Ética en investigación educativa: el docente investigador

Hubo un momento de la investigación en educación en el cual la investigación era realizada por psicólogos, sociólogos, antropólogos, licenciados en educación, lingüístas y cualquier disciplina que quiera el lector imaginar. A raíz de este tipo de investigaciones, se hizo evidente que los resultados y avances poco tenían que ver con la denominada realidad educativa, pues se trataba de profesionales que analizaban una práctica que les era fundamentalmente ajena, y en la cual se veían apenas sino nada involucrados.

Ante esta incapacidad de reflejar la realidad educativa desde adentro, a partir de los años noventa se promovió en educación una nueva figura, heredera del método etnográfico en antropología: el docente investigador. En un primer momento prometía tenerlo todo: cercanía al campo, participación directa en la actividad, una posición privilegiada en la recolección de información, una visión integradora tanto de la teoría como de la práctica educativa, entre muchos otros.

 

No obstante el furor, se plantearon toda una diversidad de problemas éticos en relación a la figura del docente investigador:

  • La poca o nula formación del profesor en el oficio de la investigación, lo cual conllevaba tener un sujeto que, además de dar su clase habitualmente, debía a su vez ejercer un rol simultáneo del cual manejaba apenas rudimentos, cuando no era aconsejado por un tercero.
  • La imposibilidad real de disociar roles y realizarlos en paralelo con total eficacia. La pregunta fue ¿es correcto perder calidad educativa y el enfoque de un profesional de la enseñanza en nombre de la investigación?
  • Se crea un gris enorme en el principio máximo de la investigación humana: el consentimiento informado. Puesto que el docente que investiga lo hace sobre su práctica, y su práctica es ya de por sí un deber que cumple y del cual el alumno y sus padres ya ha sido informado. Pero a su vez investiga, observa, analiza sobre esa misma práctica informada. Entonces, ¿cuál es el límite de cada función?¿cómo esto afecta la integridad del alumnado?

Naturalmente estas cuestiones no tienen respuesta aún, pues la intromisión del docente investigador que reflexiona sobre su propia práctica está tan arraigado en educación que es hasta casi reprobable un profesor que no analiza y reevalua su propio accionar.

Cualquier docente que planee realizar investigación con sus propios cursos, debe hacer cargo de conciencia y preguntarse realmente hasta qué punto está en condiciones de realizar su propósito sin perjudicar a sus alumnos.

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