El lenguaje y la comunicación en sujetos con Síndrome de Down

La importancia de la comunicación es indiscutible, ella nos permite ir adquiriendo conocimientos, seguridad para explorar el mundo que nos rodea, experiencias... en fin, un individuo que no se comunique, que no viva en sociedad no tendrá un desarrollo adecuado, llegando a tener diversidad de carencias.

 

Esto hace que el lenguaje, como medio de comunicación, tenga una importancia considerable. Cuando hablamos de lenguaje, no nos referimos única y exclusivamente a lenguaje hablado, ya que existen otros tipos de lenguajes no verbales, por ejemplo, el lenguaje de sordos, el Bliss...

 

El objetivo que hay que plantearse es la COMUNICACIÓN, ya sea hablada, signada o escrita, no importa el medio que se utilice sino la comunicación en sí. Este error es cometido por muchas personas (profesores, madres...) que le dan demasiada importancia a que su niño “hable como los demás”, “lea como los demás”... derivando esto en una pérdida de tiempo para la enseñanza de otro sistema de comunicación.

 

Así, el lenguaje es uno de los elementos más importantes que usamos en nuestra comunicación, nos ayuda a mantener el contacto con las personas que nos rodean y nos facilita la tarea de aprender. De ahí reside la importancia del lenguaje en el síndrome de Down para que pueda integrarse bien en los contextos familiar, escolar y social.

 

El lenguaje es producto de una serie de elementos cognitivos, afectivos y sociales.

 

Resumiendo, la funcionalidad de la comunicación es lo que nos interesa; de modo que, si vemos que el niño no responde satisfactoriamente o no es capaz de hablar, hemos de proporcionarle otro sistema de comunicación alternativo que pueda utilizar.

 

6.1. La comunicación prelingüística en sujetos con síndrome de Down.

Ya desde el primer año, se pueden apreciar los desfases en el lenguaje de los sujetos con síndrome de Down, apareciendo sus primeras palabras más tarde de lo que cabría esperar.

 

El lenguaje oral es fruto de las interacciones socio afectivas que el niño establece con su entorno. Por eso, si éstas están alteradas por algún factor, incidirá de manera negativa en la posterior adquisición del lenguaje. Debido a la importancia de esto, vamos a desarrollar este punto.

 

Hay una serie de investigaciones que estudian puntos relacionados con este tema:

  • La pasividad. Unas han demostrado que los bebés con síndrome de Down son muy pasivos ante el ambiente que los rodea, convirtiéndose en un pobre interlocutor y apareciendo como menos reactivos y tomando menos iniciativa en la interacción con el adulto. (Fisher, 1987).
  • El llanto. También se ha llegado a la conclusión de que el llanto de los bebes con síndrome de Down es más breve y más pobre en elementos vocálicos. (Rondal, 1986; Del Barrio, 1991).
  • El contacto ocular, que aparece en el niño normal hacia el primer mes de vida, aumentando hasta los tres, cuatro meses, en el bebé con síndrome de Down aparece hacia las siete, ocho semanas, aumentando su frecuencia hasta los seis, siete meses y, manteniéndose semanas y meses más tarde. (Del Barrio, 1991).

 

Estos bebes no utilizan el contacto ocular como medio de iniciar y mantener la comunicación.

 

Esta situación se mantiene durante la infancia, mirando menos al resto de las personas y fijándose menos en los movimientos que se realizan con la boca al hablar y, perdiendo esa clase de información que le serviría más tarde para emitir sus vocalizaciones. (Rondal, 1986, 1993).

 

Algunas de las explicaciones a este fenómeno nos la ofrecen Del Barrio, explicando que estos niños presentan una hipotonía general que poseen estos sujetos; en este caso se manifiesta a través de la hipotonía ocular.

  • La sonrisa. Aparece más tarde que en el bebé normal y también posee una duración menor. A pesar de esto los movimientos expresivos que la caracterizan son similares. (Fisher, 1985; Del Barrio, 1991). Así, se ve afectado el establecimiento de la figura de apego entre hijo y madre, teniendo esto consecuencias nefastas para el posterior desarrollo del lenguaje.
  • Emisión de vocalizaciones. Las primeras vocalizaciones aparecen a la vez tanto en bebes normales como en bebés con síndrome de Down, aproximadamente sobre los cuatro meses (Guilleret, 1985); además en sus parámetros cuantitativos (número de vocalizaciones, longitud de emisión de los elementos vocálicos y consonánticos) y cualitativos (tipo de articulación, relaciones acústicas) también son similares, si bien las de éstos últimos se van empobreciendo con el tiempo, llegando a retrasarse las primeras palabras incluso hasta los tres años, si no reciben una educación y estimulación adecuadas.

 

Todo esto viene a indicar que las alteraciones morfológicas de los bebés con síndrome de Down no parecen estar acarreando consecuencias negativas en este primer período.

  • Capacidad de respuesta a la interacción de las madres. Esto dependerá de diversas variables como el grado de pasividad y expresividad de los niños, la mentalidad y educación de los padres...

 

De este modo, los padres suelen encontrar dificultades a la hora de saber qué es lo que intenta comunicarle su bebé, por el modo tan pobre que tienen de expresarse.

 

En esta manera que tienen de expresarse influye el modo en que las madres les hablan a ellos, que es lo que van aprendiendo; así, estas madres si bien hablan más a menudo con ellos lo hacen con oraciones más cortas (a veces una o dos palabras), oraciones incompletas y/o mal construidas sintácticamente, utilizando más frases imperativas y menos interrogativas, por lo que la directividad de la conservación queda totalmente en manos de la madre, la cual controla excesivamente dicha conversación.

 

Que las habilidades prelingüísticas se encuentren mermadas en los bebes con síndrome de Down viene dado, como bien podemos observar, por dos motivos fundamentales:

  • Todos los factores que hemos visto hasta ahora, (contacto ocular, sonrisa, vocalizaciones...) hacen que no les llegue tanta información del entorno, o que les llegue distorsionada debido a que su actuación con el medio es menor que en un niño “normal”.
  • Lo segundo viene en consecuencia de lo primero: al no actuar mucho el niño con el ambiente, éste le manda a su vez menos estímulos porque no sabe cómo responder a los intentos comunicativos del niño, porque ni si quiera reconocen esos intentos comunicativos, etc...

Por lo tanto, aquí de nuevo se confirma que una buena atención y estimulación por parte del entorno va a jugar un papel muy importante en el desarrollo posterior del niño.

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