Los Sofistas

En el siglo V antes de Cristo ocurrió una circunstancia histórica que provocaría, en opinión de muchos autores, un cambio radical en la manera de pensar de los griegos ; fue la instauración de la democracia.

La práctica de este nuevo sistema político creó nuevas necesidades intelectuales al estamento gobernante ateniense.

Ya no bastaba con una formación deportivo-militar de los jóvenes, sino que de repente se necesitaron personas que supiesen hablar en público en los debate políticos, personas, en suma, que, por supuesto, precisaban de un mayor nivel cultural.

Fue precisamente esa necesidad de formación para la clase gobernante la que trajo consigo el nacimiento de la ‘sofística‘.

Los sofistas, en realidad, no eran otra cosa que maestros de cultura. Se les puede considerar como los primeros enseñantes profesionales de la historia.

Se dedicaban a enseñar de todo: no sólo la simple ‘erudición’ o cultura general en los saberes clásicos de entonces (Cálculo, Astronomía, Geometría y Música), introducidos por los pitagóricos, sino que también preparaban a sus discípulos para el ejercicio activo de habilidades intelectuales ; especialmente se procuraba exaltar el poder de la palabra, como ya indicamos.

Fueron muy criticados en su época, sobre todo por el entonces insólito hecho de que cobrasen por su trabajo, pero en realidad luego se ha visto que tuvieron una gran importancia en el desarrollo de la filosofía ; ellos, por la misma naturaleza de su oficio, ayudaron a descubrir un campo de estudio que hasta aquel momento se había trabajado poco: el hombre y la sociedad.

En realidad no se puede hablar de una ‘escuela sofística’ unitaria, pues cada sofista tenía su método de enseñanza propio y sus propias opiniones (como era de esperar; “Cada maestrillo tiene su librillo“).

Por ello nos limitaremos seguidamente a dar cuenta de los principales corrientes que se pueden observar dentro de la sofística, refiriéndonos a algunos de los autores más nombrados:

a) Crítica del conocimiento y de la valoración

 

PROTÁGORAS DE ABDERA (480-410 a.d.C.)

Relatividad del conocimiento:

EL HOMBRE ES LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS.

Para Protágoras no hay un conocimiento absoluto, como proponían Heráclito y Parménides. Todas las opiniones son igualmente respetables, y sólo se trata de saber convencer a los demás. 

Eso significa:

  1. Negación del ‘principio de contradicción’(Ø[pYØp])
  2. Identidad de lo verdadero y lo falso
  3. Valor práctico de la sabiduría, que depende, en definitiva, del grado o nivel de educación.
  4. Agnosticismo (no creer en nada que no esté demostrado por experiencia)
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