Introducción

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), define “residuos” como “aquellas materias generadas en las actividades de producción y consumo que no han alcanzado un valor económico en el contexto en que son producidas, o sea, aquello que su propietario desecha por no serle útil, comprendiendo en el ámbito de la utilidad, una posible cesión rentable del material”.

Otra definición más simple para la palabra residuo es la de la Ley 22/2011, de residuos y suelos contaminados, “cualquier sustancia u objeto que su poseedor deseche o tenga la intención o la obligación de desechar”. En cualquier caso se puede decir que los residuos son todas aquellas sustancias que, generadas durante cualquier proceso o actividad productiva, carecen de valor para su propietario, el cual, decide desecharlas.

La falta de valor para el propietario de los residuos puede tener diversos motivos:

1.- Por la imposibilidad de ser reutilizados.

2- Por la inexistencia de la tecnología necesaria para la reincorporación de los materiales desechados al ciclo productivo.

3.- Por el escaso valor económico de los materiales.

4.- Por los elevados costes de gestión (transporte, tratamiento, almacenamiento…).

El incremento en los mercados de los productos de “usar y tirar”, unido a tendencias sociales en los llamados países desarrollados, conocidas como “modas” y, por supuesto, el consumismo inherente a la sociedad occidental, ha hecho que en la actualidad la generación de residuos sea un problema global cada vez más acuciante, pues conforme pasan los años, más difícil es encontrar espacios disponibles para su vertido y que ello no repercuta en la salud pública o en la calidad ambiental del entorno.

El ecosistema está preparado para absorber los desechos producidos de manera natural, es más, la producción de estos materiales forma parte intrínseca de los ciclos terrestres de materia y energía, ya que los rechazos de algunos organismos sirven de sustento a otros y viceversa. Sin embargo, los procesos industriales del hombre dan origen a residuos que el medio no puede asimilar de manera natural en periodos de tiempo razonables, por lo que se rompe el equilibrio natural.

Como consecuencia de esta situación, se buscan modelos de gestión de residuos que consigan devolver el equilibrio al sistema cerrando los ciclos de materia y energía existentes, esto ha hecho que actualmente se imponga en esta materia la “teoría de las 3 erres”:

1º. Reducir: Consiste en evitar que el residuo llegue a producirse.

2º. Reutilizar: Aprovechar el residuo sin necesidad de transformarlo.

3º. Reciclar: Transformar el residuo para usarlo de nuevo.

Y tiene que ser en ese orden, de tal manera que el reciclaje sea la tercera opción y sólo se opte por reutilizar un residuo si no se ha podido evitar que se produzca.

Según la misma Ley 22/2011, de residuos y suelos contaminados, cuando de un proceso de productivo resulte una sustancia diferente a la que originalmente se perseguía producir, podrá ser considerada como subproducto siempre:

a) “Que se tenga la seguridad de que la sustancia u objeto va a ser utilizado ulteriormente,

b) que la sustancia u objeto se pueda utilizar directamente sin tener que someterse a una transformación ulterior distinta de la práctica industrial habitual,

c) que la sustancia u objeto se produzca como parte integrante de un proceso de producción, y

d) que el uso ulterior cumpla todos los requisitos pertinentes relativos a los productos así como a la protección de la salud humana y del medio ambiente, sin que produzca impactos generales adversos para la salud humana o el medio ambiente”.

La nueva filosofía de gestión de residuos entiende que todos los rechazos procedentes del sector agrario, industrial, servicios o doméstico, deben ser considerados como subproductos hasta que, tras aplicar todas las operaciones de gestión oportunas, se reduzca a una fracción muy pequeña que si se pueda desechar como residuo.

Para ello es necesario establecer modelos de gestión adecuados a las necesidades del territorio donde se implanten, y para ello se han desarrollado hasta la fecha, una amplia variedad de métodos y tecnologías que atienden a los diferentes fines (reciclaje, restauración o eliminación), a la naturaleza de los materiales, a las necesidades de las poblaciones, etc.

Por último, es muy importante conocer los agentes que intervienen el ciclo de los residuos desde que se generan hasta que son valorizados o eliminados. Según la complejidad del proceso pueden aparecer más o menos eslabones en la cadena de gestión de los desechos, pero se puede decir que existen tres figuras básicas, la del:

1. Productor: es cualquiera que genere directamente los residuos o que efectúe mezclas o transformaciones sustanciales de los mismos, de tal manera que modifique su naturaleza o composición hasta convertirlos en un residuo diferente.

2. Poseedor: puede ser el productor de residuos u otro que esté en posesión de los desechos.

3. Gestor: es cualquiera que realice operaciones de gestión sobre los residuos, sea o no el productor de los mismos.

El gestor de residuos puede ser a su vez productor y poseedor, véase por ejemplo el caso de las industrias que gestionan sus residuos en la propia planta, incluso aprovechándolos para sus propios procesos (el orujillo, residuo de las aceitunas, sirve de combustible a las propias almazaras).

Lo importante de cualquier modelo de gestión es la capacidad que otorgue al sistema, para que los gestores consigan devolver a los productores el mayor número de residuos en forma de materias primas, reduciendo así la producción de desechos al mínimo.

En el apartado correspondiente, se verá que la gestión de residuos no incluye tan sólo la puesta en valor o la eliminación de los materiales que componen los desechos.

 

Curso realizado por:


Antonio Martín Velázquez
Director Técnico de Medio Ambiente
ALFIL FORMACION Y CONSULTORIA

alfil@alfilformacion.com

Gestión de Residuos
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