Un modelo alternativo de la valoración de juicios morales

6.2.2.1. Un modelo alternativo de la valoración de juicios morales

Harsanyi** afirma, que los múltiples problemas lógicos y teóricos presentados por el modelo de Rawls, pueden ser resueltos de una manera consistente y racional, utilizando como regla de decisión el principio de la teoría Bayesiana de la maximización de la utilidad esperada, en lugar del principio maximin.

Partiendo de un esquema teórico similar al desarrollado en la Teoría de la Justicia, si suponemos que un individuo tiene que decidir entre dos sistemas sociales y lo hace sin conocer cuál es su posición social en cada uno de dichos sistemas, tenemos que admitir que está realizando un juicio ético.

En esta posición original de partida, suponemos que se utiliza para tomar una decisión racional el principio de la maximización de la utilidad esperada. Si asumimos también, que la sociedad consiste en “n” individuos, y que el decisor tiene la misma probabilidad “1/n” de ocupar el lugar de cualquier persona de la sociedad desde la más afortunada a la menos. Bajo estas condiciones, es fácil demostrar que este sujeto elegirá el sistema social que hace más alto el nivel de utilidad medio de los miembros de la sociedad. Esta conclusión no es aceptada por Rawls, el cuál no admite el uso de probabilidades subjetivas, ni incluso probabilidades lógicas dentro de su propuesta teórica. Sin embargo, la necesidad y justificación del uso de probabilidades subjetivas, ha sido ampliamente expuesta por los teóricos de la teoría bayesiana de decisión.

En realidad, en la vida de la empresa y en la vida real de las personas, continuamente estamos teniendo en consideración la probabilidad de ocurrencia de determinados acontecimientos de forma explícita o implícita, ya sea de un modo más racional o de forma más subconsciente. Realmente, cada vez que elegimos entre cursos de acción alternativos, no sólo intentamos predecir qué acontecerá como consecuencia de cada camino elegido, sino que este pensar en qué puede suceder lleve ya implícito un cálculo formal o no de probabilidades.

Por consiguiente, podemos objetar al desarrollo teórico de la teoría de la justicia, el que la utilización del principio maximin no es un principio lógico a menos que seamos inmensamente adversos al riesgo, y en ese caso, no estamos evitando asignar probabilidades subjetivas a los acontecimientos, al menos de forma implícita.

De hecho, lo que hacemos al utilizar la regla maximin, es asignar una probabilidad de uno, o una probabilidad total de ocurrencia a la peor posibilidad, con lo cual, nos decidimos por el camino que si suceden las peores posibilidades en los diversos caminos posibles, es el menos malo.

El hombre racional de Rawls, en realidad, es absolutamente adverso al riesgo, y se guía por un intento de evitar los peligros, aunque éstos tengan una mínima probabilidad de ocurrencia, y tenga que renunciar a la posibilidad de situaciones mucho mejores.

Es, por tanto, más conveniente para evaluar las instituciones sociales en términos éticos, por parte de personas racionales que no son absolutamente adversas al riesgo, la utilización de la media aritmética de la función de utilidad de Von Neumann-morgenstern de dichos individuos.

Esta función de utilidad de Von Neumann-Morgenstern, ha sido frecuentemente mal interpretada, puesto que no es simplemente una indicación de la actitud hacia el riesgo, sino que expresa qué utilidad, y por tanto, qué importancia subjetiva le asignamos a la consecución de diferentes objetivos. Por tanto, esta función tiene un lugar en la ética puesto que expresa la importancia subjetiva que una persona le asigna a diferentes necesidades y objetivos.

Harsanyi**, manifiesta la posibilidad de realizar comparaciones inter personales de utilidad, lo cual es rechazado por Rawls en su Teoría de la Justicia. Según Harsanyi, debemos estimar la utilidad que se obtiene, poniéndonos en las circunstancias personales, sociales, económicas de otras personas. Esta comparación de utilidad, en realidad, no podemos evitarla si queremos tomar decisiones éticas, puesto que las decisiones que tomo con repercusiones éticas, afectan a los otros. De una forma u otra, me veo obligado a estimar los beneficios y perjuicios que causo, a ponerme en el lugar de los otros e intentar estimar cómo les afecto desde su perspectiva subjetiva.

En realidad, cada vez que actúo en la vida cotidiana y realizo alguna acción que repercute en otras personas de forma directa o incluso indirecta, nos encontramos en la tesitura de calcular cómo los otros, desde su particular perspectiva psicológica, pero gobernados por las mismas leyes básicas de comportamiento, van a considerar mi acción.

Esto implica efectuar una estimación sobre la función de utilidad de las personas a las cuales afecto y con las que me relaciono, ya sea de forma explícita o implícita. Esta posibilidad de efectuar comparaciones inter personales, se basa en la asunción de que las funciones de utilidad de todos los seres humanos están gobernadas por las mismas leyes psicológicas básicas.

Por tanto, al efectuar comparaciones entre personas, en cierto modo, ésto es equivalente a efectuar una comparación entre mi utilidad, dadas unas determinadas circunstancias personales, sociales, económicas, biológicas, etc., y mi utilidad situándome en las concretas circunstancias personales y sociales del otro.

En definitiva, no sólo es posible, sino inevitable efectuar comparaciones de utilidad inter personales. Constantemente, tomamos decisiones referentes a nuestra familia, los amigos, compañeros, las cuales requieren estimaciones de las funciones de utilidad de las personas que afectamos, si queremos saber cómo van a considerar nuestras acciones. Naturalmente, nuestras decisiones mejoran mientras más información tomemos acerca de las preferencias particulares de las personas a las que afectamos con una decisión concreta.