Miguel Ángel

Michelangelo Buonarroti es uno de los genios del Renacimiento italiano que destacó en los campos de la pintura, arquitectura y especialmente escultura; creando obras que parecían tener vida en sí mismas, causando la admiración y fascinación de casi todos sus contemporáneos.

Nació el 6 de Marzo de 1475 en Caprese (Florencia, Italia), en el seno de una familia adinerada en la que nadie nunca había desempeñado un oficio artístico (eran banqueros y mercaderes), pues hasta que no llegue el Siglo XV, la concepción que se tenía sobre los artistas era la de personas sin recursos y de baja clase social.

 

 

En el Renacimiento, cambia esta concepción; ahora los artistas son considerados intelectuales y eruditos, las clases altas se rodean frecuentemente de ellos, ya sea en sus fiestas o bien protegiéndolos económicamente con sus mecenazgos y encargos.

Florencia va a destacar como una de las cunas del arte de la época, un foco de cultura avivado por la familia Médici y el poderío económico y comercial de la ciudad.

Pero volvamos a nuestro protagonista; Miguel Ángel entrará en 1488 a trabajar como aprendiz en el taller de Domenico Ghirlandaio, lo que le abrirá las puertas de la corte de los Médici donde entrará en contacto con las personalidades más influyentes del momento, y donde llegó a residir invitado por el propio Lorenzo El Magnífico.

Allí realizará sus primeras obras, destacando especialmente “La batalla de los centauros” y “La Virgen de la escalera”.

En 1492 muere Lorenzo El Magnífico y la situación de Florencia empezará a cambiar; ya no tiene tanto poder económico, empieza a notarse cierta decadencia de la ciudad y todo esto repercute en la población de la misma, que culpará directamente a la familia Médici, que abandona Florencia y son sustituidos por Girolano Savonarola.

Savonarola quema obras de arte y libros acusándolos de ser obras heréticas, lo que hace que Miguel Ángel abandone su Florencia natal para marchar a Roma, previo paso fugaz por Bolonia.

Estamos en el año 1496 y ya goza de cierta fama, por lo que al llegar a Roma recibe encargos, entre ellos el de la creación de una “Piedad” que acabó en 1499 y que causó gran impacto por lo novedoso de su concepción, pues la virgen aparece mucho más joven de lo que se le solía representar en otras obras.

 

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"Piedad" de Miguel Ángel.

Foto: Stanislav Traykov.

En 1501 regresará a Florencia y en 1503 recibe el encargo de realizar su famoso “David”, una majestuosa obra que acabará justo un año después de comenzarla y que será expuesta en la Plaza de la Signoria.

En 1505 establece contacto con el Papa Julio II, que le encargará 2 de sus obras más importantes:

Por un lado la realización de su tumba, una obra fastuosa y majestuosa, que le reportará infinidad de quebraderos de cabeza y discusiones con el Papa, y que no logrará acabar.

Paralizó varias veces su trabajo en dicha obra por las continuas discusiones con el Papa y cambios de diseño, además de por la realización de los frescos de la Capilla Sixtina.

Entre 1513 y 1516 realizará su famoso “Moisés”, que debía adornar la tumba del Papa (que ya había fallecido) y que parece tener vida propia.

Por otro lado está el encargo de pintar la Capilla Sixtina, que tiene lugar en 1508 y hará que el artista sólo se dedique a ella en cuerpo y alma durante 4 años, dejándolo todo de lado hasta que la finaliza y presenta al Papa el 31 de Octubre de 1512.

Las dificultades técnicas para la realización de los frescos de la Capilla fueron tremendas, máxime cuando Miguel Ángel no se consideraba pintor, sino escultor; aunque el resultado final fue una obra maestra con más de 300 personajes representando escenas bíblicas que ha pasado a la historia como una de las representaciones pictóricas más bellas de todos los tiempos.

 

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Vista parcial de la bóveda de la Capilla Sixtina.

Foto: Jean-Christophe Benoist.

Tras la conclusión de esta magnífica obra retoma el trabajo de la tumba del Papa Julio II como hemos visto anteriormente, pero también sigue recibiendo otros encargos, entre los que destacan la realización de otra obra fúnebre, la Capilla funeraria de los Médici, que también dejará inconclusa.

En 1534 va a volver a trabajar en la Capilla Sixtina, esta vez por petición del Papa Pablo III, realizando el mural del Juicio Final; una obra que resultó perturbadora para algunos miembros de la curia papal por los numerosos desnudos que allí se veían (posteriormente se pintaron telas sobre las zonas desnudas para disminuir tal impacto).

Desde 1546 hasta su muerte se dedicará a trabajar en la Basílica de San Pedro, un trabajo de arquitectura del que sólo logrará finalizar la cúpula; pues la muerte le sorprenderá el 18 de Febrero de 1564.

 

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Retrato de Miguel Ángel. Marcelo Venusti (1535).

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