Economía de Mercado y Ética - El teorico del capitalismo: Adam Smith

La economía de mercado presenta dos caras, como acertadamente recoge Octave Gelinier**, por una parte la legitimidad racional, y por otra el “liberalismo salvaje”. Tal como Gelinier manifiesta (1991, pág. 52): "La primera cara, es la libertad competitiva al servicio del bien común. Esta libertad es plenamente legítima, como fundada racionalmente sobre la teoría económica liberal, que demuestra y prueba por la experiencia (de los éxitos y fracasos observables), que el bien público se sirve mejor si se deja que los ciudadanos y los comerciantes actúen según sus intereses, que si se intenta guiarles mediante autoridad o presión."

 

La segunda cara, son los aspectos negativos de un liberalismo que sacrifica al hombre ante el beneficio, y destruye los lazos de la sociedad. Para evaluar el éxito o el fracaso económico también se requiere un análisis ético y moral. De este modo se conocerá el comportamiento humano, que evidentemente influye en la economía. Hay que mirar más allá de los indicadores económicos y considerar otros aspectos como la justicia y la libertad.**

 

3. EL TEÓRICO DEL CAPITALISMO: ADAM SMITH

Ya Adam Smith, cuando estudia las causas por las que unas naciones prosperan y se enriquecen más que otras, llega a la conclusión de que son las limitaciones políticas y culturales que dificultan el comercio, la razón explicativa del menor crecimiento económico de los países más atrasados. La teoría de Adam Smith, como es bien conocido, defiende la libertad de comercio, como lo explica el que ciertas naciones como Inglaterra y Holanda, acumulen riquezas y desarrollo económico, mientras que otras, como Francia y Rusia, que mantenían obstáculos al comercio, experimentan un menor crecimiento.

 

El mercantilismo de la época tendía a beneficiar a los productores a expensas de los consumidores y de la creciente clase media, los cuales era forzados a pagar mayores precios por las mercancías locales, debido a los distintos mecanismos proteccionistas.

 

Es la competencia de muchos pequeños comerciantes lo que impide que éstos puedan fijar los precios y manipular el mercado en su beneficio. Las grandes empresas monopolistas y las conspiraciones de los empresarios para, de forma coordinada, influir en los precios en contra de otros grupos sociales, son vistos como una amenaza no deseable.

 

Adam Smith nos da una argumentación que parte de una determinada concepción de las motivaciones humanas, al afirmar que cada actor busca su propio beneficio. Y es en esta búsqueda, si hay competencia e información, cuando actúa sin saberlo en pro del enriquecimiento común, guiado por una “mano invisible”. Tal como afirman Bassiry, G. R. y Jones M (1993, pág. 622)**: "Smith ve el sistema de producción organizado de acuerdo a los intereses de los consumidores”


Es por tanto, el afán de ganancias lo que conduce a satisfacer a los consumidores, e intentar al mismo tiempo, asignar los recursos de la forma más racional, de forma que se reduzcan los costes. Pero es la competencia y la información, las que limitan y orientan la actuación económica. Estos intercambios económicos requieren un determinado marco legal o consensual que los permita, facilite y proteja, tal como analiza Jules L. Coleman.** Adam Smith, por tanto, confía en la competencia y en los precios como mecanismo de información para la asignación de recursos, recelando de los posibles acuerdos entre comerciantes. A la vez, considera las restricciones al comercio perjudiciales para el progreso de las naciones.

 

De igual modo, considera el egoísmo personal como el mejor incentivo para llevar a buen término los intercambios comerciales, y facilitar el bien común. Cuando se dan las condiciones adecuadas, los individuos al perseguir su propio bien, facilitan el de todos, al hacer funcionar la economía y avanzar la riqueza de las naciones.

 

De este modo, ha sido ampliamente citada la frase de Adam Smith referente al egoísmo: "No esperamos comer gracias a la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero, sino a la consideración de su propio interés. No nos dirigimos a su humanidad sino a su egoísmo, y nunca les hablamos de nuestras necesidades sino de su provecho." Smith (1776, pág. 26)**.

 

Siendo verdad que Smith considera un incentivo fundamental de los individuos en las transacciones económicas el egoísmo, no es menos cierto que este autor estudió una amplia gama de motivaciones. Han sido muy citadas por numerosos estudiosos las características del hombre reflejadas en el libro The wealth of nations, pero han quedado muy relegadas la mucho más rica descripción contenida en The theory of moral sentiments**. Es menos conocida, pero también importante, la concepción de este autor sobre el comportamiento del hombre como ser ético, que también debe preocuparse por la repercusión de sus acciones en la sociedad, y por tanto, por el bien de los demás y de la sociedad en general. **

 

Smith participa de la filosofía moral de la escuela escocesa que puso el énfasis en los sentimientos y no en la razón. Considera que la simpatía con las motivaciones de las personas, constituye la base de nuestra aprobación moral. Esta idea de simpatía es un concepto muy amplio que no debe confundirse con la benevolencia. Se trata de conectar con los demás, de establecer una determinada empatía que nos hace juzgar a los demás, compartiendo sus sentimientos.

 

La clave es ponerse en el lugar del otro asumiendo su situación. En este proceso puede existir el amor propio, la preocupación por uno mismo. Este amor propio, es compatible con la preocupación por los demás, pero no con el egoísmo que es incompatible con la simpatía.

 

** La necesidad de incorporar la ética a la economía y los planteamientos que incorporen la justicia, y la coordinación paneuropea contra el paro, la expresa en una entrevista el profesor de Harvard, Amartya Sen en el artículo, GARCIA F. (1997) “Amartya Sen: <<Europa debería comprometerse contra el paro igual que con Maastricht>>” Expansión Miércoles 14 de Mayo, pág. 52.

 

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