ideas, Marcela Lagarde habla de la condición de la mujer.

Esta condición genérica es histórica, en oposición a la “naturaleza femenina” (el “pack femenino”) que define a “la mujer” a partir de sus atributos sexuales (cuerpo, formas de comportamiento, actitudes, capacidad intelectual y física, lugar en las relaciones, …), los cuales el patriarcado afirma que escapan a la Historia, y esto hace que no se acepte la deconstrucción a la que se somete la creación de las mujeres.

 

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Marcela Lagarde abre el análisis a otros términos y características que muestran qué es lo que encuentran las mujeres a la hora de construirse en la individualidad y en la colectividad. Las mujeres se definen a partir de una condición genérica inicial, y a la vez las circunstancias y todo lo que se crea y creamos a nuestro alrededor va conformando un todo.

A partir de lo anterior, esta autora, define la situación vital como el conjunto de características que tienen a partir de su condición genérica, la cual afirma la existencia de mujeres particulares en condiciones concretas de vida.

Este es un punto de inflexión en relación a las anteriores autoras, ya que aquí  se visibiliza la diversidad de las mujeres y las condiciones concretas de cada mujer, a partir de las cuales va a construir su yo mujer a través del que interactúa con el mundo.

Las diferencias entre las mujeres (derivadas de clase, etnia, raza, etc) intersectan con la de género, a partir de ellas se comparten vivencias opresivas comunes.

A pesar que en la modernidad eurocentrada capitalista, todos/as somos racializados y asignados un género, no todos/as somos dominados o victimizados por ese proceso. El proceso es binario, dicotómico y jerárquico. Kimberlé Crenshaw y otras mujeres de color feministas hemos argumentado que las categorías han sido entendidas como homogéneas y que seleccionan al dominante, en el grupo, como su norma; por lo tanto, “mujer” selecciona como norma a las hembras burguesas blancas heterosexuales, “hombre” selecciona a machos burgueses blancos heterosexuales, “negro” selecciona a machos heterosexuales negros y, así, sucesivamente. (Lugones 2008, 25)

Esta cita de María Lugones, feminista descolonial, pone en evidencia que hasta años recientes (como podíamos ver en las dos autoras anteriores), la diversidad dentro de las mujeres, y las diversas opresiones que desde los discursos feministas se habían generado hasta el momento (ella habla de colonialidad de género -lo abordaremos en otros post-).

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María Lugones

 

¿Esto qué quiere decir? De manera sencilla, que se comenzó hablando de mujer/hombre. Mujer como una categoría que definía a todas las mujeres, y desde la cual se trataba de desmantelar la discriminación que se había construido frente a la categoría de hombre.

Después se empezó a hablar de mujeres, pero en muchas ocasiones sin tener en cuenta que ese plural, incluía mujeres negras, indígenas, lesbianas, etc,  mujeres, en definitiva, que estaban atravesadas por otras discriminaciones debido a su raza, identidad sexual, etc. Estas mujeres no se encontraban dentro de los análisis realizados desde la visión de las “mujeres blancas heterosexuales de clase media”. Aunque este tema lo abordaremos en otro post.

Si ahora atendemos a la feminidad de la que habla Lagarde, hemos de apuntar que es una distinción cultural históricamente determinada que caracteriza a las mujeres por su condición genérica. Esta feminidad de la que hablaba Friedan, había determinado a las mujeres a las cuales analizó de una manera muy concreta. Esa feminidad no era la misma que la que, en ese momento, podía ser identificada por otras mujeres en el Perú indígena, por ejemplo. Y cabría cuestionar, siguiendo a autoras descoloniales, si las categorías de feminidad y masculinidad construidas desde occidente tendrían sentido en otros lugares, cómo está esto conectado con la colonialidad y la modernidad.

Uno de los puntos interesantes que apunta Lagarde es que las mujeres, en cada momento de sus vidas, deben demostrar que son mujeres “de verdad” (las mujeres sobre las que habla Friedan lo hacían a cada momento), pero, con el agravio de que ninguna mujer puede con todos los atributos de “la mujer”. Esta contradicción constante entre la identidad asignada y la identidad vivida hace caer a las mujeres en conflictos y contradicciones que podríamos llamar "de género". Hay en las mujeres un desfase entre el deber ser y la existencia.

De nuevo, la visibilización de los conflictos. Volviendo a la limpieza del baño, encontramos aquí uno de esos conflictos persistentes en lo más profundo de el ser mujer. La definición desde lo doméstico-privado (maternal-hogar) sigue muy latente. Así, las tareas que se suponen a las mujeres entran en conflicto con su vida:  trabajo,  inquietudes intelectuales,  encuentros sociales, espiritualidad, etc.,

Este conflicto manifiesto se puede ver en ¿cuándo dedican el tiempo a limpiar el baño? ¿a qué le dan prioridad? ¿cómo se sienten ante las elecciones?

Esta feminidad determinada históricamente de la que habla Lagarde ha cambiado, ella identifica estos cambios en la feminidad de las mujeres. El seguir los deberes de su feminidad les generan contradicciones que a veces niegan y otras superan. 

En este momento (1996)  explicita que hay un giro de las mujeres hacia ellas mismas. Se vuelven protagonistas, sujetos históricos.  La des-estructuración de la identidad femenina patriarcal hace que se haya transformado lo esencial de la feminidad, del ser mujer y de las mismas mujeres, creando así nuevas identidades. La sociedad cambia, por lo que las mujeres cambian con ella como seres sociales partícipes de esa sociedad.

Esta autora habla de muchos de esos cambios, como la re-definición de la condición y la identidad de las mujeres desde ellas mismas. Cambios que producen miedo, ya que se piensa que cambiar es construirse como el otro (masculino), y eso sería romper la pureza y el orden. Además, estas transformaciones genéricas a raíz de cambios sociales, económicos, políticos y culturales, es manifiesta en las transformaciones de la sexualidad, las relaciones jurídicas, económicas, lenguaje, etc.

Vemos que ahora que se empieza a abrir la posibilidad, en ciertos lugares y para ciertas personas, de cambiar lo que lleva el “pack femenino”. Lo,o femenino se está deconstruyendo y reescribiendo desde diferentes ámbitos. Se ha abierto el “pack”,, se le ha cambiado el nombre, algunas/os lo han roto.

Así, en este momento de deconstrucciones y nuevas construcciones de las mujeres, Lagarde ayuda a ver  que cada mujer está involucrada en un sincretismo de género (como ella lo llama) que se concreta en su persona. Esto crea conflictos personales, interpersonales y con el baño.

 

Lagarde, Marcela. 1996. Género y Feminismo. Desarrollo Humano y Democracia. Madrid. Horas y Horas.

Lugones, Maria (2008). “Colonialidad y género: hacia un feminismo descolonial”, en Mignolo, Walter. Género y descolonialidad. Buenos Aires: Ediciones del Signo.  13-54.

Ana Valero Rey

Consultora y formadora en temáticas de género e igualdad

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