el origen de la maquinilla de afeitar
Antes del invento de la maquinilla de afeitar, el rasurarse la cara era casi un acto arriesgado, a no ser que fueses a un barbero; pues si decidías hacerlo por ti mismo lo normal era que sufrieras algún percance en forma de corte.
Los medios utilizados eran las navajas y cuchillos bien afilados, lo que por otra parte tenía las molestias de que necesitaban un mantenimiento constante.
El inventor de la maquinilla de afeitar fue un trabajador de una empresa de tapones de plástico llamado K.C.Gillette (¿os suena el nombre?), que por sus frecuentes viajes solía sufrir estos “accidentes” causados por las navajas cuando se afeitaba en los trayectos que realizaba en tren (debía de ser algo tremendamente difícil teniendo en cuenta la poca estabilidad de los vagones de tren en esa época).
Gillette se basó en un modelo anterior (de 1888) que mejoró y patentó allá por 1904, con la idea de proporcionar un producto seguro y desechable (una maquinilla que contuviese en su interior una cuchilla afilada que se pudiese cambiar cada cierto número de usos y que redujese drásticamente el riesgo de cortes accidentales al eliminar el contacto excesivo de la cuchilla con la piel), lo que le haría obtener pingües beneficios.
Al principio no tuvo mucho éxito, pero poco a poco consiguió abrirse mercado, siendo el proveedor de maquinillas de afeitar para el ejército estadounidense durante la I Guerra Mundial.