¿Para qué el feminismo? Allá por el siglo XVIII...

«Porque el feminismo hace sentir el aliento de nuestras abuelas, que son todas las mujeres que desde el origen de la historia han pensado, dicho y escrito libremente, en contra del poder establecido y a costa, muchas veces, de jugarse la vida y, casi siempre, de perder la “reputación”» (Varela 2005, 19)

 

Desde la primera declaración de derechos se dejó claro que las mujeres no eran sujetos de derecho ni ciudadanas. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano realizada en 1789 marcó el paso a la ciudadanía tras la Revolución Francesa, y puso de manifiesto que la lucha por la ciudadanía (en la que estuvieron muy presentes las mujeres), no era para ese sexo.

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 Chérieux. Club des femmes patriotes dans une église 1793

En un momento de crisis de las jerarquías estamentales aparecieron conceptos universalizadores como los de sujetO y ciudadanO, y ocurrió que en esa "universalización" de derechos no entraban las mujeres. 

Esas personas sin derechos alzaron sus voces, y desde la idea de igualdad se reclamó estar en el mismo plano que el resto de los seres humanos (los hombres).  Olympe de Gouges escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. En ella se pedía dejar de ser “eternas niñas tuteladas”, y ejercer su ciudadanía en igual medida que los hombres.

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Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpos social les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, a fin de que los actos del poder de las mujeres y los de poder de los hombres puedan ser, en todo instante, comparados con el objetivo de toda institución política y sean más respetados por ella […]1

 

Se quieren salir de las constricciones que le adjudicaron a su sexo. En esos momentos, en que la libertad y la igualdad eran el lema, trataron de ocupar nuevos lugares. Hablan de “derechos naturales” desde las nuevas concepciones ilustradas, donde en ese “orden natural de las cosas”, las mujeres (se supone) también estaban en lo universalmente humano. 

Pero, “los ilustrados”— seres de razón— eran ellos, el espacio político-público era su espacio. A Olympe de Gouges le costó la vida, y a muchas mujeres seguir luchando para la igualdad de derechos, especialmente en este primer momento por el derecho al voto. Estos inicios son identificados como movimiento feminista (aunque muchas mujeres antes pusieron en cuestión el lugar asignado y la normatividad creada en torno a su sexo biológico, por ejemplo Christine de Pizán ya en el siglo XIV).

Mirando a la historia se puede ver con claridad la carga que el sexo traía consigo en la sociedad. Si eras “mujer” no podías votar, no podías tener posesiones, estudiar, decidir sobre tu futuro, entrar (o salir) a determinados espacios, y un largo etcétera. Por lo que, muchas mujeres pusieron en cuestión esta situación desde diferentes argumentaciones.

En la Ilustración se apelaba a la razón, y a ella se iban las mujeres para argumentar que no había ninguna “razón” por la cual ellas no pudieran formar parte de la ciudadanía, con todo lo que ello traía consigo. Y como no había “razón” para que esto pasara, se argumentaba desde nuevos paradigmas ilustrados,  apelando a  la naturaleza, vista esta como “el orden deseable de las cosas”, la cual sustituía a la “voluntad divina”. Y por lo tanto, ellas eran seres humanos con derechos y deberes al igual que los hombres. Querían dejar de ser niñas tuteladas, dejar de estar fuera de la toma de decisiones, quería ser responsables de sus propias vidas.

De manera que, tuvieron que poner en evidencia que el ser mujer era también una distinción artificial (al igual que las distinciones estamentales que operaban hasta el momento), producto de una educación. Esto abrió la puerta a las vindicaciones de las mujeres.

Mary Wollstonecraft, en 1792 en su libro Vindicación de los derechos de la mujer, argumenta sobre esta concepción “natural” de la mujer, y cómo deben disfrutar de las mismas condiciones que los hombres como seres humanos de “razón”.

En la primera ola del feminismo 2, las reivindicaciones por los derechos –derecho al sufragio principalmente—, ocupaban lo que hoy denominaríamos como agenda feminista. Fueron las mujeres blancas, europeas y estadounidenses de clase media las que lideraron estos procesos.

De hecho, posteriormente, con el florecimiento de la teoría feminista que tuvo lugar en los años setenta, “se consolidaron con una representación mayoritaria de mujeres blancas de clase media” (Álvarez 2001, 276). El que fueran ellas y no otras es algo que ponemos de relevancia porque con posterioridad se ha analizado desde  voces de mujeres que no se sentían representadas y enriquecen el entramado,  porque la historia de las mujeres ha sido también contada y recuperada desde un yo que a veces ha dejado atrás a otras.

Encontramos así, que durante el siglo XIX,  en el mismo momento en que las mujeres blancas occidentales de clase media luchaban por el derecho al sufragio, estaban mujeres como Sojourner Truth. “Ligada al movimiento abolicionista,  fue la única mujer de color que asistió a la Primera Convención Nacional de Derechos de la Mujer, en Worcester, 1850. El discurso que pronunció en 1851, en la Convención de Akron, puso de manifiesto las quiebras de la argumentación pretendidamente universalista que mantenían las sufragistas blancas” (Sánchez. 2001, 46). En su discurso en Akron (Ohio), titulado “Ain´t a Woman?” (¿No soy yo una mujer?),  puso de manifiesto el paralelismo entre la lucha por los derechos de las mujeres y la abolición de la esclavitud, reivindicando su identidad de mujer (desde nuevos parámetros) y posicionándose contra la esclavitud.

He arado, y plantado, y recolectado en los graneros, y ningún hombre podía adelantarme – y no soy una mujer? Podía trabajar tanto y comer tanto como un hombre (cuando lo conseguía) y soportar el látigo también- y no soy mujer? He tenido trece hijos y he visto a la mayoría de ellos vendidos como esclavos, y cuando lloraba con la angustia de una madre, ninguno sino Jesús me oía- y no soy yo una mujer? (Gates cit por Fonseca 2002, 136)

 

Este discurso, pone en cuestión las asignaciones las discriminaciones por razón de sexo y raza. Pues esta mujer negra, la cual desarrolló parte de su vida en la esclavitud, cuestiona ese “ser mujer”. Ya no sólo en relación a los hombres, sino también en relación a las propias mujeres. Evidencia trabajos y actitudes que se le suponen “al hombre”, y además alude a la maternidad (relacionada directamente con las mujeres), y desde una posición “masculina” y otra “femenina” se pregunta si acaso ¿no es ella mujer?

Las diversas mujeres en diferentes momentos y partes de mundo alzaron sus voces para demandar sus espacios, sus derechos, en definitiva, sus vidas. Que sus vidas les pertenecieran a ellas y que su poder no estuviera fuera. Hubo unos momentos en la historia, en que las mujeres se organizaron de forma más visible y contundente, y crearon acciones conjuntas de gran repercusión. Ellas quisieron formar parte de la toma de decisiones que se llevaban a cabo en las sociedades por las que estaban influidas. Se unieron para pensar y reflexionar, y se comenzaron a materializar sus ideas, a difundirse.

Para esto los feminismos. Para, como señala Nuria Varela en la cita que usamos inicialmente, sentir el aliento de nuestras ancestras, de todas las que nos precedieron. Esas mujeres que han vivido sus vidas y que han roto muchos moldes y gracias a las cuales estamos aquí. Y, en cierto modo, gracias a los feminismos, recordamos que somos responsables de nuestras vidas, que merecemos desarrollarlas desde nosotras, no a través de los otros.

A través de ellos conocemos cómo se han cerrado las puertas y cómo abrirlas. Hemos comprendido para qué se mata a las mujeres, para qué hace falta tanta muestra de poder a través de las violencias, entre otras muchas cosas.

Seguiremos escribiendo sobre... para qué los feminismos.

Nunca se vive suficiente, le dijo ella al dependiente.

Nunca se vive para siempre, y fue entonces urgente

Quien no entiende el reflejo no conoce al oponente

 

Falta de ternura compromiso indigente

Volveremos a vernos en cualquier otro continente

Quien me ayuda si no yo a caer por la pendiente

Cuando nada queda, de mi brota.

 

Y si ya tengo el agua que me da la lluvia

Si conozco lo grande que me da el cielo

Si ya tengo lo oscuro que me da la noche

Si entiendo lo que pasa cuando arde el fuego

Si se abren los caminos cuando hay estrellas.

Si puedo vivir con lo que cae al suelo

Si no me falta la esperanza gracias a la mañana.

YO NO NECESITO PODER.

¿Quién manda aquí, quien?

¿Quién manda aquí, quien?

Tiempo de ver cómo se levanta la gente

yo no necesito poder

 

Van a tardar en llegar, no me importa en esperar

si me atrevo a cruzar, esa línea

no creo que vuelva, pero recuerda

mi fe es intocable y se cómo salirme de las cuerdas

en mi la luz y las tinieblas

partituras rotas todas en las corrientes, entre las piernas

pensamiento en la celda, si no nace en ti siembra

 

Y si ya tengo el agua que me da la lluvia

Si conozco lo grande que me da el cielo

Si ya tengo lo oscuro que me da la noche

Si entiendo lo que pasa cuando arde el fuego

Si se abren los caminos cuando hay estrellas.

Si puedo vivir con lo que cae al suelo

Si no me falta la esperanza gracias a la mañana.

YO NO NECESITO PODER.

La Mala Rodríguez, Canción: Quién manda.

 

 

Bibliografía

  • Álvarez, Silvia (2001) “Diferencia y teoría feminista” en  Beltrán, Elena, Maquieira, Virginia (eds.) et al. (2001). Feminismo. Debates teóricos contemporáneos. Alianza Editorial. Madrid.
  • Fonseca, Carlos y Quintero, María Luisa (2009). “Teoría Queer: la deconstrucción de las identidades periféricas”, en Sociología, año 24, número 69, pp.43-60.
  • Rodríguez, Mala (2013). Quién manda. Canción del disco Bruja.
  • Sánchez Muñoz, Cristina (2001). “Genealogía de la vindicación” en Beltrán, Elena, Maquieira, Virginia (eds.) et al. (2001). Feminismo. Debates teóricos contenporáneos. Alianza Editorial. Madrid.
  • Varela, Nuria (2005). Feminismo para principiantes. Ediciones B S.A. Barcelona.

 

[1] Preámbulo de la Declaración de Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, redactada por Olympe de Gouges en 1791. Francia.

[2] Autoras como Celia Amorós y Amelia Varcárcel identifican la primera ola del feminismo hasta la Revolución Francesa, la Segunda Ola con todo el movimiento sufragista, y una Tercera Ola que sería el feminismo de los años setenta. Esta clasificación pone de relevancia la concepción del feminismo como todas las mujeres precedentes antes de que se comenzara a nombrar como tal  el movimiento, una puesta en valor de la genealogía. 

 

 

 

Ana Valero Rey

Consultora y formadora en temáticas de género e igualdad

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