Compañeros y compañeras "diferentes"

La sociedad actual, a través de su más significativo representante para un niño o una niña, o sea, su familia, tiende a dar mucho valor al éxito, a la adquisición de cosas, al aumento de conocimientos en un ambiente de competencia, exigiendo o esperando buenas notas y triunfos en lo académico y en el deporte.

Este aspecto tan frecuente de la formación familiar no siempre va acompañado de la educación en valores humanos como la tolerancia, la compasión, la capacidad de ponernos en el lugar del otro, o la aceptación de las diferencias.

Y cuando ambos aspectos no están compaginados apropiadamente en el hogar, la labor que tendrá que realizar el docente será inmensamente más difícil porque comenzará de la nada, sin el respaldo de una mínima formación en valores proporcionada por la familia.

La institución escolar, con toda su entramada red social, hará que los escolares descubran que hay otros iguales a ellos, con sus mismas preocupaciones, sus mismos miedos o alegrías y los guiará para que aprendan en un mundo más imparcial que el de su casa.

El escolar estará obligado a aceptar las reglas impuestas por el docente y la institución, y se relacionará con otros de su edad, con otros mayores, con adultos más o menos exigentes que le mostrarán, en el día a día, sus derechos y obligaciones.

La forma como acepte esta etapa de su vida y la rapidez de adaptación a ella dependerá del grado de sobreprotección que haya tenido en su casa.

Y en esa variada gama de conocidos o nuevos compañeros y adultos, también se encontrarán con niños y niñas que presentan características físicas, personales o sociales diferentes, que forman parte de su entorno escolar y que representa un nuevo desafío para su inexperiente punto de vista infantil.

Esos escolares pueden ser "diferentes" porque pertenecen a otra raza, practican otra religión,  son extranjeros y tienen importantes dificultades con el idioma o utilizan una variedad de palabras desacostumbradas en el país.

Esos niños que, además de lo anterior pueden ser “distintos” porque son hijos o hijas de personas muy populares en política, deportes, televisión, música, etc., o porque provienen de familias muy acaudaladas que no los han formado convenientemente para relacionarse con chicos de otra clase social, o porque presentan algún tipo de discapacidad física, motriz, o la falta o mutilación de alguna parte de su cuerpo, o porque deben desplazarse en sillas de ruedas, o porque son lentos, muy introvertidos o extremadamente talentosos en el aprendizaje, son múltiples y frecuentes ejemplos de compañeros/as "diferentes" que un niño o una niña puede encontrar en una institución escolar.

Cualquiera sea el origen de la "diferencia" con respecto al resto, estos niños y niñas son iguales que todos, especialmente en su necesidad de sentir que son aceptados por los integrantes de su grupo.

La diaria convivencia, el respeto y la ayuda a quienes sufran algún tipo de discapacidad física, por ejemplo, son elementos que constituyen el mejor aprendizaje para la vida futura de un escolar.

Los niños y niñas tienden a ser muy crueles cuando están en grupo, sin importar la intervención familiar y docente que pueda existir para evitar el rechazo y la burla que se producen ante estos casos de escolares "diferentes", especialmente durante el horario del recreo o a la salida de la institución y en la calle.

Lo más importante es que el tema se exponga con naturalidad para que puedan interpretarlo y aceptar la integración sin dificultad. Por supuesto que no es lo mismo la explicación ante un caso de discapacidad física, o de niños extranjeros, que la valoración que pueda hacerse ante casos que pretenden sobresalir socialmente por su apellido, la fortuna familiar o la fama y popularidad de uno o ambos padres.

Un aspecto fundamental, como en tantos otros temas, es la actitud familiar primero y, posteriormente, el trabajo docente en el grupo donde surgen estas diferencias.

Los que sufren trastornos motrices, alguna mutilación física o cierta deficiencia visual o auditiva, no suelen presentar problemas de integración y pueden seguir sin dificultad el ritmo de la clase, aunque tal vez se atrasan en alguna actividad y necesitan más tiempo.

Lo esencial en estas circunstancias es establecer una relación de aceptación y de apoyo en el resto de los integrantes del grupo para el logro de la mejor integración.

Generalmente se aprecia una mayor motivación en los que sufren alguna deficiencia para superar cualquier obstáculo, imitando a los demás y tratando de inventar formas para salir adelante ante cualquier circunstancia adversa.

Los otros, al notar este esfuerzo, se sienten más propensos a aceptar a su compañero/a como uno/a más.

Desde el punto de vista familiar, lo más aconsejable es que padres y madres sean muy equilibrados en sus actitudes, sin caer en la sobreprotección o en la excesiva exigencia. Tal vez lo mejor sea preguntarse qué será mejor para la vida futura de ese escolar “diferente”: ¿su independencia personal, su autoestima y seguridad en las acciones y el hecho de poderse integrar socialmente con sus compañeros/as de clase, o el conocimiento académico que pueda adquirir?

En la respuesta quedan planteadas las bases para que, junto a su familia, enfrente la realidad futura. El contacto de la familia, maestros y posibles docentes especializados es imprescindible en estos casos, para lograr una mejor integración y aceptación social.

Cuando se trata de escolares extranjeros o que han vivido mucho tiempo fuera del país, la diferencia puede surgir por el color de la piel o rasgos faciales, si pertenecen a otras razas, o el modo de hablar el idioma del país (la entonación, pronunciación, utilización de palabras inusuales, o el desconocimiento parcial o total del idioma).

La burla sobre el color de piel o los ojos orientales, la imitación de la forma de expresarse de esos niños y las risas de la audiencia, son las típicas reacciones que pueden observarse en un  grupo escolar.

En estos escolares “diferentes” se suele notar una insatisfacción por el desarraigo que sufrieron debido a las profesiones u ocupaciones de sus familiares, a lo que hay que agregar la pesada carga de ser víctimas de burlas o miradas especiales por parte del resto de los compañeros de clase, en el lugar del mundo que tengan que residir.

El trabajo docente en forma de charlas, mesas redondas, conversaciones individuales, etc., que traten el tema de las distintas razas humanas en el mundo y los motivos que llevan a las personas a radicarse en países que no son los suyos, así como comentar sobre familiares, vecinos o amigos que están viviendo en el extranjero, puede iniciar un camino de entendimiento y aceptación de la diferencia.

Indicaciones sobre cómo los pueden integrar al grupo enseñándoles juegos infantiles o ayudándolos con el idioma, si es que no lo hablan o lo hacen con dificultad, puede redondear la tarea docente y llevarla por el mejor de los caminos.

Los padres y madres, en su insustituible apoyo familiar, son los más indicados para reforzar el aporte docente en este tema y estimular a sus hijos/as para que sean partícipes de la ansiada aceptación social.

En el caso de escolares con problemas de aprendizaje o con capacidades superiores para el aprendizaje, el docente debe adaptarse a la forma de aprender de estos alumnos y alumnas, buscando estrategias variadas, y no esperar que  se adapten a su forma de enseñar.

Los casos de escolares que pretenden sobresalir constantemente en clara alusión a la fortuna de su familia o la popularidad de uno o ambos padres en política, deportes, mundo del espectáculo, etc., y resultan "diferentes" de una forma fastidiosa para el resto del grupo y los adultos que los rodean en una institución escolar, son el lógico resultado de una desatención de sus familias al no explicarles claramente que su rendimiento escolar y su aceptación social son cosas que deben ganar con su propio esfuerzo y no en base a lo que hicieron o hagan los integrantes de su familia.

A veces resulta muy difícil plantear estos temas en clase, porque el docente puede verse muy presionado por fuerzas ocultas provenientes de la institución y la propia sociedad, que lo obligan a no plantear con mucha frecuencia o profundidad que los niños y niñas son todos iguales dentro de su grupo.

En estos casos lo mejor para un maestro es insistir que los logros deben ser producto del esfuerzo personal y esperar que la familia apoye esta teoría al convencerlos que, de otra forma, lo único que lograrán es un niño o una niña que nunca sabrá, o se dará cuenta muy tarde, que su aceptación y popularidad escolar fue falsa porque estuvo rodeado/a por aduladores de turno, muchas veces impulsados por sus propias familias.

Exceptuando esta última circunstancia en la que pueden existir consideraciones extra familiares, en todos los demás casos, ya se trate de diferencias por discapacidad física o por niños de otras razas o países, lo más importante, desde el punto de vista familiar, es que los padres y madres de los compañeros de clase den el ejemplo en sus acciones y respalden en la práctica la teoría de aceptación social que pregonan.

Un buen primer paso es ofrecer su casa para invitar a esos niños o niñas a pasar un rato divertido con su hijo o hija. La afinidad de caracteres que pueda existir entre el niño invitado y su hijo o hija, decidirá una futura invitación o no.

A partir de esa primera vez, ya no es la familia quien decidirá o intentará una segunda invitación. Su hijo, su hija, será quien solicite el permiso para invitar nuevamente a ese compañero, o a esa compañera, porque consideró, con el más imparcial de los criterios, que pueden llegar a ser muy buenos amigos, sin importar la "diferencia".

Hugo Valanzano Falero

Docente universitario. Licenciado en Biblioteconomía. Docente de Inglés Técnico. Postgrado en docencia universitaria.

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