Introducción: Adolescencia y Conflictos

Adolescencia

La adolescencia es la etapa de transición entre la niñez y la vida adulta. La llegada de los hijos a esta etapa provoca en ellos cambios físicos, sociales y psicológicos, que hacen que luchen por conseguir mayor independencia y autonomía y quieran descubrir su propia identidad. 

En esta etapa, también se enfrentan a aceptar y explorar su nuevo cuerpo, lo que crea en ellos inseguridades relacionadas con su figura, su aspecto, etc. que les llevan a buscar su identidad personal y la aceptación del grupo. De este modo, el grupo de iguales llega a ocupar el lugar prioritario que antes ocupaba la familia, ya que con ellos se sienten comprendidos. También desarrollan nuevas formas de pensamiento, lo que les hace plantearse nuevas cuestiones, como quiénes son o quienes quieren llegar a ser, lo que también está relacionado con la identidad personal. Tienen frecuentes cambios de humor, pudiendo pasar rápidamente de la tristeza a la alegría, o de sentirse los más inteligentes a los más estúpidos. Por otro lado, aunque luchan por su independencia, se niegan a adquirir nuevas responsabilidades. Deben comenzar a preocuparse por construir proyectos de vida, tales como decidir qué estudiar, el lugar que se desea ocupar en la familia, la elección de pareja, etc.

Los conflictos son propios del proceso evolutivo de cambio por el que atraviesan los adolescentes, y es por ello que la relación entre padres e hijos también se verá afectada por estos cambios, siendo común que aparezcan conflictos a nivel familiar, para los cuales la familia no se había preparado.

 

Conflictos:

Las relaciones del adolescente con el adulto se caracterizan generalmente por su carácter conflictivo y la principal causa de este conflicto es la diferencia de opiniones que existe entre ellos en cuanto a los deberes y derechos.

Sin embargo, la existencia de conflictos y desencuentros de intereses entre padres y madres e hijos no tiene por qué ser, ni vivirse, necesariamente, como algo negativo, sino que deben interpretarse como oportunidades para que ambas partes se conozcan mejor, para mejorar el proceso de interacción personal y para adquirir competencias intelectuales, emocionales y sociales necesarias para el desarrollo personal y para la vida en familia y en sociedad.

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