La voz
A la hora de comunicar es importante el tono de voz. Hay que intentar darle inflexión a la voz cuando damos un discurso, subir y bajar la intensidad. Conviene siempre tener a mano agua o caramelos, que ayudarán a variar el tono de voz de forma agradable para el público. Hablar de pie favorece, siempre que tengamos una postura erguida pero a la vez natural y cómoda.
No se puede mantener un discurso con el mismo tono de voz, esto hará que el público se aburra y desconecte, ya que se hace muy monótono. Los cambios en los tonos de voz hacen que el público esté más atento porque despierta su atención. No hay que olvidarse de vocalizar bien y no hablar rápido, se nos tiene que entender.
Los silencios son importantes en un discurso, se pueden emplear pausas de forma inteligente para dar el matiz que queramos al mensaje. Una buena forma de practicar es leer en voz alta, por ejemplo, una novela; practicando el sentimiento de los personajes, la sorpresa, la orden, el susto, la alegría, etc. Otro ejercicio es decir una misma frase con diferentes tonos: enfadado, alegre, tímido, irónico, etc.
Al igual que el tono, el volumen debe ser dinámico a lo largo del discurso, es bueno jugar con el volumen para darle el matiz que se quiere a cada mensaje, el énfasis que se quiera dar o la intencionalidad de las palabras.
Hablando en voz alta transmite austeridad, si se habla en voz baja transmite confianza, etc.
No hay que olvidar proyectar la voz en todas las direcciones, no solo hacia delante, para que así puedan oírnos todos bien, incluido el público que esté sentado en los extremos.
En muchas ocasiones es más importante cómo se dicen las cosas que lo que se dice.