La Televisión - ¿un electrodoméstico que engendra violencia infantil?

La televisión y su influencia en la población infantil ha sido tratada de muchas formas, según el criterio y experiencias registradas con relación a esta tecnología de gran impacto en la vida de niños y niñas.

En muchas ocasiones este aparato disfruta de una importancia desmedida: se desayuna, se almuerza y se cena viendo televisión, el no ver un programa favorito es la condena preferida por gran número de familias ante la mala conducta de sus hijos, y es la más económica y eficaz de las niñeras, porque aquieta la interminable energía de los chicos.

¿La televisión genera actitudes violentas en los niños?

El investigador español Luis Rojas Marcos, licenciado en Medicina y profesor de Psiquiatría, comenta que: “...la causa de la violencia es múltiple, pero si hay que identificar un factor importante en ella, quizás el más claro sea el hecho de que la violencia se aprende, y requiere tiempo para ser aprendida.

El ingrediente más frecuente en las personas violentas es que ellas mismas fueron víctimas de violencia consistente en los primeros doce años de su vida.

Los maestros tienen una tarea difícil y solos no pueden completarla. Para conseguirlo tienen que contar con los recursos mínimos y con la cooperación de las familias.

La familia juega un papel muy importante en la comunicación con los maestros de la escuela; está demostrado que, cuanto más se implica la familia en la vida escolar de los niños, mejor van éstos. La comunicación entre padres y maestros es esencial para lograr progresos educativos en los jóvenes.”. (13)

Si bien la televisión es, en muchos casos, un elemento que proporciona imágenes de violencia, como también dice Luis Rojas Marcos “... los relatos para niños están colmados de ogros y dragones aterradores, de víctimas de ensañamientos feroces; incluyen asesinatos, infanticidios y actos de canibalismo.

Muchas de las historias que nos fascinan a los adultos están impregnadas de la misma agresividad folclórica  que caracteriza las fábulas de “Caperucita Roja”, “Barba Azul”, “Los Tres Cerditos”.

La televisión es, en definitiva, el instrumento más poderoso que existe para influir en la sociedad. Sin embargo, el éxito con respecto al desafío que nos plantea depende del propósito que le asignemos y del uso que hagamos de ella.” (13)

Niños y niñas  nacen con este electrodoméstico en su hogar y a medida que va descubriendo su existencia y las cualidades atrapantes que presenta, también experimenta una actitud negativa proveniente de los adultos que lo rodean, por el hecho de estar “viendo televisión”.

Los programas televisivos, al igual que los sitios Web tendrían que ser objeto de análisis dentro de la institución educativa para ayudar a que los escolares y adolecentes los entiendan, los analicen y los critiquen, de la misma forma que se hace con las obras literarias.

La televisión, como los dispositivos computarizados,  modela nuestros gustos, nuestros hábitos de consumo, horarios, temas de conversación, opiniones políticas, etc, y a esto hay que añadir que se reduce la actividad social, lo que conduce a una sociedad de personas más aisladas, aunque estén conectados globalmente a través de los programas de televisión o del mundo virtual de las redes sociales. (14).

Como expresa Magda Albero Andrés, Profesora de la Facultad de Ciencias de la Información de Barcelona: “...Empiezan en mayor o menor grado las prohibiciones, las acusaciones a la televisión por el bajo rendimiento escolar y, paralelamente, la utilización de la televisión como premio o castigo, según haya sido el comportamiento del niño en casa.

¿Por qué se considera nefasto el consumo de televisión debido a sus grandes dosis de violencia y agresividad, y no se piensa lo mismo de los cuentos infantiles tradicionales, aunque “los lobos se comían a las abuelitas”, o “la madrastra de Blanca Nieves la mande matar y que le traigan el corazón como prueba de que hayan cumplido sus órdenes?

El interés por ver televisión, la fascinación con que se sigue cualquier programa y, en especial, los dibujos animados, no debería considerarse como un fenómeno aislado, se debería interpretar como una manifestación más de la necesidad del niño por crear mundos fantásticos. El niño difícilmente confunde realidad con ficción, ya que lo que aparece en la pantalla de televisión pertenece al mundo de la fantasía, lo mismo que los personajes de cuentos.”. (15)

La televisión abierta, o la que opcionalmente incluye los programas por cable y satelitales, ofrece una amplia gama de posibilidades de entretenimiento y ampliación de temas de estudio que nada tienen que ver con la proyección de imágenes violentas que suelen ser la base de la acusación de padres, madres y docentes cuando se refieren a la influencia negativa que esto produce en la conducta de los chicos. De todas formas, es justo aceptar que por comodidad de la familia, muchos niños y niñas observan gran número de programas destinados a audiencias adultas: películas, telenovelas, paneles, etc.

El especialista español Luis Matilla, experto en Pedagogía de la Imagen, expresa que: “...cuando las madres de los niños más pequeños se quejan de que la programación que ven sus hijos es muy violenta, yo siempre les digo que en el primer ciclo de Educación Infantil, un niño no distingue lo que es el vídeo de lo que es la televisión, por lo tanto se pueden adquirir o grabar los programas más apropiados para esas edades y dosificarlos adecuadamente” (16)

Como en tantos otros temas, es necesario que las familias sean protagonistas para desarrollar en sus hijos e hijas una crítica selectiva hacia lo que se puede ver en televisión y no dejar que ese papel (también como en tantos otros temas) lo desempeñe el educador en la institución escolar.

Hay maestros que, verdaderamente preocupados por la incidencia de la televisión en la formación infantil, discuten en clase aquellos programas que son más populares entre la audiencia infantil, aportando un punto de vista diferente e iniciando un polémico debate sobre, por ejemplo, el rol de la mujer en las telenovelas, en la publicidad, en los concursos de belleza, o el del hombre duro, implacable y sin sentimientos en las películas de acción o en las telenovelas, o analizando las diversas formas de violencia que puedan aparecer en los diferentes programas televisivos.

La televisión, al igual que los cuentos infantiles, tiene gran dosis de escenas consideradas violentas, pero los niños saben diferenciar muy bien lo que es fantasía de realidad.

Lo que más importa es que, familias y educadores, proporcionen técnicas para la resolución pacífica de conflictos, para la tolerancia y para “ponerse en el lugar del otro”.

La familia, al igual que los docentes,  debe tener en cuenta que “...la agresión no es instintiva, sino que se adquiere y se aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de vida, se cultivan y se desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia”. (17)

El niño o la niña violento/a es producto de un lento y progresivo proceso que experimentó, o sigue experimentando,  en el mundo familiar y social que lo rodea y, en eso, la televisión tiene muy poca culpa.

 

 

 

 

Hugo Valanzano Falero

Docente universitario. Licenciado en Biblioteconomía. Docente de Inglés Técnico. Postgrado en docencia universitaria.

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