El Yo

Antes de comenzar con la explicación de este epígrafe, deberemos hacer una parada para adentrarnos en el concepto del “Yo”.

Un concepto difícil de desarrollar debido a la multitud de concepciones y a las diferentes definiciones o nombres que se le ha otorgado a lo largo de la historia, como puede ser: alma, conciencia, psique…, pero que no es más que la conciencia que tenemos de nuestra propia identidad y existencia en relación al medio.

El Yo tiene su estudio en la unión de varias ciencias, entre ellas la biología, la psicología o la filosofía.

            El Yo tiene su origen en la infancia temprana, sin embargo, esta identidad nunca va a terminar de consolidarse definitivamente. Al igual que la misma persona, el Yo va cambiando y evolucionando en función del desarrollo y de las experiencias que va acumulando.

La interacción con las personas de su entorno juega un papel fundamental en el entendimiento del desarrollo del Yo en los bebes. Éste va a empezar a aparecer cuando progresivamente, el bebé se vaya desagregando de la simbiosis inicial que tiene con sus cuidadores.

            A partir de los 4 meses de edad los bebés experimentan que sus acciones tienen una reacción, pues sus cuidadores responden a sus llantos o sonrisas y los objetos reaccionan ante su manipulación, como por ejemplo que hacen ruido al moverlos.

A partir de los 6 meses de edad las relaciones con las personas se hacen más complejas con la diferenciación de distintas figuras de apego, con la diferenciación de personas conocidas y desconocidas, etc.

Todo ello irá empujando al bebé a ser consciente de su propia identidad como sujeto y que su relación con el medio produce unas respuestas.  

 Un poco antes de su primer año de vida, los bebes empiezan a mostrar signos de autorreconocimiento cuando ven su imagen reflejada en un espejo.

Este reconocimiento consiste en mostrar mayor interés por su propia imagen que por la de otros. Pero para que esto ocurra hace falta que el niño/a se estén viendo en el mismo instante, se sorprenderá que al mover el brazo se mueve la imagen que el refleja, incluso si le preguntamos quién es el que está en el espejo, dirá su nombre o “el nene” al referirse a él mismo.

Empiezan además a ser conscientes de que sus rasgos físicos reflejados en las imágenes son diferentes a los rasgos físicos de otras personas, aunque se trata por ahora tan sólo de una capacidad emergente que se desarrollará en los siguientes años de vida.

Entre los 18 y los 24 meses los bebes van a reconocerse ya no sólo ante su propia imagen en directo, sino que se va autorreconocerse en fotos y vídeos, en los cuales no está haciendo algo que coincida con lo que está haciendo en ese mismo momento.

Los avances del lenguaje van a afianzar la diferenciación entre el Yo y los Otros, ya que la adquisición de pronombres como yo, tú, él/ella va dar al bebé claves para diferenciar a unas personas de otras personas y por tanto de ellos mismos.

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