Encontrar preguntas

Un día comentaba a una alumna que lo mejor que podía tener una persona no son certezas sino preguntas. Le animaba a tener un espíritu abierto a la curiosidad, lleno de interrogantes que se resolverían, en unos casos, y que no hallarían solución, en otros. 

 

No se trata de cuestionarse todo. Sería una locura. Se trata de evitar la tentación de enquistarnos en respuestas inamovibles ya que, cuando saltamos a la arena de las certezas, nos empequeñecemos un poco porque cerramos el camino a seguir buscando y, por lo tanto, a seguir encontrando cosas nuevas. 

 

Vivir formulando preguntas es toda una actitud existencial. Primero, nos relaciona con nuestro yo humilde e íntimo: humilde porque nos negamos la premisa de saberlo todo; íntimo porque nos acerca a nuestra profunda imperfección (que en la mayoría de las ocasiones nos empeñamos en ocultar). Entonces este "yo" se hace más fuerte. 

 

En segundo lugar, nos relaciona con "el otro", el que está enfrente nuestro. Nos hace verle en su susceptibilidad de ser humilde e íntimo, también. Cuando hablamos con él, en esta clave, perdemos el miedo  a darnos cuenta de que nos equivocamos (porque él nos hace de espejo devolviéndonos al plano de la no certeza) y llegamos a respetar cuando él se equivoca.

 

Así, damos paso a una especie de comunicación existencial que, lejos de dictar sentencias que adoctrinan o se imponen, nos hace trabajar en unión para encontrar respuestas. Situarnos en clave interrogativa es solidario. 

 

Encontrar preguntas

 

En tercer lugar, nos acerca a la verdad. En una sociedad en la que preguntar es, en frecuentes ocasiones, ofender, debemos recuperar la búsqueda de la verdad a través del encuentro de las preguntas adecuadas que nos acerquen a ella. 

 

Lo explica de manera inmejorable B. Russell en "Los problemas de la filosofía" Ed. Labor. en relación con la Filosofía: 

 

"El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni el consentimiento deliberado de la razón (...) La filosofía debe ser estudiada no por las respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que, por lo general,  ninguna respuesta precisa puede ser conocida como verdadera, sino más bien por el valor de los  problemas mismos; porque estos problemas amplían nuestra concepción de lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y disminuyen la seguridad dogmática que cierra el espíritu a la investigación; pero, ante todo,  porque por la grandeza del universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez más grande."

 

Marta Tamayo Loyo

Licenciada en Filosofía y Letras con C.A.P. y Habilitada en Educación Social por el CEESCYL

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