Un problema clàsico: Materialismo y espritualismo (II)

EL PROBLEMA.

Aunque el problema de la Responsabilidad es un asunto predominantemente ético, creemos que, dada su importancia, puede y debe ser tratado como un problema metafísico o, al menos, ontológico.

Consideramos el asunto auxiliándonos de teorías de distintas orientaciones filosóficas contempo­ráneas.

LA EXISTENCIA.

Cuando nos referimos al hombre, con lo primero que nos encontramos es con un individuo que está actuando y que tiene una serie de manifestaciones peculiares: hace ideas, arte, ciencia, técnica, economía, política, etc.

El hecho mismo de estas manifestaciones nos lleva a la conclusión de que el hombre sale de sí para proyectarse, a diferencia de los animales que no salen de sí.

El existencialismo llama a esta cualidad de salir de sí, EXISTENCIA.

EL HOMBRE Y EL MUNDO.

El ser del hombre es un ser en el mundo, pues todo él está implicado en el mundo, en la doble medida de que es en el mundo, y de que él hace al mundo.

Si no hubiera hombre, no habría mundo, sino sólo cosas; es el hombre que nómina las cosas como mundo, el que las percibe como mundo y el que debe compartirlas como mundo con los demás nombres.

El hombre es una manera consciente de estar en el mundo, pues es capaz de darse cuenta y de apropiarse del mismo; además, el hombre es consciente de sí mismo y de su imperfección, de manera que también se concibe a sí mismo como un reto que ha de salvarse.

El mundo en el contacto con el hombre se humaniza, el hombre está siendo de nuevo en cada cosa con la que entra en relación.

Si el hombre está siendo en el mundo, decimos que no percibe a su mundo como un mero estar, sino como algo factible, como algo que puede cambiarse, como algo que puede construirse, como una factividad potencial.

Valga, a modo de críti­ca, resaltar el hecho de que los hombres muchas veces no potenciamos nuestras propias posibilidades, sino que nos estamos refiriendo a otros modos de estar en la realidad distintos al nuestro.  

EL HOMBRE Y EL FUTURO.

En toda existencia humana hay algo ya realizado y algo todavía no realizado.

Lo que verdaderamente es valioso en el hom­bre es lo que todavía no es, pero que puede llegar a ser.

Si la existencia del hombre se toma como algo que está siendo cada vez algo nuevo, debe entendérsele como un proyecto, como una posibilidad de futuro.

Si la posibilidad de futuro y la conciencia del mismo son nuestras, hablaremos de auto-proyecto o de auto-realización; si, por el contrario, nos dedicamos a realizar el  proyecto de otros, diremos que nuestro proyecto está enajenado (es ajeno).  

EL HOMBRE Y LA ACCIÓN.

Ahora bien, la autorrealización implica la acción, pues de otra manera no se lograría tal realización.

El hombre es también ser de la acción, v es precisamente en ella donde aparece su sentido: el hombre es consecuencia de sus propios actos. Con todo, actuar la vida implica intencionar (dirigir hacia) la conciencia sobre el modo propio de estar en la realidad, o lo que es lo mismo, reflexionar sobre el estar.  

Esa acción y esa reflexión, constituyen una respuesta del hombre ante la exigencia de su vida.

Cuando el hombre hace su proyecto, está planificando su vida, está haciendo un plan vital, el cual no puede ser un plan fijo y normativo, como el plan de producción de una fábrica, sino un plan direccional, que debe amoldarse constantemente a las nuevas exigencias de la acción y de la situación en que el hom­bre está.

Por eso decimos que la acción y la reflexión humana son una respuesta al desafío de la propia realización del hombre como individuo y como comunidad.  

EL HOMBRE Y LA RESPONSABILIDAD.

Si la respuesta que es una acción se refiere a la propia realización, estamos poniendo en juego no el sentido de una acción, sino el sentido total de la vida; por eso decimos que la acción y la reflexión implican una responsabilidad de nosotros mismos ante nuestro propio proyecto.

Ser responsable quiere decir dar la propia respuesta, pronunciar la propia pa­labra. Pero pronunciar la propia palabra quiere decir expresar y fijar el sentido de nuestra existencia.

Hay personas y pueblos que nunca han expresado su propia palabra, que nunca se han vuelto responsables de su propia vida.

EL HOMBRE Y LOS DEMÁS.

Pero lo que el hombre individual sea, no es independiente de lo que otros sean, pues lo que cada uno vaya siendo, va deter­minando el ser de los otros, por eso decimos que el hombre es un ser-con.

Negar a los demás es, en el caso del hombre, negarse a sí mismo. Por eso decimos que la presencia del hombre en el mundo es co-presencia; por eso decimos que el verdadero encuentro entre los hombres es nuestro encuentro; y por eso decimos que la verda­dera palabra es diálogo.

De ahí que la verdad del hombre debe ser una verdad de los hombres, porque imponer la soledad del hombre que la impone, es socializar la soledad de un hombre, es querer que los hombres sean como el modelo que se les presenta.

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