Semana Trágica de Barcelona

En Julio de 1909 estalla en Barcelona un movimiento social de protesta que acabará con el gobierno de Maura y será conocido como la “Semana Trágica de Barcelona”.

El detonante no es otro que la llamada a incorporarse a filas para reforzar las tropas que participaban en la Guerra de Marruecos (un conflicto que se demostrará con el tiempo tremendamente peligroso y de escasa necesidad) de los reservistas, unos militares que pertenecían al ejército, pero que llevaban tiempo “retirados” por su edad y que en condiciones “normales” no deberían ser reclutados.

Se produjeron protestas por toda la geografía nacional, pero especialmente en Barcelona, donde hubo altercados en el puerto mientras éstos embarcaban rumbo al continente africano.

Es entonces cuando anarquistas y socialistas convocan una huelga para mostrar la disconformidad popular con esta medida y la solidaridad con los llamados a filas.

Se cortaron vías de tren, se levantaron barricadas y prácticamente se incomunicó la ciudad condal; se produjeron enormes disturbios, la ira del pueblo cargó contra la Iglesia y todo lo que representase religiosidad (se quemaron y asaltaron conventos, se profanaron tumbas de religiosos, se atacaron a monjas, etc…), también contra edificios de las fuerzas del orden; lo que no tardó en provocar el enfrentamiento entre estas últimas y los manifestantes.

 

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Estos enfrentamientos duraron una semana con el balance resultante de casi un centenar de muertos, miles de detenidos y la excusa perfecta para que el gobierno hiciese una “depuración” de “personajes peligrosos” mediante la condena a la pena de muerte de 17 personas, de las que se ejecutaron 5, entre ellas al profesor Francisco Ferrer i Guardia (Fundador de la Escuela Moderna, un centro educativo laico y sin separación de alumnos/as por razones de género) conocido anarquista.

 

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La represión contra el pueblo fue tremenda, de una dureza inclasificable; lo que a la postre acabaría siendo el detonante para que Maura abandonase el gobierno, obligado por el rey Alfonso XIII, que aceptó una renuncia que Maura nunca llegó a presentar.

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