Mecanismos de lucha frente a plagas y enfermedades

En los sistemas agricultura ecológica, las medidas adoptadas para hacer frente a las plagas y enfermedades que puedan aparecer en los cultivos, no pueden perder de vista el resto de actuaciones que definen este modelo de cultivo sostenible. De este modo, no se puede desarrollar una estrategia de protección y defensa fitosanitaria de los cultivos ecológicos “a toda costa”, por lo que establecer ciertas medidas mecánicas, químicas o biológicas para mantener las poblaciones de parásitos en niveles apropiados, no estará permitido en estas prácticas agrícolas.

En materia sanitaria más vale prevenir que curar, por lo que una selección adecuada de las especies y variedades vegetales a utilizar podrá evitar problemas futuros. Así, en primer lugar deben escogerse, siempre que sea posible, especies y variedades autóctonas o, si no lo fuese, suficientemente adaptadas al medio, pero además que presenten resistencia a la aparición de determinadas enfermedades y parásitos comunes en la zona geográfica donde se sitúe el cultivo. En las prácticas agrícolas convencionales, las variedades se suelen seleccionar en función de su productividad y calidad comercial, ya que el riego, los abonos, los productos fitosanitarios… se encargan de sustituir a otras características deseables como serían la rusticidad, la capacidad de adaptación al medio, la supervivencia frente a situaciones críticas…

En segundo lugar, proporcionar a los cultivos una selección de nutrientes completa y equilibrada, permitirá a los vegetales desarrollar una mayor resistencia a las plagas, aguantar el paso de enfermedades, soportar cierta presión parasitaria…

Otra buena práctica es la rotación de cultivos para evitar el exceso de nitrógeno en el sustrato, pues a menudo este elemento es el responsable del aumento incontrolado de insectos, hongos, bacterias, etc. Las rotaciones tienen gran relevancia en la lucha contra los problemas fitosanitarios, ya que permiten romper determinados ciclos biológicos y evitan que ciertas plagas se instalen en un cultivo de un modo permanente.

También los abonos verdes revisten una especial importancia, al activar los procesos bióticos en el sustrato y fomentar el desarrollo de hongos y nematodos saprófitos (que se alimentan de materia orgánica inerte), por lo que actúan de manera natural en contra de otras especies parásitas.

Pero no hay que perder de vista que ciertas especies guardan una especial relación de interdependencia entre sí, por lo que es imposible eliminar  algunas de ellas sin consecuencias graves o imprevisibles para otras o, en el peor de los casos, para el equilibrio del ecosistema. Por este motivo, se debe potenciar la presencia de enemigos naturales en la gestión de plagas y enfermedades, y mantener la población de invasores en unos niveles económicamente aceptables sin perseguir su total eliminación.

Frente a lo expuesto en el párrafo anterior, en la agricultura convencional suelen emplearse ciertos fitosanitarios (como los insecticidas de amplio espectro) que tienen la virtud de ser muy eficaces a la hora de eliminar la plaga objetivo, pero el defecto de ser poco selectivos y deshacerse, junto a la anterior, de los enemigos naturales e insectos útiles, con lo que se puede dejar el terreno preparado para la futura proliferación de esa misma plaga u otras nuevas, haciendo dependiente al sustrato del tratamiento fitosanitario lo cual lleva además a utilizar dosis cada vez mayores del insecticida en cuestión, agravando continuamente el problema a resolver y, por lo general, elevando la presencia de residuos en el suelo, con los consiguientes riesgos para el medio natural y el consumidor final.

Otro problema de utilizar estos productos químicos es la natural capacidad de adaptación a los mismos por parte de las plagas. Este fenómeno surge de la selección inducida sobre los individuos capaces de resistir a un tratamiento fitosanitario o a un grupo de ellos, lo que permite que lleguen a reproducirse y lo transmitan a su descendencia. El uso continuado de preparados químicos de igual o similar composición y la existencia especímenes resistentes a los mismos, es lo que origina este problema de difícil solución.

La sistemática agrícola ecológica recomienda utilizar sustancias de origen natural que, si bien no son del todo deseables desde un punto de vista ambiental, poseen la ventaja de alcanzar unos niveles de eficacia adecuados sin tener efectos tan adversos como los preparados químicos sobre el ecosistema. Pero el hecho de que la lucha contra plagas y enfermedades se sustancie sobre productos naturales, no significa que sean inocuos para el medio ambiente, debiéndose valorar cada caso por separado. 

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