Para empezar

Es curioso como hemos catalogado a los escritores como seres extraños con ciertas clases de atavíos, medio raros, como si viniesen de otro mundo.

Nos imaginamos a un Ernest Heminway con una caña de pescar por su “Viejo y el mar”, y ponemos estereotipos muy diversos a estos seres humanos tan excéntricos, según creemos.

Anton Chejov, al igual que otro joven norteamericano de las letras, murieron en el mismo sitio, muy jóvenes aún, pero recogieron en sus libros toda una vida.

 

Escribir es transmitir a la posteridad una parte esencial de nosotros mismos.

Al escribir, una parte de nuestra misma alma queda impresa en cada página. Por eso es un arte, porque como decía el gran D. H. Lawrence, el autor de “El amante de Lady Chaterley”, al hablar de la novela, “la novela es la vida”, y es que una buena parte de nosotros se plasma en cada escrito que realizamos. Nuestro subconsciente es el que tomar cuerpo en cada cuartilla y cada letra esgrimida, como si nos batiéramos en lance contra imaginarios molinos de viento. Atrévete a escribir y verás que se abre un abanico de posibilidades donde ya nada es imposible.

Escribiendo encuentras nuevos mundos, y es a la vez tu universo privado, aquel mundo que Antoine de Saint- Exupery encontró al retratar en “El principito”, la epopeya de la niñez.

Es hora de tomar el vuelo.

Ponte las gafas, enciende el motor de tu imaginación y…

¡A volar!

Jesús Quintanilla Osorio

Escritor profesional

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