Técnicas
de detección de problemas e ineficiencias.
En cuanto a la gestión empresarial se refiere, se entiende por
eficiencia la capacidad de obtener el objetivo deseado con el menor
empleo de recursos posible o, dicho de otra forma, la habilidad para
reducir al máximo los consumos sin disminuir la calidad del producto
final.
La eficiencia se sustenta sobre dos pilares: el control y la optimización.
Para ello hay que conocer bien las características del negocio
y manejar con soltura ciertas técnicas que permitan implementar
medidas que corrijan las desviaciones que se estén produciendo.
Lo primero que debe hacerse, es someter a nuestra empresa a una auditoría
que podríamos llamar ambiental. Se trata en este caso de un estudio
pormenorizado de todos los consumos que se producen como consecuencia
del normal desarrollo de la actividad, dónde se producen, con
que frecuencia, durante que franja horaria, quienes son los responsables
de los mismos, que maquinaria llevan asociada, etc.
Para ello se recomienda al gestor que elabore una tabla tipo, que podría
obedecer a un modelo parecido al del ejemplo siguiente:

Pues bien,
este modelo puede utilizarse para el resto de consumos que sustenten
la actividad productiva que desarrolle nuestra organización,
y todos en conjunto proporcionarán al gestor la radiografía
de partida necesaria para proponer e implementar mejoras en nuestro
negocio.
Una vez
conocida la situación de partida, debe elaborarse un plan de
gestión ambiental que básicamente tendrá una estructura
piramidal o en cascada. Así, primeramente debe definirse una
política ambiental corporativa, aprobada por la dirección
y conocida por sus empleados, que marcará las líneas básicas
de actuación de la empresa y los objetivos generales de eficiencia
que pretenden alcanzarse con ella.
Seguidamente,
y en base a los fines marcados por la política ambiental, se
establecerán una serie de indicadores que resulten determinantes
para la correcta gestión ambiental de la empresa, conforme a
los resultados obtenidos en la auditoría (fundamentalmente ratios
de consumo: kWh/mes, L. gasoil/ semana, ton. cemento/ año…).
Una vez
obtenido el listado de indicadores se proponen objetivos y metas que
la organización debe cumplir en un periodo de tiempo determinado.
El objetivo es un fin concreto resultante de la aplicación de
la política ambiental (por ejemplo, reducir el consumo eléctrico
anual) y la meta sería la cuantificación del objetivo
(siguiendo con el ejemplo, reducir la factura de la luz un 5%).
Con los
objetivos y metas bien definidos, el gestor debe preguntarse ¿qué
medidas cabe implementar para alcanzar esos objetivos? Así, realizará
una serie de propuestas que la dirección debe aprobar y que pueden
suponer una inversión (en el ejemplo, sustituir las lámparas
incandescentes por otras de bajo consumo) o no (como proponer un cambio
estacional del horario de trabajo para aprovechar mejor la luz solar).
De esas
medidas propuestas se implantarán aquellas que sean viables económica
y técnicamente, para lo cual se realiza un estudio, y se elaborará
un cronograma para la ejecución de las mismas. Una vez que entren
en funcionamiento, se establecerá un seguimiento para conocer
en que medida se están cumpliendo las previsiones realizadas.
PLAN DE GESTIÓN AMBIENTAL

Por medio de nuevas auditorías, el gestor mantendrá un
control sobre los indicadores definidos inicialmente, revisando los
valores alcanzados por los mismos en un periodo de tiempo definido previamente
(semanal, mensual, trimestral, anual…) y se guardará registro
de aquellos para elaborar posteriormente un informe que evalúe
el éxito o fracaso de las medidas que hayan sido implantadas
(es aconsejable el uso de gráficos, estadísticas y otros
pictogramas que faciliten a la dirección el análisis de
los resultados obtenidos).

Tras el
estudio de los efectos producidos por esas acciones de mejora, el responsable
debe establecer una serie de medidas correctoras que subsanen las desviaciones
ocurridas en la gestión, y proponer nuevas medidas que permitan
alcanzar objetivos y metas más ambiciosas para el futuro, en
aras de mejorar continuamente la gestión ambiental de la empresa
en cuestión.
De todo
lo anterior se desprende claramente la necesidad de que exista la figura
del gestor ambiental, como máximo responsable en la búsqueda
de la eficiencia del proceso productivo. Éste, puede ser nombrado
por la dirección de entre los miembros de su plantilla o puede
pertenecer a una empresa especializada contratada por la organización
con la finalidad de gestionar ambientalmente la empresa. Se distingue
así entre la figura del agente interno y el agente externo.
En los próximos temas se van a tratar los inputs y outputs más
comunes entre los diferentes tipos de empresas, se van a proponer medidas
de eficiencia concretas, se mostrarán modelos de gestión
a imitar y se verá la repercusión que todo ello tiene
sobre la buena marcha de las corporaciones y sobre la sociedad en su
conjunto, todo ello con el objetivo de proporcionar al lector una herramienta
de gestión que le permita mejorar la competitividad de su organización
desde el respeto a su entorno.