Cuotas sí, cuotas no, ¿para qué sirven las cuotas de género?

De nuevo ha llegado a mí la pregunta ¿tú que piensas de las cuotas? Porque “me parece que no es justo que las mujeres tengan privilegios a la hora de acceder a los puestos de trabajo”

 

Hace unos años, cuando me hacían esta pregunta me alteraba. Comenzaba a explicar desde el enfado, intentando convencer a la otra persona. “Yo llevaba razón”. Esta última vez, aunque al final mis palabras eran más rápidas y contundentes, sentí que no quería convencer a nadie.

Para mí las cuotas son una medida transitoria para promover la igualdad en el sistema que nos encontramos. De forma general, las cuotas son un mecanismo, que a corto y medio plazo, pretende facilitar la diversidad de las personas en los espacios de toma de decisiones, puestos de representación, ciertos sectores laborales, etc.

Aquí me gustaría rebatir el argumento que me dieron la última vez. Realmente es el más escuchado. Me parece el argumento estrella en contra de las cuotas de género, la "meritocracia". Un argumento que se carga de peso y de razón es el hecho de que, “dejar espacios para que los ocupen las mujeres, es injusto”, “yo quiero que lleguen a los lugares las mejores personas para el puesto”, “no es justo que se quede un buen profesional fuera sólo por el hecho de ser hombre”.

Ante estas afirmaciones, me solía asaltar la sorpresa, una sorpresa rabiosa. El otro día entendí que, simplemente, estas afirmaciones traen consigo un desconocimiento.

Y es que para pensar que es justo, tendríamos que hablar de qué es para nosotras la justicia. Porque las mujeres llevan una historia de injusticias a sus espaldas por el mero hecho de ser mujeres. Es injusto que te despidan porque te quedes embarazada, que no te cojan en un trabajo porque estás en edad de quedarte embarazada, o porque eres mujer y “las mujeres faltan más al trabajo para hacerse cargo de sus hijas/os”.

Para entender esto, hemos de conocer cómo funciona el sistema de género en nuestras sociedades actuales, cómo funciona y las consecuencias que de este se derivan. Está ya estadística y teóricamente explicado lo que conocemos como “techo de cristal”. Las mujeres están presentes, pero no llegan a los puestos más elevados. Sólo hay que ver las fotos de las reuniones entre los Gobiernos. Los comités de dirección de grandes empresas, entre otras.

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G20 (Turquía 2015)

 

También hemos de ser conscientes de que muchas buenas profesionales no llegan a algunos puestos como dirección, porque influyen en sus carreras cosas como que las mujeres (en su mayoría) han sido entrenadas para ser más calladitas, para no destacar, para ayudar a los otros antes que, a ellas mismas, etc. Lo que hace que, por un lado, tengan que sacar de sus cuerpos y mentes lo aprendido e ir a por lo que quieren, y por otro, traspasar las barreras de un sistema patriarcal. Para esto, las cuotas ayudan.

Otra cosa que creo necesaria apuntar es que, de ninguna manera, los hombres que hay ahora en los diferentes espacios, son los mejores. Esta idea es un absurdo. Aun sin las cuotas, no llegan los mejores, hay muchas circunstancias que influyen en esto. Y muchos estereotipos, pautas culturales y estructuras de poder que favorecen mayormente a los hombres (blancos, heterosexuales, clase media).

Estamos en una sociedad dividida por razón de género en la dicotomía mujeres/hombres. Los hombres son los privilegiados, pues el sistema se ha creado desde parámetros masculinos.

Las cuotas ayudan, en estos momentos, a que las mujeres estén. Y a muchos hombres también. Porque las cuotas se aplican también para hombres en espacios de trabajo feminizados, como puede ser el sector de los cuidados.

Aun así, esto no trae tanta demanda ni polémica, porque no muchos hombres quieren trabajar limpiando baños, lavando a personas mayores, etc. Aunque trabajen en estos sectores, se ocupan más de cosas como, por ejemplo, limpiar los cristales (no el váter) o movilización de pacientes.

Evidentemente, el hecho de las cuotas tiene su parte negativa, y entre ellas está la resistencia que crean, y posible rechazo a personas que entran por este sistema.

También podemos ver que es una medida que no modifica la estructura. Es decir, el sistema sigue estando estructurado desde parámetros masculinos, y desde ellos entran las mujeres y hombres en ese sistema.

Por ejemplo, es un sistema competitivo, en el que se promueve y se premia la competitividad, otro tipo de enfoques no suelen contemplarse. Aunque, hay muchas acciones de ruptura que van teniendo lugar.

¿Por qué levantan tantas ampollas las cuotas de género? En un artículo que Mª Ángeles Cabré  publicaba en 2014, hacía alusión al hecho de que no se ve la discriminación, y planteaba:

El sentido común nos lleva a pensar en paralelismos como incentivar a alumnos que se incorporan a mitad de curso (y más si es por razones ajenas a su voluntad) con objeto de que alcancen el ritmo normal. ¿A qué viene pues tanto escándalo cuando de beneficiar a un género se refiere, no en detrimento del otro sino para igualarlo al otro?

Para cerrar, simplemente visibilizar que gracias a las cuotas se ha dado un gran avance en la ocupación de espacios por parte de mujeres. Aunque, y aquí estaría otra parte de la negativa de las cuotas, es que están pensadas desde una visión dicotómica. Se quedan fuera muchas personas, por esto se comienza a hablar de cuotas para personas trans-, entre otras medidas.

Son medidas transitorias y estaría genial no usarlas, pero a mí, por el momento, me valen. Pienso que son una medida que ayuda, aunque, evidentemente, tienen que salir unos para que entren otras… y eso cuesta.

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Ana Valero Rey

Consultora y formadora en temáticas de género e igualdad

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