Niños y Niñas a principios del Siglo XXI
Hace un tiempo no muy lejano: el maestro, el cura y el médico eran los miembros más cultos y respetados de una sociedad. Los escolares veían en el maestro el ser superior que todo lo sabía y tenía la palabra justa para cada oportunidad.
Con la explosión tecnológica a partir de 1970, las pautas culturales de Occidente se modificaron. La televisión, por ejemplo, dio una imagen diferente del mundo y las transmisiones electrónicas, rápidas y de bajo costo, revolucionaron las comunicaciones.
Todo lo que empezó en el llamado Primer Mundo entre los años 1960-70, llegó inevitablemente al resto y va creando una generación de niños y niñas con mucho acceso a la información, que preguntan y opinan sobre OVNIS, ingeniería genética, polución, sexo, las ventajas de un Ipod, el último modelo de impresora, o lo que puede hacer la realidad virtual.
El pre-escolar y escolar del siglo XXI está asociado a la telemática, a la robótica, a las comunicaciones via satélite y a los sistemas electrónicos e informáticos de todo tipo. Son las primeras generaciones que "viven" esta revolución tecnológica y llegan a la Escuela con un punto de vista sobre las cosas y el mundo, muy diferente a la del docente.
La consecuencia natural de estos constantes cambios es que la ESCUELA, como institución educativa, debe adecuarse a las características de la sociedad en la cual se inserta, porque es su función formar individuos capaces de actuar con idoneidad y eficacia en esa sociedad.
No se puede formar hombres y mujeres del siglo XXI anclados en el pasado, y si esto no se logra debido a defectos de formación, por falta de información o por negarnos a la actualización, tampoco lograremos en los alumnos la capacidad de comprensión del mundo que los rodea, y el salón de clase escolar se aislará cada vez más de la realidad que se vive en la sociedad.
El maestro y el padre o la maestra y la madre ya no son los dueños absolutos de la escena del saber y por esta causa, muchas veces, hay una especie de incomodidad hacia el tratamiento de ciertos temas con niños y niñas que parecen saber muchísimo sobre algo que, nosotros, ni siquiera conocemos de oído. Y, sin duda, si un docente se siente inseguro sobre algún tema, muy probablemente no lo tratará en clase.
Este terror a incursionar en campos desconocidos es producto, casi siempre, del desconocimiento de lo que, por ejemplo, puede o no puede hacer un dispositivo electrónico, o por la imagen que difunde la publicidad sobre la moderna tecnología.
Tenemos que desmitificar todo esto con una actitud más abierta que nos permitirá dar a los escolares el justo valor de los avances tecnológicos y, especialmente, de las limitaciones de esos avances tecnológicos. Y desmitificar no significa ser técnicos, ser expertos en tecnología o ser programadores. Así como para enseñar o comentar sobre el sistema solar no es necesario ser astrónomo, ni para hablar del ciclo del agua y sus implicaciones es necesario ser químico o físico, para explicar las aplicaciones de la automatización en la vida moderna, tampoco es necesario ser analista de sistemas.
Es aquí donde el docente y los integrantes de la familia, sean jóvenes, de mediana edad o abuelos, sean docentes de Educación Inicial o de Primaria, sin miedo a los dispositivos, manejan el significado de esta tecnología en la vida moderna y la discuten o la transmiten a los niños y niñas de este siglo, para que éstos no crean que el hogar y/o la Escuela los alejan de los temas a los que ellos conceden más importancia.
La revolución tecnológica que vivimos es un fenómeno imparable contra el cual no vale la pena luchar. Está aquí y se va a quedar, nos guste o no.
Por lo tanto, a nivel de educación escolar, la discusión debe plantearse en torno a cuáles son las aplicaciones más interesantes de esta tecnología, se trate del rayo láser o la energía nuclear, de los drones o del cajero automático, de la telefonía o de la realidad virtual.
No debemos creer, ni como ciudadanos comunes, ni mucho menos como docentes, que estamos muy lejos del escenario que es común en los países más desarrollados. No debemos considerar que la automatización es el tema de algunos visionarios que están conectados con el Primer Mundo y, por lo tanto, esa no es nuestra realidad.
Junto a esta revolución electrónica en la comunicación, los pre-escolares y escolares acceden desde temprana edad a la otra información, la información que puede encontrarse en formato impreso, que es otra cosa, y, tal vez, más apropiada para reflexionar.
Sostener un libro y descubrir el mensaje de las ilustraciones y de su texto es diferente: tocar las ilustraciones y la percepción de la hoja y su contenido es un proceso más completo que leer en la pantalla de un monitor.
Esta dualidad de formas de presentación de la información puede ser el punto clave en la enseñanza de esta primera parte del siglo XXI, porque la familia y los maestros juegan un papel crucial en la valoración de ambas fuentes informativas.
La familia en el hogar y los maestros en el aula son los que deben dar las pautas suficientes para que niños y niñas puedan tener una idea muy clara de la importancia de una y otra forma de transmisión de conocimientos. Familia y docentes al utilizar la cultura impresa y la digital, alternativamente, buscarán, agregarán, criticarán, y actualizarán la información sobre los distintos temas.
El niño actual, la niña escolar, con su bagaje cultural tecnológico, debe encauzarse para que pueda diferenciar muy bien entre ambas cosas y las asociaciones que cada una de ellas conlleva. Familia y docentes deben actuar como guías para que puedan diferenciar entre:
- La información electrónica: parcelada, inmediata, de fácil acceso, que llegó para quedarse y eso no lo podemos evitar, que es un desafío y una necesidad. Una tecnología donde confluyen las profesiones del presente y del futuro y que hay que poner a disposición de los escolares para que crezcan con ella. Y ponerla a disposición implica hablar de ella y de sus aplicaciones en el mundo actual, no simplemente adquirir un equipo para entretenimiento con juegos computarizados.
Ni la familia ni los docentes de Educación Inicial o Pre-Escolar pueden considerar que es un tema que ya verán en Primaria, ni la familia ni los docentes de Primaria pueden considerar que es un tema que ya verán en Secundaria.
Esta información electrónica con sus aplicaciones y sus limitaciones, por un lado, y por otro:
- La información impresa: mucho más apta para la percepción artística y la reflexión en la lectura, que conducen al crecimiento integral del ser humano. El niño y la niña actuales, con su influencia tecnológica, tienen que aprender a escuchar cuentos primero y leerlos después, para imaginar entre líneas lo que no se dice, para identificarse con los personajes, para aprender a entrar en la magia del relato, del texto y de la ilustración.
Ese niño y esa niña del siglo XXI tiene que, además, aprender a dibujar y a modelar sin un MOUSE, aprender a utilizar y mezclar colores sin una impresora, tiene que cantar y hacer vibrar un instrumento, sin un sintetizador sonoro. Es la formación del ser artístico y humanístico.
Y para esta parte de la Educación y la Formación, cada familia y la sociedad toda, deben estar convencidos que tiene que seguir habiendo docentes en la apreciación y creación plástica o la dramatización, docentes en la interpretación musical, docentes en la educación ambiental, docentes en el desarrollo de un cuerpo sano que llevará a una mente sana, docentes que enseñen juegos y actividades de socialización y recreación y docentes de clase que hagan reflexionar sobre el sentido de la belleza, de lo justo, de lo bueno y los valores humanos, para llegar a demostrar la importancia de la convivencia, la empatía y la resolución pacífica de conflictos.
Si entre familia y docentes se encauza la Educación de esta manera, este niño y esta niña que nacieron en el siglo XXI, y que son todavía educables, influenciables y moldeables, que comentan las aplicaciones del nuevo móvil o celular que su padre compró, mientras se aferra a la mano de la maestra, o que nos dejan perplejos con sus intervenciones en materia de avances tecnológicos, mientras están aprendiendo a escribir su nombre, esos mismos niños y niñas iniciarán el nuevo siglo con una concepción más completa y holística del mundo y de la sociedad.
Y algún día, ya como hombre o mujer en este siglo, cuando se les enfrente a la disyuntiva de decidir qué prefieren: ¿un DVD o un libro?, cuando tengan que opinar qué es mejor: ¿la publicación impresa o la publicación electrónica?, al responder, recordando todo lo que se les inculcó para interpretar los valores de una y otra, las limitaciones de una y otra, la importancia de una y otra, puedan decir, sin ninguna duda: ¡las dos!